¿Es esto a lo que le llaman muerte?

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    Hasta ahora, Kongpob se ha estado quedando con él por más de una semana. Arthit de verdad que no pudo seguirle la pista al tiempo por lo rápido y repentino que todo estaba sucediendo.

    Él ya sabe que Kongpob es un alienígena que huyó de su planeta para buscar un lugar seguro. Por lo que Kongpob le ha dicho, la verdad es que no se supone que aterrizaría en la tierra, pero las coordenadas de su nave espacial hicieron un aterrizaje de emergencia aquí y coincidió que la casa de Arthit estaba en la zona de aterrizaje de la nave de Kongpob.

    Arthit hostigó a Kongpob para que le dijera dónde estaba su nave, pero el alienígena no cedió.

—Está en un lugar seguro, Arthit —explicó Kongpob.

    Él quiere ver la nave espacial por sí mismo. Arthit ya superó el hecho de que los alienígenas existen y ahora le entusiasma la idea de ver una nave espacial real con sus propios ojos.

    Quién sabe, tal vez Kongpob lo deje conducirla.

    Aún no lo ha sacado de la casa, no. Kongpob no tiene idea de las costumbres humanas, así que Arthit se propuso enseñarle tanto como pueda desde saludar apropiadamente y no sólo decir groserías como "quién jodidos eres tú" a quien sea que conozca.

    No fue sorpresa que Kongpob fuera experto en tecnología humana, por ejemplo, con su laptop.

    Arthit le prestó a Kongpob su vieja laptop para que la usara, le explicó los fundamentos de la búsqueda por internet y ese tipo de cosas, así que, si Kongpob tiene una pregunta, puede sólo buscarla en Google.

—Arthit —Kongpob le llama desde la sala.

    Él aún no puede hacer que Kongpob lo llame apropiadamente. El alienígena seguía insistiendo en que es mayor que Arthit, por lo que no había motivo alguno para llamarlo con honoríficos.

    Sin embargo, el argumento de Arthit era que Kongpob es apenas un bebé bajo los estándares de la tierra y que tenía que ser respetuoso con él.

    Obviamente, eso no funciona.

—¿Qué sucede ahora? —Camina hacia Kongpob quien tiene el ceño fruncido.

—¿Por qué este sitio web me sigue insistiendo que gané un millón de Baht? —Dice Kongpob—. ¿Y cómo lo reclamo?

—Creí que no necesitabas dinero —murmura, mirando sobre los hombros de Kongpob para ver lo que estaba haciendo el alienígena.

    Kongpob de verdad es ingenuo. Dile algo y él lo creerá, pero Arthit supone que es porque es un alienígena y no está acostumbrado a que lo engañen.

    Él piensa que eso es gracioso.

—Ignora ese —Arthit cierra la ventana, alzando sus cejas cuando un sitio web lo mira de vuelta—. ¿Por qué la gente necesita dormir? —Lee.

    Entonces, Kongpob se gira para mirarlo, diciendo con expresión dolida:

—Dormir no es algo a lo que estoy acostumbrado. ¿Por qué lo necesitan los humanos?

    Arthit se ríe. Dormir es lo mejor que los humanos hayan podido inventar. No va a acoger a alguien que no comparta los mismos ideales que él.

—Ahora también eres humano, ¿recuerdas? —Arthit se sienta a un lado, recuperando su vieja computadora mientras revisa el historial de búsqueda de Kongpob.

    Allí, encuentra cosas aburridas como "cómo viven las plantas" y "tipos de animales", hasta cosas mucho más complicadas como "biología molecular" y "física cuántica".

    A Arthit ya le duele la cabeza.

—Dormir es esencial —dice Arthit—. Recarga tu mente y tu cuerpo.

    Él recuerda vívidamente la primera vez que Kongpob experimentó la gloria que es dormir. Kongpob se había adueñado del piso de la recámara de Arthit con todo y un colchón inflable, ya que Arthit no tenía ninguna recámara de huéspedes para que usara el alienígena.

    Eran casi las 10 de la noche cuando Kongpob tocó su pie con ligereza.

—Arthit —había resoplado Kongpob.

—Qué.

—Mis párpados se sienten pesados —dijo el alienígena—, y no puedo dejar de abrir la boca. Es frustrante.

—Bostezar —explicó Arthit desde la cama. —Se llama bostezar y lo que sientes se llama cansancio. Tu cuerpo necesita dormir.

—No me gusta.

    Arthit se burló, sentándose en el borde de su cama para echarle un vistazo a Kongpob.

—En esta casa amamos dormir. Cierra los ojos y déjame descansar.

—¿Me estoy muriendo?

—Lo harás si no te callas.

    Kongpob se quedó en silencio por un minuto y Arthit pensó que tal vez el alienígena se había quedado dormido, pero entonces Kongpob habló de nuevo.

—¿Así es como se hablan los humanos?

    Arthit giró los ojos.

—No, sólo yo. Ahora duérmete.

—Necesito conocer a otros humanos para comparar —Kongpob siguió hablando—. Detecto molestia en la mayoría de tus oraciones.

—Es porque estoy molesto —murmuró en voz baja.

—Tal vez otros humanos me tratarían diferente...

—¿Entonces por qué viniste aquí en primer lugar?

    Kongpob se incorporó, mirándolo con esos penetrantes ojos suyos al decir:

—Es probable que, sabiamente, tu casa haya sido la más segura que mi nave pudo encontrar. Si te hace sentir mejor, encontraré otro lugar para vivir.

    El corazón de Arthit se aceleró. La idea de tener a Kongpob solo allá afuera podría significar problemas. Mucha gente no acogería a un alienígena de la forma en que él lo hizo y es probable que mucha gente reporte a Kongpob a la policía, quienes lo llevarían a una instalación secreta del gobierno donde experimentarían con él hasta que...

—No, te quedarás conmigo —dijo Arthit—. Eres afortunado de que yo tenga un corazón de oro.

—¿Tienes un corazón de oro? —Kongpob ladeó la cabeza y Arthit no pudo evitar reír—. ¿De qué está hecho el mío?

—Es una expresión.

    Se volvió a meter en la cama, mirando al techo mientras esperaba a que Kongpob se durmiera, pero el otro chico no se callaba.

—Necesito aprender más sobre las costumbres humanas —dijo Kongpob mientras se volvía a acostar en su cama improvisada. Ya arrastraba las palabras y Arthit tenía que morder su labio para no reír. —Pero no tengo ningún aparato que me ayude.

—Ya duérmete, joder —dijo Arthit. Él estaba de verdad cansado y tenía que ir a trabajar temprano a la mañana siguiente para dar una presentación.

    Arthit aún no le agradecía a Kongpob por lo que hizo con su plano, así que pensó que prestarle su vieja computadora portátil le ayudaría a investigar y esas cosas.

—Siento que me estoy muriendo, Arthit.

—Joder, si no te duermes entonces morirás de verdad.

    Kongpob no respondió, así que Arthit al fin cerró sus ojos para tener algo de descanso.

    Pero después de un rato, escuchó que Kongpob murmuraba:

—Que tengas una jodida buena noche, Arthit.

    Arthit dejó salir una risa suave. De verdad que tenía que corregir la tendencia de Kongpob por decir groserías en cada frase.

    Pero, por ahora...

—Que tengas una jodida buena noche, Kongpob.

ExtraordinarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora