Aquí no hay gato encerrado

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    El domingo, fueron a la clínica veterinaria.

    Al tener al Señor Risas ahora con ellos, Arthit tenía que asegurarse de que el gato estuviera vacunado y en perfecta salud, así que llamó para hacerles una cita.

    Él sabe que el viaje al veterinario le costará una fortuna, pero Kongpob le ha agarrado cariño al felino y Arthit puede creer en esta como otra forma de agradecerle por ayudarle con su plano.

    La clínica veterinaria está sólo a unas calles de distancia de donde vive, así que caminan. Kongpob observa sus alrededores con el Señor Risas en sus brazos, justo como la primera vez que salieron de la casa. Eso trae a Arthit un sentimiento de tranquilidad, el ver a Kongpob sentirse curioso por el mundo.

    La vista es pura e inocente y Arthit piensa que puede aprender de ella una o dos cosas.

    Los vecinos los vieron ayer cuando salieron al centro comercial para comprarle algunas cosas al Señor Risas, así que Arthit tuvo que decirles que recientemente se había conseguido un compañero de cuarto para ayudar pagar las cuentas, lo cual, por fortuna, ellos se creyeron. Él no podía decirles con exactitud que Kongpob sólo apareció de la nada desnudo en su sala y que había decidido simplemente acogerlo.

    Creerían que es un raro.

    Mientras caminan, ven a un perro blanco callejero olfateando un bote de basura cercano. Arthit no es en sí un fanático de los animales, pero le dan lástima los animales sin hogar.

    Justo como este.

    A su lado, Kongpob habla.

—¿Es un canino, Arthit?

—Un perro, sí —responde él.

—¿Por qué olfatea la basura?

—Busca comida.

    Entonces, Kongpob se gira hacia él con la cabeza ladeada y el ceño fruncido, lo cual sólo puede significar problemas si Arthit no distrae al alienígena.

    —Es basura —observa Kongpob—. No hay comida allí.

    Suspira. Si le dice a Kongpob que el perro es callejero y que no tiene hogar, está bastante seguro de que el alienígena querrá quedárselo.

    Pero no sabe que más decir, así que...

—Sólo está hurgando por allí. Démonos prisa o llegaremos tarde.

    Con una mano detrás de la espalda del alienígena, Arthit hace que Kongpob se mueva. En los brazos de Kongpob, el Señor Risas le da a Arthit una mirada que Arthit está seguro es de decepción, por lo cual Arthit hace un gesto porque, oye, es un gato y Arthit no debería sentirse culpable sólo porque ignoró a un perro callejero.

    Siguen caminando y, mientras se acercan a su destino, Arthit no puede evitar notar que Kongpob intenta mirar hacia donde estaba el perro.

    Suspira.

    Cuando están frente a la clínica veterinaria, el Señor Risas empieza a removerse en el agarre de Kongpob.

—A él no le gusta el lugar, Arthit.

—No me digas —murmura.

    Entran a la clínica y los saluda la recepcionista. Arthit le informa que tienen una cita, así que la chica le sonríe dulcemente antes de ver detrás de él hacia donde Kongpob está ocupado tranquilizando al gato de ambos.

    El gato de ambos.

    Arthit se acaba de referir al Señor Risas como su gato y el de Kongpob.

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