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La vuelta a casa después de aquel encuentro con Mimi en el baño fue bastante extraña. Martín parecía algo ansioso con regresar a casa y follar como hacíamos todos los viernes ya por costumbre. Alegaba que la ropa que llevaba aquel día le había puesto bastante y tenía ganas de quitármela y no permitir que durmiera durante lo que quedaba de noche.

Llegamos más rápido de lo normal y en cuanto cerré la puerta noté cómo se lanzaba a besarme con ansia y sus manos comenzaban a recorrer mis piernas. En el momento en el que los besos se trasladaron a mi cuello mi cabeza empezó a imaginar a Mimi haciéndome todo aquello y sentí el olor que me dejó después de aquel beso en la mejilla. Suspiré y apreté fuerte los ojos intentando borrarlo de mi cabeza y centrarme en cómo Martín me tendía sobre la cama y comenzaba a desnudarse él también, pero mi cabeza no estaba por la labor. Lo que iba a ser uno de nuestros polvos de viernes terminó en una frustración para mí fingiendo el orgasmo y poniéndole la excusa de que estaba demasiado cansada como para continuar con sus planes de no dormir en toda la noche.

Martín se fue enrabietado hacia el baño y cuando regresó decidió darme la espalda en la cama. Cogí aire con calma y me di media vuelta para poder pasar uno de mis brazos por su costado

- ¿Estás enfadado? – le pregunté cerca de su oído 

- No, pero entiéndeme, tenía muchas ganas de ti hoy y siento que tú no estabas ni disfrutando – me contestó sin girar su cara para mirarme si quiera

- Claro que he disfrutado – mentí – pero hoy ha sido un día bastante duro, casi no tuve tiempo ni para comer – le di un beso en el hombro a modo de disculpa y noté como se giraba por fin - ¿me das un beso y me abrazas? Porfa

Martín no contestó, simplemente me dio un beso más delicado que los anteriores y me permitió recostarme en su pecho notando cómo finalmente se quedaba dormido. A mí me costó un poco más, no entendía cómo de repente había empezado a fantasear con una persona a la que ni siquiera conocía.

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El fin de semana estaba pasando demasiado rápido. Era domingo y me había tocado salir a comer con Martín y algunos amigos suyos. No era algo que me agradase demasiado, para mí eran hombres muy estirados a los que les gustaba presumir de sus novias mientras hacían comentarios, desagradables en muchas ocasiones. A las cinco decidí escaquearme, a pesar de las protestas de mi novio, y quedé con Aitana para tomar un café y ponernos un poco al día sobre cómo había ido nuestra semana.

Aitana y yo nos conocimos de una manera poco común. Fue el primer día que yo llegaba a Madrid, Martín me avisó de que llegaría tarde a recogerme al aeropuerto por un problema con un cliente, por lo que decidí esperarle en una cafetería. Me senté en una mesa un poco escondida y mientras me tomaba un café la vi aparecer por allí cargando con dos maletas bastante grandes y una bandeja sin saber dónde sentarse. Me preguntó tímidamente si podía hacerlo en la silla que había enfrente de mí y ante mi aprobación comenzamos a hablar tan intensamente que nos hicimos inseparables desde aquel momento.

- ¿El cascarrabias te ha dado vía libre? – A Aitana no le gustaba mucho mi novio, se habían visto alguna que otra vez por mi necesidad de que ambos se conocieran, pero no se habían caído demasiado bien e incluso la vez que convencí a la catalana para que viniese conmigo a conocer mi isla, a Martín le salió un viaje de negocios de la noche a la mañana y no nos acompañó. Algo que al final terminamos agradeciendo

- No seas así, ya sabes que entre semana con el trabajo no podemos vernos demasiado y le gusta aprovechar y pasar tiempo conmigo - respondí mientras la abrazaba

- Sí y con media oficina más

- Aiti...

- Vale, vale – hizo un gesto con las manos con la intención de frenar la conversación - ¿qué tal vas con tus novios?

Un cuento sobre el aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora