Epílogo

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¿Alguna vez te has preguntado por que sentiste cosas tan fuertes por alguien de moda tan veloz?

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¿Alguna vez te has preguntado por que sentiste cosas tan fuertes por alguien de moda tan veloz?

De camino a mi habitación me plantee justo eso, tal vez se debía a la clase de historia del arte de esa tarde, nos habían narrado los hechos detrás de varias obras de renombre, que involucraban romance. La pasión, al final del día era la clave para hacer que una obra fuese impresionante.

Entonces me había pasado toda la hora siguiente imaginando como sería una obra que capturará lo que sentía por Azzio.

Sacudí la cabeza de mis pensamientos de enamorada mientras me encaminaba a la recamara, me había saltado la cena porque tenía planes con mi ¿debería llamarlo novio? en su apartamento.

Parecía una tonta, es que era obvio que caí rendida por él, con su aura misteriosa y fuerte. Por la sonrisa de depredador y preocupación casi fraternal. En medio de la fantasiosa realidad que me envolvía ahí estaba Azzio, poderoso, implacable y mío.

Desde aquel beso en el aula de la academia.

Desde aquel contacto en su departamento.

Era mío.

Sin amenazas, sin restricciones, sin muertes, sin peligro que nos asechara y complicará nuestras vidas.

Todo había terminado.

Pestañee como si el pasillo se convirtiese en una nube, proyectando mis recuerdos.

–¿Entonces por qué llegaste a la academia? –Le pregunte un día.

Él me había mirado jocoso. –Fuiste una casualidad, estaba investigando a la directora, Jezabel usaba su cuerpo y quería saber para qué, incluso el demonio menor, Keyva había tomado posesión de una estudiante.

Asentí de a poco. –Al final todo tenía relación...

Yo me ocupé en trazar la curva de su nariz hasta llegar a sus labios, de vez en cuando se escapaba a mi habitación o yo a su departamento, para tener estos momentos.

Sonrío.

Sentía que flotaba en una constelación gracias a mi ángel.

Con la misma mueca de ilusión que me hacía ver como retrasada, abrí la puerta en su totalidad, esta reboto y lo siguiente que se escucho fue un "¡Auch!"

De pronto di con Nina, quien se masajeaba la cabeza con suavidad. Mi mueca automáticamente cambio por una de asombro y vergüenza. –¡Lo siento, Ni!

Ella hizo un ademán restándole importancia y avanzo al centro de la habitación, dejándose caer en la camita que le pertenecía.

Nina era mi nueva compañera de cuarto, lo que significaba que el orden se había restituido y mi soledad disminuido.

Sorprendentemente a ella no le importaba las habladurías de los estudiantes acerca de Francesca -Las cuales con Jezabel muerta habían llegado de pronto.- Sin su hechizo, el raciocinio inmundo de nuevo a los estudiantes de la AUAP.

Nina decía que siempre iban a haber idiotas que dijeran estupideces, y que ella no sería uno de ellos.

También, comentó en broma que seguro solo estaban celosas, porque en su mayoría eran mujeres las que me repelían de alguna forma.

El hecho de que hubiese atrapado al "italiano candente de la universidad" -sus palabras no mías-

Me refugie en lo que decía la rubia, ella tenía esta típica belleza al estilo americano con ondas en su cabellera y los brillantes ojos ámbar, cual miel cayendo.

–¿Qué tal las clases?

Me encogí de hombros, fantasee bastante también porque las veces que me choqué por los pasillos con Leticia esta me ignoraba olímpicamente, al parecer dejarla fuera del chisme había herido bastante su ego y nuestra frágil amistad.

Samuel por otra parte... estaba desaparecido, pocas veces lo había visto pero no lo suficientemente cerca como para hablar con él. Azzio me dijo que las únicas ocasiones que iba a chequear en la habitación, parecía estar intacta, como si nadie viviera ahí...

Me limité con una simple respuesta. –Todo bien, historia estuvo interesante ¿Y tú?

Nina me sonríe mientras recoge de debajo de la cama sus lienzos en blanco. –Ya sabes, pintura por aquí y por allá. Todavía no sé qué hacer para el final del proyecto. –Le di la espalda mientras arreglaba mis libros en el librero, pude ver de reojo por el espejo como se acercaba al escritorio compartido. –Por cierto, llego un sobre en el correo, lo puse aquí. –Hace una seña a la mesa mientras acomoda sus apuntes encima de la silla.

Me tenso.

Habla casual, y puede que yo este paranoica pero mis alarmas se prenden como hace mucho no habían sido encendidas.

No tengo a nadie de quien recibir correo...

–¿Enserio? qué raro ¿leíste el remitente?

Ni siquiera parece interesada en mirarme porque pasa las páginas del cuaderno que tiene. –Umm nope. –Dice resaltando la p. –Solo vi que decía tu nombre, estaba al pie de la puerta.

Asiento, pero el gesto pasa desapercibido porque ella ni me mira, camino hacia el escritorio a paso lento mientras desdoblo y abro el sobre, no se muestra quién lo envía y solo se deja ver un papel liso de un blanco perlado, las letras están escritas en un tono dorado brillante como oro líquido dibujado.

Pero las palabras en la carta me golpean como una bofetada y de pronto tengo que apoyarme de la pared y coger aire para no desmayarme.

Tengo suerte de poder contar con la privacidad momentánea que me otorga, tengo suerte por su falta de atención.

Casi se puede escuchar el instante en que mi burbuja de ilusión explota, ese segundo en donde siento como si me hubiesen echado un balde de agua helada encima.

Creer que los peligros se habían acabado había sido un movimiento iluso, la amenaza está clara y lo avisa la firma en el papel.

Son horribles los escenarios que imagino.

No necesito ser psíquica para saber quien escribió aquello.

No cantes victoria, esto apenas comienza.

No cantes victoria, esto apenas comienza

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Ángel Oscuro: El Sello Celestial © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora