Episodio 16.

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Así transcurrieron varias semanas todo parecía ir normal pero la pelirroja ya no se encontraba, en cada esquina se podría visualizar un cartel con su rostro y descripción física para facilitar su paradero.

Zeale siguió llendo a trabajar mientras las primeras semanas se le veía triste y pensativo. Renhet y Matthew, notaban eso puesto que tenía una cierta "amistad" con la pelirroja.

-—Comó va todo?.- preguntó Renhet.

Zeale la miró dándole una sonrisa aunque pequeña.

—Mejor.- se sinceró.—Creí que se había ido de viaje por su reputación pero no, así que.. estar desesperado no servirá.

Renhet le sonrió tocándole el hombro mientras se iba a la cocina del local, Zeale ignoraba a los agentes y otras personas buscando a su florecilla roja. Lo que nadie había notado incluso él mismo era que una mujer afroamericana estaba siguiéndole los pasos a este "caballero", en las calles de Madrid-España en una taberna llamada Origen localizada en la calle de Juan Álvarez Mendizábal, 44, 28008.

Donde ambos cruzaron miradas y en los dos se notaba una chispa de lo que se convertirían en lo que son ahora. Zeale estaba en la barra de bebidas mientras la morena iba de camino a salir de aquel lugar tan acojedor, ella sabía el secreto del pelinegro siendo descubierto cuando sucedió por algo terrible que involucraba a un miembro de su familia, ella no había dicho nada solo tenía una solicitud para internar al pelinegro en un centro psiquiátrico o llevarlo ante la justicia, la misma que toco la campanilla en el primer día de trabajo de Zeale, la misma que pago el licuados de fresas de la pelirroja.

Ella y la pelirroja solo cruzaron palabra ese día después no lo hicieron, la afroamericana se enteró de lo que ocultaba aquel siniestro hombre después de que su hermana mayor cayera en sus manos era como el amo de las tinieblas seduciendo a una flor blanca, su hermana se llamaba Aghori.

Aquella mujer rompe la cuchara de plástico el recordar como se la llevaba hacía un bosque, era pequeña cuando sucedió eso pero de todos modos no importaba pues lo recordaba claramente era unos uno o dos años menor que el pelinegro, ella reveló eso ante sus padres pero como al ser una niña "revelde" no le creyeron para empezar nunca conocieron al joven pelinegro, los padres de la chica desaparecida no sabían que salía con el a sus espaldas no se encontraron pruebas de cómo desapareció pero unos rumores comenzaron a esparcirse algunos de ellos eran que ella se drogaba y que sumándole a sus malas amistades que pudieron a verle hecho algún daño.

—Sí claro.- murmura recordando que su hermana no era de ese tipo de personas si no que era muy reservada al igual que fue respetada por todos.—Pronto saldrá la verdad a la luz Zeale...

Ella miraba los movimientos del pelinegro desde una banca que daba vista hacia el local, cuando estaba dispuesta a irse después de anotar sus observaciones en una libreta que tenía especialmente para hacer sus anotaciones respecto al hombre que detestaba después sintió una mirada pesada alzó la vista por un momento y Zeale la había visto por tan solo unos segundos, que suerte tenía ella que no la había reconocido del todo.

Alaska es su nombre, al retirarse fue hacia el hospital donde Zeale había estado un par de días para saber si habían visto una anomalía.

—Buenas tardes, aquí no hace mucho un amigo mío tuvo que venir de urgencia.- sonrió a la mujer encargada de los registros.

La mujer miró a Alaska mientras masticaba un chicle, parecía que hoy no estaba de humor para atender personas.

—Se llama Zeale Mitchell...García.

La mujer dejo de mirar la pantalla, la miró un rato con desconcierto y volvió su vista a la pantalla.

—Niña, es mejor que le preguntes a tu amigo.- dijo de mala gana rodando los ojos mientras el chicle sonaba a cada palabra que decía.

—No creo que eso sea posible el tiende a no recordar ciertas cosas y me quiero asegurar.- hizo casi una mueca.

La mujer no le dió el pase además de que ya no estaba en urgencias o en el hospital, Alaska se dió la vuelta comenzando a andar por los pasillos del hospital, el olor le mareaba, sin información algúna se fue del lugar era inútil sus esfuerzos. Sin pruebas en la mano supuso que la situación por la que haya parado al hospital es de cero importancia.

En cierta forma le alegra que no le hayan dicho que trato de suicidarse, ya que lo necesita vivo y coleando para detener la posible masacre que se vendría.

—Idiotas no saben con quién se están metiendo.

Como una gota de agua caída del cielo recordó que había un psicólogo, él le ayudaría así que a grandes pasos iría al lugar para saber de qué se trata tiene apuntes, evidencias, experiencia misma y entre otras cosas...eso puede servir para que el psicólogo ayude a Alaska a tener justicia sin tener que ensuciarse las manos.

Le tomo 4 horas llegar, el lugar olía a incienso, los cuadros eran pinturas reconocidas como la mona lisa o la creación de dios. Estaba sentada en uno de los sillones de color blanco, escucho el chirrido de la puerta y observó salir a un hombre alto de cabello blancuzco , su porte le hacía ver intimidante.

—Alaska, pasa.- su voz hizo que la chica se levantará en seguida, le pareció atractivo.

Alaska al entrar observó que era más grande por dentro al fondo había una gran biblioteca, se sentó en el cojín del paciente, detrás suyo la puerta se cerró.

—¿y bien?.- el color de los ojos del psiquiatra parecían una trampa.

Alaska le extendió una libreta que parecía no poder cerrar bien.—Recuerda a... Mitchell?

El psicólogo abrió los ojos sorprendiéndose de aquél nombre, recuerda que lo atendió a los 14 años.

—Sí.- asintió tomando asiento en su respectivo lugar.—Dejame ver.

—Dejame ver

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Thysanura © [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora