Capítulo 8

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— ¿Señor Grey?

Mierda.

Estaba tan distraída llevando a Ana al cuarto de juegos que no noté a Jason esperando en el pasillo de servicio. Le hago una seña a mi invitada para que no se mueva y bajo los escalones.

— Dime.

— Aquí tengo los documentos de la señorita Steele — Me entrega un folder que reviso rápidamente.

Dos documentos. El primero es el acuerdo de confidencialidad que Andrea preparó está mañana y el otro es un recibo de pago firmado por Ana por los $500 mil dólares que recibió.

— Déjalos en mi estudio.

Regreso la carpeta a sus manos porque tengo asuntos más importantes de los cuales ocuparme. Subo las escaleras de nuevo y tomo la mano de la señorita Steele para guiarla primero a la habitación de invitados.

— Aquí puedes dejar tu mochila — Digo cuando abro la puerta.

Ella me mira antes de caminar al centro, dejando sus pertenencias sobre la cama. Esta habitación no es tan grande como la de Camille, pero es acogedora y servirá para que duerma lo necesario.

— ¿Usted vive aquí solo, Christian?

— Como ya dije, no estoy casado. Ahora venga conmigo.

Ella se abraza a si misma, pero camina detrás de mí fuera de la habitación. Mi cuarto de juegos está listo para nosotros, así que solo tengo qué girar la perilla para abrir la puerta.

— Venga conmigo — Le digo porque ella no se mueve.

Permanece en el umbral de la puerta mientras enciendo las luces, dejando al descubierto las paredes rojas y mis juguetes de cuero sobre las repisas.

— No — Exclama con pánico — No, no, no.

— No, ¿Qué? — Gruño cuando se abraza con más fuerza.

— Eso — señala rápidamente la habitación.

— ¿Por qué no? Pagué por ello.

— No, señor Grey. Pago por sexo, ¡Y esto es mucho más que eso! — Niega con la cabeza al mismo tiempo.

— ¡No pagué por jodida vainilla! — Ella me mira confundida — ¡Yo no hago el amor! ¡Yo cojo duro!

— ¡Pues lo siento! ¡El trato fue por sexo! ¡No para ser torturada con sus fetiches!

Exhalo ruidosamente todo el coraje de mi cuerpo. ¿Quién mierda se cree está chica? ¿Piensa que puede venir a cuestionarme? ¡Soy el maldito Amo!

— Cancela el trato — Le digo.

— Cancélelo usted, yo sigo aquí.

— Pero no vas a darme lo que quiero.

— Si se refiere a azotarme, no. No voy a darle lo que quiere — Vuelve a cruzar los brazos sobre su pecho — Esta no es la forma en la que quiero perder la virginidad.

¿Qué dijo?

¿Virgen?

¿Una jodida virgen?

— ¿Por qué mierdas no lo dijiste? — Le gruño caminando hacia ella.

— No acostumbro dar esa información a cualquiera.

— ¿Y no crees que debiste decirlo ese día en el restaurante?

— ¿Cómo? — Se burla — ¿Lo imprimo en mi tarjeta de presentación? “Hola, soy Ana Steele y soy virgen”.

— ¿Pero cómo es posible que lo seas? — Digo aún más confundido.

— Es fácil cuando conoces a los hombres y no aceptas su mierda.

Presiono los labios sin saber qué más decir. Ya sabía que esta chica no era nada ingenua, pero que encima me use para pagar sus deudas me hace sentir extraño. Creí que yo la arrastraba a mi trampa, y ahora siento que yo caí en la de ella.

— Tendré sexo con usted, es a lo que vine. Tómelo o déjelo.

Me amenaza y sale del cuarto de juegos dejándome ahí solo. ¡Maldita chica! ¿Qué mierdas le pasa? ¡Ella no tiene ninguna maldita opinión sobre esto!

Salgo del cuarto de juegos azotando la puerta. Necesito una trago, o varios, así que voy a mi estudio para calmarme. Y valorar mis opciones: Arrastrarla a la fuerza a mi cuarto de juegos, rompiendo las reglas de la cultura BDSM sobre encuentro consensuados.

O podría aceptar sus jodidos términos y tener sexo vainilla con ella por primera vez. Mierda, es virgen. Nadie nunca la ha tocado y ese sería una novedad para mí.

Normalmente mis sumisas ya han sido entrenadas, así que tienen mucha experiencia sexual detrás de ellas. ¿Pero Ana? ¿Ningún punto de comparación?

Termino el whisky en mi vaso y salgo del estudio hacia las escaleras. ¡Ya pagué! Ahora voy a obtener lo que quiero.

Me detengo afuera de la habitación de invitados y giro la perilla. La puerta no tiene seguro, así que puedo verla sentada en el borde de la cama con las manos en el regazo.

— ¿Sabes hacer una mamada?

Sus ojos azules me miran fijamente y sus mejillas se tornan rojas.

— Puedo aprender.

Mierda. Voy a ser el primero en poner mi miembro en su boca, y en toda ella.

— ¿Tienes método de control natal?

— No.

— Odio los condones, pero haré una excepción esta vez.

Regreso al cuarto de juegos por unos cuantos condones y un accesorio que podría ser divertido. Guardo todo en los bolsillos de mi pantalón para cerrar la puerta con llave.

Bien, esto está pasando. Voy a tener sexo vainilla con una chiquilla virgen e iré al infierno por ello. No puedo arrepentirme cuando la presión dentro de mis pantalones comienza a ser molesta.

Regreso a la habitación con Ana y me siento en el sofá que está junto al ventanal. Este lugar no tiene balcón, pero tiene una gran vista a Elliot Bay.

— Quítate la ropa.

Ordeno. No soy un jodido adolescente impaciente por penetrarla, quiero que se desnude para mí y que recuerde cada jodido minuto que pasa conmigo.

— ¿Y solo piensa mirar? — Dice con una sonrisa.

— Oh, si. Muéstrame cómo lo haces.

Comienza por desabotonar la blusa, dejando al descubierto su pequeño pecho cubierto por un sencillo sostén de algodón blanco. No es nada sexy, pero supongo que no le preocupaba que alguien fuera a verlo.

Cuando la blusa cae al piso, le siguen los ajustados jeans que lleva. Se contonea de un lado a otro para deslizarlos por sus largas piernas, enseñando de nuevo un sencillo bikini de algodón blanco.

— Prefiero la lencería con encaje — señalo sus prendas en el piso.

— Supongo que ahora que tengo dinero podría comprar unos cuantos conjuntos.

Me dirige una sonrisa traviesa, pero yo estoy imaginándola en un babydoll negro o rojo, algo que resalte contra lo pálido de su piel.

Desabotono mi camisa, que ya está fuera de mis pantalones y desabrocho el cinturón de cuero negro. Su mirada azul se clava en mi torso mientras se deshace de sus últimas prendas.

— Ahora ven aquí, te quiero de rodillas.

Oscuro (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora