Capítulo 27

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Algunas veces, cuando experimentas las situaciones trágicas de otra persona, es decir participas pero no eres el centro de atención, estas se materializan frente a tus ojos como cristal roto

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Algunas veces, cuando experimentas las situaciones trágicas de otra persona, es decir participas pero no eres el centro de atención, estas se materializan frente a tus ojos como cristal roto. Lo percibes con una nota de lastima, pena ajena, te afliges pero al final del día podrás dormir por las noches, no llorarás de frustración ni levantaras mil muros que te separen del mundo exterior.

El cristal estará hecho añicos, pero al final del día no será tu cristal.

Tener un increíble poder conlleva responsabilidades más allá de lo explicable. Azzio, Azael, como desee llamarse, lo sabía.

Alessia, el sello celestial, la profecía que aterraba incluso al demonio más despiadado. No.

¿Cómo explicarle a alguien que su muerte está pautada? ¿Qué es inevitable? ¿Cómo hacer que ese hecho sea menos doloroso para el ángel de la muerte?

A diario el ojiverde ve pasar las almas como moscas, se familiariza con la falta de vida como si esta fuese un viejo amigo de fraternidad.  Entonces...¿Por qué en medio del caos yace derrotado? ¿Por qué sostiene el cuerpo de una chica que apenas vivió como si fuera todo lo que tiene e importa?

Si lo piensas bien es fácil de responder.

No es necesario ser una hechicera como yo, para deducir que Azael ha vuelto a caer. O quizás nunca cayó, quizás ahora es real.

Se ha enamorado de lo prohibido, pero en esta ocasión, el amor era puro, tanto que el vacío en su corazón es contagiable, tanto que aquí, observando desde la distancia en el pequeño escondite, con mi cabeza punzando y con apenas energía, puedo afirmar que está desecho.

Como puedo me levanto y avanzo hacia él con premura, entre toda la sangre, escombros, cuerpos y cenizas.

Azzio llora, creo que es la primera vez que soy testigo de un ángel llorando. Sus ojos son esmeraldas verdes brillantes, con fuego contenido y una desesperación inhumana, porque no lo es.

Es una presencia divina, más inalcanzable e insuperable que la mayoría de las criaturas en el mundo. Presencio como su tristeza se transforma en rabia, en impotencia pura.

–¡Mil veces mierda! –Suelta de sopetón, entre jadeos, apenas contiene la furia en su pecho.

Me siento una intrusa, un mirón, absorta en el momento íntimo de dos enamorados.

Cualquiera con la oportunidad, describiría el intercambio como la escena en la que Romeo y Julieta se reúnen, en donde Julieta encuentra a su Romeo paralizado por el veneno, aquella confusión que terminó con la vida de ambos.

Azzio se percata de mi presencia cuando enfoca la vista hacia arriba. –¡Tienes que ayudarme! ¡Debe haber algún hechizo algo para que vuelva!

Le miro con tristeza, de verdad siento su desesperación como mía, su dolor remueve los recuerdos de mi infancia y el corazón que ya muy bien había aprendido a calmar a disimular.

Ángel Oscuro: El Sello Celestial © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora