Dinner

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Si bien Joaquín creyó que cometió un gran error al hacerle saber a su mejor amigo que tenía una cita con Diego, esto estaba a casi nada de ser real. El ojimiel había preparado una mesa especial para ellos a la hora de la cena. Estaba adornada con pétalos de rosas e incluso tenía algunas velas aromáticas que acompañaban la estética del espacio a la perfección. Si se ponía a pensar un poco más, lo encontraba algo exagerado porque muy en el fondo sabía que no merecía algo así. Claro, todavía conservaba algo de su antiguo yo ya que en siete meses le era todavía complicado alejarse de él totalmente. Pero luchaba para alejarse de ese destructor de sí mismo y así comenzar a disfrutar de esos momentos hermosos que le regalaba la vida.

Tenía que empezar a pensar en que tal vez sí se lo merecía.

— ¿Te gusta? — preguntó el mayor sentándose después de haberle dado el paso a su acompañante.

— Todo es demasiado hermoso. Me encanta. — afirmó con una sonrisa brillante, ojos chispeantes de felicidad y admiración a la dedicación de quien sea que haya decorado el lugar de tal manera.

Joaquín pensaba en cómo habían llegado hasta ahí. Hace un corto tiempo atrás se encontraban en una situación similar pero con Bruno acompañándolos. El ojiverde era tremendamente sociable y lo había casi obligado a asistir a su almuerzo de mejores amigos con Diego. En ningún momento se le pasó por la mente que este fuera tan guapo y sobre todo lo que más le llamó la atención fue la sonrisa de revista que nunca dejó su rostro desde la primera vez que lo vió. El pequeño necesitaba recibir amor, tanto como cualquier otra persona que ni siquiera conoce cómo verdaderamente se siente ser amado. Diego llegó para hacerle sentir cosas que nunca creyó que le podían llegar a ocurrir. Su corazón latía feliz con cada cumplido, su ojitos brillaban de las inmensas ganas que las comisuras de sus labios tenían por expandirse en una sonrisa agradecida. Joaquín era un angelito al que nunca le dieron el valor que se merecía, por esa razón se sorprendía en demasía de todo lo que Diego hacía para llamar su atención. No quería decir que el mayor le gustaba, pero estaba a nada de en serio sentirse atraído.

O quizá sólo era agradecimiento oculto detrás de falsas esperazas creadas por un ideal de amor anhelado.

Nadie lo sabría.

— Me alegra que te guste. — sonrió de lado y tomó la pequeña manito de Joaquín sobre la mesa. — Quise que fuera igual de especial como lo eres tú para mi. — declaró y acarició con su pulgar el dorso del menor sin despegar sus ojos del rostro iluminado del pequeño.

El menor se sonrojó de inmediado y bajó la mirada a sus zapatos que quedaban perfectamente a la vista. No podía controlar todavía el creer que no se veía nada bien el ruborizarse por absolutamente todo.

— Muchas gracias, Diego. — susurró con una sonrisa. — De verdad, esto es maravilloso. Jamás creí que alguien se tomaría el tiempo de organizar algo así para que yo pudiera ser participe. — dijo mirando las velas, los pétalos e incluso las copas de vino que lucían realmente finas.

Tomó con sus pequeños dedos un pétalo de la rosa que posaba frente a él y sonrió al sentir lo suave de esta.

Estaba en un sueño.

Se sentía en uno.

El mayor rió y depositó un corto beso en el dorso del contrario. Se alejó cuando vio venir a los meseros con lo que había pedido y agradeció por ambos cuando los platos estuvieron servidos sobre la mesa.

— Bœuf Bourguignon. — dijo sorprendido. Era uno de sus platillos favoritos.

— Me alegra saber que te gusta, en verdad no sabía qué escoger. — rió bajito.

— No debiste preocuparte porque, en realidad yo como de todo. Me gusta muchísmo la comida, así que puedo disfrutar de lo que sea que me pongan en la mesa. — se encogió de hombros intentando que Diego entendiera que no debió preocuparse tanto al respecto.

Mucho menos en escojer algo tan elegante y costoso.

Después de todo, estar ahí con él compartiendo en un lugar tan especial ya era demasiado increíble. 

La cena transcurrió con risas y muchos cumplidos por parte del mayor a Joaquín. El pequeño sólo se sonrojaba y cubría lo más que podía sus mejillas con sus manitos en cada momento que eso ocurría. Diego estaba encantado de poder tenerlo en ese momento, solo esperaba que no se espantara después de lo que tenía preparado para decirle.

Joaquín dejó de sonreír cuando su teléfono que estaba sobre la mesa comenzó a vibrar desenfrenadamente. Lo tomó con el ceño fruncido y pidió disculpas a su compañero antes de averiguar de qué se trataba. Lo desbloqueó y se encontró con infinidades de mensajes por parte de Emilio.

¿No estaba acaso enojado con él?

Lo echó del apartamento prácticamente y ahora lo tenía bombardeándolo con mensajes.

Vaya, nunca lo entendería.

"Joaco."
"Bebé."
"Lo siento."
"Sea donde sea que estés, por favor."
"Vuelve."
"Te extraño."
"Necesito disculparme contigo y que me enseñes a hornear cupcakes."
"Por favor."
"Te amo."
"No lo olvides."
"Te espero en casa."

El pequeño no podía creer que unos simples mensajes movieran absolutamente todo su mundo y lo convirtieran otra vez en ese tonto enamorado del que intentaba alejarse. Quería reír y llorar al mismo tiempo. Quería golpear a Emilio pero también quería besarlo y quedarse enredado en sus brazos durante toda una eternidad.

Se sorprendió de sí mismo cuando por sus pensamientos pasó la idea de dejar a Diego ahí para ir hasta donde su corazón se encontraba.

Jodido tonto.

Necesitaba de una vez por todas olvidarlo y seguir adelante con nuevas oportunidades, pero no podía porque con tan solo la idea su corazón ya estaba hecho pedazos.

¿Cómo podía dejarlo ir de una buena vez?

Necesitaba tener las respuestas para lograr eso lo más pronto posible.

— Y quizá no esperabas esto de mi parte, pero... eres tan jodidamente especial Joaquín Bondoni. — el ojimiel continuó hablando mientras jugaba con las servilletas pulcramente limpias.

Joaquín no se dio cuenta del momento en el que había empezado a hablar nuevamente.

Otra vez Emilio se adueñaba de sus pensamientos.

— No tienes ni idea de cómo me haces sentir. — negó sonriendo y conectó sus ojos con los del menor. — Me gustas, me gustas mucho. — confesó levantándose de la silla y caminó hasta la del pequeño para tomarlo de la mano y quedar a la misma altura. — Es por eso que a pesar de estar nervioso desde el primer minuto hasta ahora, y probablemente mucho después si me lo permites... quiero pedirte algo. — volvió a sonreír pero esta vez se arrodilló frente al menor quien al verlo inmediatamente le pidió que no lo hiciera. — No te preocupes, es un honor. — dijo restándole importancia. El menor sonrió enternecido, pero aún preocupado de que hiciera cosas como esas solo por él. — Joaquín, ¿te gustaría ser mi novio? — preguntó con una cajita negra pequeña en la que se podía ver una cadena plateada brillando como queriendo captar la atención de todos.

Joaquín sólo podía recordar cuál era su nombre, claro, después de que Diego lo mencionó.

¿Qué estaba pasando?

¿Cómo había llegado hasta ahí?

No entendía absolutamente nada.

Those straight people with cliché vibes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora