Capítulo 28

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Nunca me había detenido a pensar en cómo iba a morir

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Nunca me había detenido a pensar en cómo iba a morir.

A penas tenía 19 años cuando conocí a Azzio, bueno, cuando todo sucedió.

Desde que tengo memoria había sido criada en un orfanato, sin lujos o cosas que pudiese llamar mías, todo hasta que Teresa con su sonrisa amable me acogió y me ayudo a estudiar.

A partir de allí, mi vida parecía tomar un camino aceptable. Establecí sueños, metas, cuidaba mis notas para poder ingresar en la Academia de arte de la provincia, de donde muchos artistas de renombre habían salido.

Amaba dibujar, pasaba horas con los carboncillos, me sentía con creatividad y habilidad suficiente para entrar. Mis dibujos favoritos eran de ángeles, por alguna razón soñaba con ellos y con una casa incendiándose en donde una única luz azul palpitaba.

Nunca conocí a mis padres.

Y viví engañada, creyendo que Teresa me amaba como una madre cuando solo me protegía bajo indicaciones, no digo que le recrimino pero si dolió.

Para resumir, desde el día en que nací solo tengo un destino: Morir.

Había sido vista como Alessia, la primogénita del arcángel miguel. El sello celestial, la profecía que acabaría con toda la maldad del mundo con su sacrificio.

Y más nada.

Mientras el silencio me arrollaba hasta la inconciencia me permití imaginar un universo alterno, donde mis padres fuesen otros, donde solo fuera una chica más y Azzio, mi enamorado.

El ángel de la muerte que ni siquiera recuerda quien soy.

La existencia alterna que deseaba sonaba atrayente, la ignorancia se veía con buena pinta, el hecho de vivir desconociendo la verdad de lo que nos rodea. Sin demonios, ángeles, caídos o profecías.

Pero me pregunto...Ahora que conozco el peligro, la amenaza, el desenfreno y el amor, ahora que experimenté una conexión prohibida con mi ángel, que puedo ver más allá de esa cortina de mentiras en el mundo real.

¿Lo abandonaría? ¿En realidad desearía vivir una vida ordinaria?

La respuesta probablemente sería no.

Siempre tuve esa sensación de no pertenecer a nada en concreto, esa que era asfixiante.

Admito que al principio quise no mirarle a los ojos, alejarme del peligro del que él mismo me protegía, quise convencerme de que era una locura, que debía haber una equivocación en todo esto.

Pero al presentarse la oscuridad, me otorgaba pistas de quien en verdad era.

Entonces sí.

Primero, los ángeles existen,

Segundo, Azzio es el sinónimo de la muerte.

Y tercero, yo...yo soy el sello celestial.

O al menos lo era... porque la energía me abandona, el latir de mi corazón es apenas un susurro lento y mis parpados se sienten muy pesados como para poder abrirlos, tengo frío, demasiado pero soy incapaz hasta de temblar, reconozco que este es mi fin.

Ángel Oscuro: El Sello Celestial © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora