Sus ojos trataban de abrirse poco a poco, intentando adaptarse a la luz artificial. No sabía donde estaba, no podía recordar nada; todo ante él lucía borroso y parecía desaparecer. Cerró los ojos.
-Tranquilo mi bebé... todo estará bien- una dulce voz se incrustó en su cabeza-, no te preocupes, saldremos de esta- era su madre. Abrió sus ojos y un techo blanco apareció en su visión, volteó su vista a los lados y unas personas vestidas con batas y de blanco estaban a su alrededor.
-Mami...- la señora Gress tomó su mano; algo estaba mal, la frente de su madre tenía un hilo de sangre. Intentó moverse pero su madre lo impidió.
-No, amor. No te muevas- intentó hacerlo de nuevo, pero entonces su vista comenzó a verse borrosa de nuevo y su cuerpo poco a poco se fue quedando inmóvil.
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-Mami... ¿Joaco estará bien?
-Claro que sí, Emilio- la rubia lo tomó de la mano y lo llevó hasta las bancas de metal de la sala de espera-. Joaquín es fuerte.
-Lo es- el pequeño niño le contestó con una sonrisa.
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-Mami ¿puedo ver a Joaco?- preguntó el pequeño niño de rizos chocolate.
-Espera un poco, cielo. Su madre me dijo que las visitas serán...- antes de que pudiera terminar dicha oración vio como unos doctores ingresaban rápidamente por el pasillo de las habitaciones. Ambos se quedaron sin habla.
-Mami ¿y si Joaco está mal?- preguntó con voz quebrada y las lágrimas a punto de salir de sus ojos color café.
-No creo que...¡Emilio!- la rizada gritó y corrió tras su hijo que hace unos segundos se había echado a correr hacia las habitaciones en busca de su mejor amigo.
El pequeño rizado no se detuve en ningún momento, no se detuvo cuando el guardia intentó tomar su brazo, no se detuvo cuando las enfermeras le gritaron intentando pararlo y mucho menos se detuvo cuando su madre venía tras él. Quería encontrar a su mejor amigo, y así lo hizo.
La habitación 251.
La habitación donde estaba su Joaquín.Antes de que pudiese girar la manija de la puerta escuchó unos fuertes sollozos. Era Joaquín. Rápidamente abrió la puerta y la imagen que vio al entrar, quebró su corazón.
Su mejor amigo estaba abrazado a su madre mientras que lloraba y gritaba. Grandes lagrimas corrían por sus pequeñas mejillas, así que sin pensarlo corrió hasta el pequeño y lo abrazó fuertemente, rodeandolo por los hombros. Joaquín al sentir el calor de su amigo no tardó en esconder su rostro húmedo en el espacio de su cuello para seguir llorando.
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El tiempo pasó, y los doctores tuvieron que inyectarle un sedante para que el pequeño estuviera un poco más tranquilo y pudiera descansar. Después de todo su salud no era la mejor en esos momentos. Sin embargo Emilio no se alejó de él. Siguió ahí a su lado y muy dentro de él, prometió siempre estarlo.
La noticia de la muerte del padre de Joaquín lo había golpeado de gran manera, y sabia que ahora más que nunca, su mejor amigo lo necesitaba.
-Te voy a apoyar siempre, Joaco- susurró-. Prometo siempre estar contigo- se acercó a su rostro y depositó un rápido beso sobre la frente de su amigo y se alejó con la misma rapidez. Antes de que alguien llegara.
Y fue ahí, que ese veinticinco de marzo que todo cambió, ya que en medio de esas cuatro paredes blancas, fue el inicio de un gran promesa
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-¿Bueno?- contestó soñoliento.
-¿Emilio?
-Ah hola Joaco- dijo al reconocer a su mejor amigo- ¿Por qué llamas a esta hora?- preguntó observado la oscuridad de la noche a través de su ventana-, aún es algo tarde ¿no crees?
-Lo sé- soltó un suspiro-. Pero es que tuve pesadillas, horribles pesadillas y yo...- su voz comenzó a quebrarse.
-No, no, no llores- dijo haciendo un pequeño puchero- está bien joaco. Está bien que me llamaras, sabes que siempre estaré aquí para lo que necesites.
-Gracias, Emi.
-De nada, mi palmerita- ambos soltaron una risa ante dicho apodo que el rizado le había puesto al otro pequeño. Bueno por lo menos lo había hecho reír-. Hummm ¡ya sé! ¿Quieres que te cuente una historia?- preguntó con una evidente emoción.
-¿Una historia?
-Sí. Mi mami antes de irme a dormir suele contarme historias para que no sueñe cosas feas.
-Está bien- respondió.
-De acuerdo... esta historia habla sobre dos guerreros...
Emilio comenzó a relatarle la historia que su madre hace poco le había contado, a mitad de la historia los ojos de Joaquín comenzaron a cerrarse y su respiración se volvió tranquila.
Esa noche Joaquín se quedó dormido, soñando con esos dos guerreros, sólo que en sus sueños esos dos guerreros eran Emilio y él.
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Underneath the moonlight [Emiliaco]
RomanceJoaquín y Emilio son mejores amigos desde que tenían seis años; un día veinticinco de marzo Joaquín pierde a su padre en un accidente automovilístico, tras terrible acontecimiento, Joaquín comienza a tener pesadillas recurrentes sobre ese día tan tr...