Capítulo 9: "El bar"

32 2 0
                                    

Y sabes papá, me duele mucho el simple hecho de pensar que no tengo ni siquiera una idea de ustedes juntos, hasta imaginarlos parece estar tan lejano.

Son muy crueles; ni siquiera tengo una fotografía.
Algo que me haga sentirme cerca, si quiera un misero recuerdo, pero no, no recuerdo nada, ni siquiera una mínima sonrisa de ambos estando juntos.

Como una bomba cuando está a punto de estallar, así estoy o soy.

Supe que estaba realmente vulnerable cuando decidí llamarle a él, no hubo respuesta pero de igual modo me sentí mal.
No esperaba hablarle, ni siquiera que supiera que era yo quien estaba del otro lado de la línea, supongo que por eso marqué privado.
Pero quería al menos que su voz lograra tranquilizarme aunque fuera solo un poco.
Estaba abatida y yo lo sabía y odiaba sentirme así, sin esperanzas o si quiera las fuerzas, ese impulso que se necesita para salir adelante; Como una camioneta estancada en un lodazal que requiere esa fuerza de voluntad, ese impulso para salir de allí.
Así de jodida estaba yo.

En medio de una gran nada sin nadie que me ayudase a salir de allí.
Y es jodido sentirse así.
Te quieres morir por lo que te está pasando en el momento y por una sumatoria de cosas antiguas que todavía  te hacen eco porque no las hablaste, no las lloraste o no las solucionaste en su debido momento, pero recuerdas esa mujer en el bus, ligeramente relajada, con un niño muy pequeño y frágil en sus brazos  que te mira con determinada atención y te sonríe con estudiada afectación de sorpresa mientras observa  la suavidad de tus labios al humedecerlos, el roce de cada uno de tus dientes al emitir fonemas; Esa pareja de ancianos que te observa por la calle cuando acabas de dejar el bus, vas delante de ellos pero te detienes porque sabes que no estás haciendo algo... los agarras a ambos de las manos y los ayudas a cruzar la avenida mientras ellos te miran como si fueses su héroe; Ese niño que estuvo al mismo tiempo que tú en la bodega y no le alcanzó el dinero para comprarse algunas golosina y decidiste regalársela a cambio de que te diese un beso en la mejilla y te regalase una sonrisa de lado  dejando notar lo agradecido que estaba para así poder sentirte más tú; Esa adolescente que olvidó su fecha menstrual y acabó haciendo el peor de los ridículos pero tú optaste por prestarle tu sudadera para apaciguar la vergüenza a pesar de que estuvieses muriendo de frío.
Y es justo ahí cuando te das cuenta que si tienes razones para vivir.
Que eres capaz de sacar lo mejor de otros y aunque te sea imposible sacar lo mejor de ti para ti misma merece la pena lo que haces, porque eres feliz cuando alegras a otro.
Y el problema de que lo que hace no tenga el mismo peso sobre ti radica en la siguiente explicación... el entrenador no juega.

Porque así eres tú.
No lo ves pero lo haces.
Haces que todos te vean así, como lo que eres y lo peor de todo es que sólo tú no seas digna de notar lo valiosa que eres a pesar de tener tantas virtudes.
Y no te digo que no tengas defectos, porque joder! El ser humano está condicionado para fallar, aprender, crecer y con ello levantarse.
Y por muy bien que estés haciendo las cosas siempre habrá algún ardido recordándote que tú no das, que tú no puedes.
Y son factores que la gente como tú utiliza a su favor, para crecer y demostrar que si se puede y esto ya lo sabes porque mucha gente te lo ha dicho antes y tú muy en el fondo sabes que es así.
Que necesitas un reto en la vida y y no para sentir que compites con alguien sino para saber hasta donde eres capaz de llegar para sentirte satisfecha contigo misma.
Y aunque te cuesta tanto confiar tú solo esperas algún día poder realizar todas las cosas que por tu cabeza vagan.
Esperas que venga alguien que te haga confiar porque el primer hombre que no debía lastimarte fue el primer hombre en romper tu corazón.
Pero...

De uno de los chicos con los que me he acostado, aprendí:

Flashback:

COLAPSARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora