Basado en los 60s
La grave voz del padre resonaba por todo el pequeño lugar haciendo eco en las paredes adornadas con varias figuras de santos con las manos juntas, mirando al cielo de cemento pintado tal y como si estuviesen rezando o pidiendo perdón por sus pecados.
La gente vestía arreglada con sus mejores ropas, las mujeres peinadas con bellos tocados, labios rojos faldas por debajo de las rodillas, los hombres con trajes grises o negros, pelo engominado y zapatos brillantes y los niños vestidos en tonos pastel arreglados como muñecos. Todos miraban hacia abajo murmurando sus oraciones, escuchando las palabras llenas de mentiras del cura.
Richard Tozier veía como una tortura tener que acudir allí todos los domingos, no comprendía la necesidad de creer en algo, no comprendía por qué se tomaban tan enserio la misa. Él no era creyente, para nada, si fuese por él no se encontraría allí ni de broma, estaría fumando a escondidas cerca del lago del pueblo pero no le quedaba más remedio que estar allí de pie en su traje gris azulado, peinado como un muñeco de ventrílocuo. Porque su padre era el sacerdote, el vendedor de humo como le gustaba llamarlo. Había otra razón por la que se presentaba en ese sagrado lugar: William Byers, el hijo del alcalde. A Tozier le gustaba mirar al bello castaño durante la misa, ver como sus finos labios pronunciaban en un murmullo inaudible las oraciones, ver sus cabellos cayendo sobre sus ojos verdes, ver como juntaba sus manos cuando se sentaba o como se cruzaba de piernas en una postura nada masculina que era corregida por su padre de mala manera.
En ese momento se encontraba mirando como Byers abotonaba el último botón de su camisa después de ser regañado por su padre. La verdosa mirada del menor chocó con unos marrones ojos acristalados que lo observaban de hace rato y le sostuvo la mirada brindándole una sonrisa con un gran significado detrás.
El hijo del alcalde ya se había percatado de las miradas que el azabache le lanzaba desde hace unas semanas. No le molestaban, al contrario, sabía que lo que se le pasaba por la mente cada vez que el pecoso lo miraba estaba más que prohibido, si alguién pudiese leer su mente cada vez que analizaba de arriba abajo al de gafas lo apalizarían por estar enfermo. Es por eso que ese día decidió darle a entender que era consciente de sus miradas. Aquella mañana había discutido con su padre de forma desquiciada porque el mayor había encontrado en su armario una blusa rosada. Puede que parezca una tontería pero para su progenitor no lo era en absoluto, este comenzó a gritarle que ese color no era propio de varones, lo tachó de marica afeminado y luego lo arrastró a la iglesia. Estaba enfadado con su padre, por más que la Biblia lo dijese él no estaba enfermo, era libre de amar a quien quisiese y desde siempre encontró mucho más lindos a los chicos que a las chicas. A sus 16 años su familia lo presionaba para que encontrase una novia y se prometiste tal y como lo hizo su hermano Jonathan con su ahora esposa Nancy Wheeler cuando tenía su edad.
Aquella sonrisa al azabache se volvió a repetir, sus miradas chocaron de nuevo y el más alto le guiñó un ojo discretamente para después volver a fijar su vista al frente.
La misa ya había acabado y Tozier era el encargado de limpiar la capilla cuando no quedase un alma vigente. Tomó la escoba guardada en el almacén detrás del altar y comenzó barriendo justo debajo de la cruz de Jesús, estar allí solo le causaba escalofríos estaba tan vacío y solitario que el mismo sonido de las cerdas de la escoba barriendo el suelo hacía eco. Tan ensimismado estaba con el polvo que se levantaba que no notó cuando alguien entró cerrando la puerta tras de sí causando un estruendo sordo. Giró sobre sus talones de inmediato y pudo ver al hijo del alcalde apoyado contra esta con la respiración algo agitada pero con una sonrisa.
- Qué haces aquí?- cuestionó dejando su oficio.
- Yo...-de pronto estaba nervioso.- no quería estar en casa y me fui.
Una dulce y nerviosa risa se metió en la cabeza de Tozier sin intenciones de querer salir.
- Te has escapado?- preguntó de manera burlona siguiendo con su trabajo.
- No!
El azabache arqueó una ceja.
- Bueno, sí quizá lo haya hecho.
- Y por qué has decidido venir aquí?- dijo dedicándole una mirada de desprecio al amplio lugar.
Parece que esa pregunta lo tomó por sorpresa pues no sabía que responder.
- Porque...porque quería verte.- rápido y conciso.
Richie se sonrojó tardando más de la cuenta en contestar.
- Por qué? Es decir, no nos conocemos.
- Quizá por eso, no?- se acercó al altar- para conocernos mejor.
- Joder.- aquella palabra prohibida hizo eco en la iglesia.- quieres conocerme?
El castaño asintió entusiasmado.
- Sígueme.- tiró la escoba y tomó el brazo del menor guiándolo por los angostos pasillos de la construcción subiendo unas empolvadas escaleras de piedra empinadas y estrechas.
- A dónde vamos?- sus ojos se movían por todo el lugar curiosos.
- A mí lugar secreto.- deteniéndose frente a una puerta vieja de madera sacó unas grandes llaves de hierro de detrás de unas piedras y abrió causando un chirrido estruendoso que hizo estremecer al menor.
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I love you, sorry... °°Ryers O.S°°
Fiksi PenggemarPequeñas historias de esta preciosa pareja. Solo entra, te gustará 7u7 [Hermosa portada hecha por ItsJustOleg 💛]