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Los ojos me pesaban y el cuerpo me dolía como si me hubiera pasado un camión por encima. No recordaba muy bien lo que había pasado, pero en cuanto logré abrirlos me di cuenta de que no estaba en mi propia cama. Miré hacia todos los lados hasta que me encontré a alguien durmiendo allí mientras me observaba. Su pelo rubio estaba desparramado por toda la cama y, en cuanto vi su cara adiviné de quién se trataba

- ¿Mimi? – conseguí vocalizar a pesar de que me encontraba bastante extraña. La rubia abrió los ojos y sonrió al ver que la miraba

- Eh, parece que la bella durmiente ya se ha despertado – se incorporó y me dejó un beso en la frente - ¿cómo te encuentras? – se interesó

- Cansada – intenté llevarme una mano a la cabeza, pero ella me la frenó enseguida

- No, no te toques – dijo con calma – voy a avisar a la enfermera de que ya te has despertado – sonrió

- Mimi – la frené e intenté aclararme la voz - ¿qué ha pasado? – noté que se ponía nerviosa, pero finalmente regresaba hasta su asiento y sujetaba mi mano con delicadeza

- Tuviste un accidente – la miré fijamente y comencé a recordar – lo siento mucho, mi amor, de verdad – sentí cómo apretaba más fuerte mi mano y desviaba la mirada – fue todo culpa mía – conseguí levantar aquella mano y le acaricié suavemente la cara instándola a que me mirara y le sonreí restándole importancia. De repente, frené y las imágenes de los últimos momentos comenzaron a llegar a mi cabeza como flashes

- ¿La boda? – pregunté y vi que negaba con la cabeza

- Eso no importa ahora, solo que tú estés bien – me acarició la cara con cuidado y se levantó – voy a avisar a la enfermera. Tienen que hacerte alguna prueba más y mirarte bien el brazo – lo señaló

- Mimi – volví a llamarla - ¿te casaste?

- No – salió de allí sin dejarme responder y volvió poco después con la enfermera

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Pocos minutos después volvió a aparecer por allí con la enfermera. La mujer, muy agradable, me contó un poco lo que había pasado y me dijo que lo más importante en aquel momento era que descansara y no hiciera ningún esfuerzo. Me miró la vía y me colocó otro calmante al ver que el que tenía ya estaba agotado. Me dejó un poco incorporada y se volvió a ir avisándome que en breves volvería a pasar para llevarme a hacer alguna prueba

- Aitana viene de camino – volvió a tomar asiento a mi lado – avisó anoche a tu padre, lo recoge y se pasan por aquí

- No hacía falta – hablé bajito mientras la miraba – no quiero preocuparle

- No nos vuelvas a dar este susto, por favor – sentí que se volvía a poner nerviosa y empezaba a llorar – no me lo habría perdonado en la vida. Lo siento

- Eh – palpé el colchón con la mano buena y la insté a que se recostara un poco en mí. Con delicadeza, apoyó un poco su cabeza sobre mi pecho – No te culpes, yo no debí mirar el móvil

- Y yo no debí insistir sabiendo que estabas conduciendo – respondió – siento tanto lo que ha pasado los últimos días – levantó la vista y comprobé cómo se humedecían aquellos ojos verdes que tanto me gustaban

- Ha merecido la pena si con eso te tengo aquí a mi lado

- No digas eso ni en broma – se tensó – para la siguiente me haces reaccionar de otra manera

- Espero que no haya siguiente – ella negó y se incorporó un poco para dejar un beso en mi mejilla

- Te quiero mucho – dejó que fuera yo la que me recostara sobre ella mientras me acariciaba con cuidado – y no voy a permitir que nada nos vuelva a separar – ronroneé un poco, lo que me dejaba todo lo que tenía encima de mí y noté cómo los ojos se me volvían a cerrar – Descansa – dejó un beso en mi frente y sentí que me volvía a quedar dormida.

Un cuento sobre el aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora