Epílogo

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- ¿Qué te parece esta casa? – Mimi me enseñaba fotos de uno de los pisos que le había enviado la inmobiliaria para que fuéramos eligiendo

- No sé, no parece que tenga mucha iluminación – respondí mientras observaba una a una las fotografías que ella pasaba con el dedo en su móvil

- Ana, te he enseñado ya todos los que me han pasado y ninguno te gusta – Mimi dejó el móvil sobre la mesa y echó su cuerpo hacia atrás un poco desesperada - ¿hay algún problema?, ¿crees que nos estamos precipitando o algo? – preguntó dudosa

- ¿Qué?, ¡no! – la miré - ¿cómo puedes pensar eso si fui yo la que te propuse ir a vivir juntas?

- ¿Entonces?

- No sé, es que siempre imaginé que el piso que compartiría con mi pareja sería grande, luminoso y con más de una habitación – Mimi me miró – quiero que el piso que cojamos sea el definitivo, un lugar donde saber que vamos a vivir para siempre y formar nuestra propia familia

- Ana... - susurró

- Mimi, sé qué es pronto, pero quiero formar una familia contigo, quiero que en un futuro haya por nuestra casa fierecillas rubitas correteando por allí, que nos hagan más felices aún de lo que ya somos, y todo eso lo quiero contigo

- Y morenas

- ¿Cómo? – le pregunté sin saber a qué había venido eso

- Que yo también quiero que haya fierecillas morenas que se parezcan a ti – se incorporó un poco y acarició mi mejilla dulcemente – hablaré con la agencia, ¿vale?, que nos busque algo más grande, pero eso sí, por el centro, me niego a salir de esta zona

- Está bien, por el centro – la granadina sonrió y selló nuestras palabras con un beso

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- Esto no está pagado, que lo sepáis – protestaba Miriam mientras subía los últimos peldaños antes de entrar en nuestra nueva casa y dejar la caja que llevaba consigo

- Chica, tanto workout, que se note – replicó Mimi en broma mientras seguía sus pasos

- Más os vale que me invitéis a una buena cena cuando terminemos esto

- Yo también me apunto – se unió Aitana que estaba ya dentro del piso y había escuchado la petición de la gallega

Finalmente habíamos logrado encontrar un piso que tenía todo lo que queríamos. Se trataba de un ático en pleno Malasaña que contaba con tres habitaciones, un salón grande unido a la cocina a través de una gran barra americana y con una terraza que era la envidia de todo el vecindario. Habíamos conseguido tener un lugar donde formar una familia sin tener que renunciar a vivir en el centro como quería Mimi y que entraba dentro de nuestro presupuesto gracias al dinero que obtuvimos tras la demanda, a mi trabajo y al nuevo contrato que había firmado la granadina con una de las discográficas más importantes del país y en la que, sobre todo, le habían garantizado la libertad que ella tanto reclamaba

- ¿Qué queréis que pida? – pregunté mientras me dejaba caer al lado de Mimi en el sofá que teníamos ya montado y esta me dejaba un beso en la cabeza

- Pizza – respondió Aitana

- Pizza ya cenamos la última vez, yo prefiero sushi

- ¿Tú estás segura de que quieres tener hijos? – bromeó Mimi cerca de mi oído – ¿no tienes suficiente con estas dos?

- Qué tonta eres – dejé caer mi cabeza sobre su hombro mientras ella pasaba su brazo por mi espalda y me abrazaba contra ella

- ¿Por qué no pedimos ambas y así estáis contentas las dos? – Aitana miró a Miriam

Un cuento sobre el aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora