Pues es la verdad, ¿qué más les puedo decir al respecto? Desde un inicio nos dijeron que nuestro propósito era perseverar la supervivencia del organismo. Cada quien tiene su propia tarea, todos la hacían justo como deberían de hacerlo. Yo, yo sé que soy muy importante, al igual que todos. Cada una de las partes que componen el organismo ejercen una función que todas las demás no pueden, por eso, el trabajo en equipo es importante, las cosas van yendo de un lugar a otro todo el tiempo.
Entonces, como iba diciendo, mi función era básicamente la de bombear la sangre hacia cada tejido y de paso sacar la inmundicia de las venas. Una tarea muy repetitiva para serte sincero, no tenía descanso alguno. Yo debía de estar siempre trabajando. Un segundo sin mi trabajo sería fatal. Nunca, en ningún momento de la vida del organismo me había detenido más allá de una pequeña fracción de segundo... hasta ahora.
Y sé que me quieren reprochar y culpar de todo, pero de antes que hagan eso, déjenme decirles mis razones. Cada quien estaba haciendo su trabajo de lo más bien, eran impecables todos, excepto alguien... el maldito cerebro. Puedo jurartelo, era un grandísimo imbécil, ¿qué por qué?
porque su sola acción hacía que todo el organismo se auto-destruyera constantemente. No hay nadie a quien odie más, de hecho, no odio a nadie, todo mi odio es para él.Se hacía llamar Pedro. Se tenía a sí mismo como un rey supremo. Él a veces creía que tenía todo el control y por arte de magia las cosas se resolverían dejándonos todo a nosotros. Primero, al hígado lo torturó salvajemente desde la primera copa que se tomó cuando el organismo iba a un lugar llamado "preparatoria". Luego, al muy idiota se le ocurrió que era buena idea empezar a introducir humo a los pulmones de forma diaria por más de veinte años. Y todo lo que le hacía al estómago, siempre comiendo chile, el cabrón.
Cuánto los torturó él a ellos y a todos los demás componentes del organismo, incluyéndome, claro está. Pues a mí es a quien hirió de forma más desgarradora e imperdonable, haciéndome creer que esos impulsos que yo le mandaba serían hechos realidad, que los iba a poder ver. Me hizo creer que todo aquello que yo le pedí me lo daría... jamás me dió nada. Esa falta de determinación, el poco caso que hizo a mis deseos, mantuvo al organismo tibio, seco y distante.
Me hizo sufrir profundamente. Me hizo agitarme tanto que no pude hacer nada más que moverme hasta el cansancio, y ahí quedó todo.
Pero la verdad, es que me detuve voluntariamente. No podía seguir viendo el terror que él causaba sobre todos nosotros, y aún a pesar de que sin él no somos nada, estoy orgulloso de haber acabado con eso que, ya todos sabíamos era una pesadilla. Y no me importa que estos vayan a ser mis últimas palabras ni mis últimos momentos. Por favor, déjenme descansar.