Tres.

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Dicen que es horrible estar en un lugar deseando estar en otro. Y en estos momentos Joaquín Bondoni lo entendía a la perfección.

Él deseaba estar en su cama, con su manta favorita tapando su cuerpo y poder acurrucarse con su peluche favorito; el señor botas. Pero en lugar de eso, se encontraba en un banco de madera, con sus ojos llenos de aburrimiento mientras la maestra explicaba no sé que tema sobre al parecer ¿matemáticas? No estaba seguro, desde hace media hora que había perdido el hilo de lo que la señora de más de cuarenta años y cabello ondulado decía en frente.

Emilio, que se encontraba a su lado notó como su amigo estaba a punto de cerrar sus ojos y caer dormido sobre la mesa.

-Luces muy cansado- murmuró.

-Lo sé- dijo sin algún tono de emoción en su voz-, no entiendo como puedes estar tan despierto- giró su rostro hacia su amigo-, también dormiste tarde anoche.

-Sólo estuve despierto como media hora. No es mucho- lo volteó a ver también.

-Humm... como sea, sólo quiero ir a mi casa a dormir- dijo esto último dejándose caer sobre su mesa. Gracias a Dios dos minutos después el timbre de salida sonó; así que con algo de pereza se levantó de su lugar. Sin embargo Emilio al ver como se encontraba el castaño, decidió ayudarlo guardando sus cosas. Después de todo él era más rápido y sus cosas ya estaban en su mochila desde hace unos minutos.

Con un ligero "gracias"  de parte de Joaquín hacia Emilio, ambos chicos avanzaron hasta la salida.

En donde cierta rizada de cabello rubio ya los esperaba.

-Hola, chicos- saludó amablemente-, por cierto Joaquín, tu madre me habló y me dijo que se ocuparía en unas cosas, por lo que me encargo cuidarte hasta que ella se desocupara.

-Está bien- respondió con una sonrisa. Le gustaba ir a la casa de Emilio.

Ya en el coche, el rizado se acercó a su amigo y le dijo en el oído:

-Puedes dormir en mi cama, si quieres- le respondió con una sonrisa.

La casa de Emilio no estaba tan alejada de su escuela, o eso pareció; ya que ambos chicos se la pasaron parloteando de todo lo que habían pasado en clases, haciendo que de esta manera el sueño se fuera un poco del castaño.

Finalmente llegaron al hogar del mayor y con una sonrisa ambos bajaron.

-¿Tienes alguna tarea, Emilio?- pregunto su madre cuando se encontraban entrando por el umbral de la puerta y dejaba su gran bolso de cuero sobre la pequeña mesita de en medio.

El rizado de ojos café se quedó pensando por un momento; no tenía nada en realidad... o bueno sólo esa molesta lectura que la maestra les había dado desde hace más de un mes y él aún no iba ni por la mitad del libro.

-No...- su madre lo miró sospechosamente- bueno... sólo tengo un libro que leer- sonrió inocentemente-. Pero no te preocupes mami, lo leeré en unos momentos- sonrió angelicalmente.

-Bien- la rubia suspiro sonoramente y se dirigió a la cocina- vayan a dejar las cosas arriba y bajan para que coman.

Ambos chicos asintieron frenéticamente y subieron rápidamente las escaleras.

-Si quieres, después de que comamos te puedes quedar aquí y dormir lo que quieras. No te voy a molestar- le dijo mientras dejaba caer su suéter sobre la cama y procedía a quitarse la camisa. Después de todo, ambos se tenían demasiada confianza-, ah por cierto. Puedes tomar lo que quieras del closet, ya sabes, para que no ensucies tu uniforme.

Underneath the moonlight [Emiliaco] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora