Una Navidad extraordinaria

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    Todo comenzó la semana después de comprar los adornos para el árbol.

    Compraron algunas guías de luces, colocándolas alrededor de las plantas del jardín trasero en una ocasión después del trabajo. Arthit había visto la sonrisa crecer en el rostro de Kongpob cuando las encendieron esa noche.

    Se sumergió en la escena frente a él, con las luces reflejándose en los ojos de Kongpob los cuales atrajeron a Arthit, chocando sus hombros con una suave sonrisa.

    También pusieron algunos adornos alrededor de la casa. Algunas baratijas por allí y por allá, algunas velas aromáticas y una pequeña figura de Santa que Kongpob insistió en comprar.

    Arthit había puesto algunos regalos para sus amigos debajo del árbol, y cuando Kongpob le preguntó, el alienígena lo imitó al día siguiente, colocando debajo algunos regalos mal envueltos.

    La mayoría era para los amigos de Arthit y los otros para los compañeros de trabajo de Kongpob.

—El otro día doné una bolsa de comida para gatos al refugio de animales —dijo Kongpob con una sonrisa orgullosa.

    Fue entonces cuando Arthit se dio cuenta de que tal vez Navidad no tenía nada qué ver con todos los regalos o las decoraciones o las luces o las fiestas, sino con quién pasabas la celebración.

    Al crecer siempre la había pasado con su familia, y aunque ellos en realidad no la celebraban desde el punto de vista religioso, sí se llevaban a cabo algunas de las tradiciones.

    Arthit disfrutó de los regalos, de la comida con su familia y de las fiestas a las que iba con sus amigos. Todo eso le daba una pista del significado que traía consigo la Navidad, pero esta era la primera vez que sentía que debió haberla celebrado más.

    Y esta es la primera vez en la que Arthit de verdad siente el fantasma de la relación que nunca pensó que necesitaría hasta que tuvo a Kongpob sentado a su lado, tomando un sorbo de su taza de chocolate caliente con una expresión contenta en el rostro.

—Tienes razón, P'Arthit —asiente Kongpob—. La crema batida hace que sepa mejor.

    Arthit ríe. Sólo están esperando a que el reloj marque las 12 para que Arthit pueda desearle formalmente una Feliz Navidad a Kongpob.

—Deberías escucharme de vez en cuando —dice Arthit mientras toma un sorbo de su propia taza.

    Apagaron las luces hace un rato, dejando únicamente el ligero resplandor de las guías de luces en el árbol. Kongpob había encendido algunas velas y ahora la sala huele a vainilla. El suave aroma casi lo tiene relajado.

    Desde el suelo, el Señor Risas está jugando con una bola de estambre que Arthit le dio hace rato. Lo observan en silencio hasta que sus miradas se encuentran.

    Comparten una risa.

    Hay algo con la sala ligeramente iluminada y con las velas encendidas y el chocolate caliente que hace a Arthit sentirse cálido. Pero sabe que es mucho más que lo que está sintiendo ahora.

    Es como un tirón en su pecho. Es como si lo caliente de la bebida se asentara en su estómago, intensificando el sentimiento dentro de él y casi llevándolo a las lágrimas.

    Arthit no sabe qué sucede, pero lo está disfrutando.

    Kongpob casi salta cuando el reloj al fin marca las 12.

    Mira al otro con una expresión divertida mientras Kongpob bebe el resto de su bebida antes de ponerse de pie.

—Feliz Navidad, P'Arthit —celebra Kongpob.

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