Capítulo 23

585 65 22
                                    

Con las palabras de Alessia resonando en mi cabeza, me marcho a paso decidido por el ancho pasillo, el ala de habitaciones está sola como si todos estuviesen dentro, tal vez así es

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Con las palabras de Alessia resonando en mi cabeza, me marcho a paso decidido por el ancho pasillo, el ala de habitaciones está sola como si todos estuviesen dentro, tal vez así es.

Estoy cabreado, enojado no solo por mi supuesta amiga sino por mí, por ser tan imbécil para ayudarla y querer estar para ella, y que al final todo lo que haga resulte en rechazo.

Debería simplemente ir al despacho de la directora ahora mismo y comentarle sus escapadas nocturnas y las evidentes ausencias de su amado Azzio, pero no tengo evidencia, tampoco sé si el italiano impertinente haya justificado sus faltas y yo solo este haciendo el ridículo. Por ello me freno, aun así no entiendo cómo pueden salirse siempre con la suya y me frustra, no está bien, no es correcto.

Hecho más furia que al principio llego a la habitación, el número dorado 2-106 destella por las luces, paso la tarjeta de identidad y la puerta cede, mi habitación es de un color melón, los artistas anteriores agregaron una serie de pinturas al estilo renacentista y en realidad se ve increíble, pero lo mío es la escultura así que no he buscado personalizar nada más.

Entro y doy un portazo, esta oscuro porque nunca dejo la luz encendida así que cuando palpo el interruptor en la pared, es extraño adaptar la vista; Al principio pienso que estoy alucinando, en un caso extraño teniendo un muy vívido sueño pero la vista frente a mí me paraliza al reaccionar.

Si bien el cuarto sigue igual a como lo deje, con toda esa ropa esparramada por doquier y libros con lapiceros abiertos, hay un factor nuevo: Esta vez, en la cama desocupada de Azzio no hay solo almohadones sin usar sino que una mujer yace semi-postrada en lo ancho del colchón.

Abro la boca de la impresión y ella sonríe, perlas blancas como dientes enmarcados de un oscuro lápiz labial vino. El tipo de mujer que llamarías belleza extraña, esas que piensas que solo existen en los libros de historia del arte.

Quiero hablar, decir algo, más que todo preguntarle qué es lo que hace en mi habitación pero es como si mi lengua estuviese atada. Es incomprensible la sensación de temor que me ataca. ¿No debería ser ella la afectada?

Se levanta, lleva un largo vestido azul opaco como los de la época de 1597, muy al estilo Romeo y Julieta, la vestimenta contrasta con su cabello del mismo tono pero grisáceo, el corsé realza su busto prominente y casi logra distraer de la brillante piedra roja que destaca en su cuello, un rubí rojo sangre que hasta parece que palpitará cual corazón.

De pronto el temor incrementa, la mujer despide un aura tan siniestra que me siento como su presa, un simple conejillo contra un jaguar. Y mi debilidad solo se confirma cuando se mueve alrededor como si se tratase de una serpiente cascabel.

Ella se acerca a mí hasta que mi espalda choca con la puerta, sigo sin poder siquiera gritar y es espantoso, la impotencia provoca que la sola acción de respirar sea algo difícil.

-¡Oh, eres lindo...! -Dice, su tono es como el que adquiere una niña emocionada por un cachorro, me atrevería a decir: Melifluo. -Pero lindo...No es un adjetivo suficiente para llegar a la altura del ángel de la muerte, Azael excede las expectativas de todo aquello alguna vez considerado "hermoso"

Ángel Oscuro: El Sello Celestial © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora