Capítulo 19

5.6K 519 79
                                    

¿Que hice?

¿Qué mierdas hice?

Claramente estaba cegado por el enojo y la frustración, recurriendo a la parte más torcida de mi personalidad. Porque nadie, nadie en su sano juicio habría hecho lo que yo hice está noche.

Obviamente no puedo ir a Escala, demasiadas cámaras de vigilancia y vecinos entrometidos que no tardaría en delatarme como un jodido delincuente.

No, tengo que ser más listo que eso y pensar con cabeza fría.

— Demasiada impulsividad por ahora, Grey.

Gruño y aprieto el agarre contra el volante. Necesito un lugar y rápido porque no puedo seguir conduciendo sin rumbo por la maldita ciudad. Tomo el móvil y lo pongo contra mi oreja para que no haga ruido.

— ¿Señor Grey? — Contesta de inmediato.

— Consígueme un lugar seguro para quedarme, no puedo volver a Escala por unos días.

Las palabras quedan suspendidas en la línea hasta que el entendimiento lo hace bufar. Estoy jodido y él mejor que nadie lo sabe.

— ¿Un lugar apartado? ¿Que hay de la antigua casona que compró hace un par de años en Broadview?

— Maldito genio, sabía que lo harías — Una risa de satisfacción se me escapa — Ve hacia allá, toma mi R8 y alcánzame ahí.

¿Cómo pude haberlo olvidado? La maldita casa que compré cuando aún me gustaba navegar en The Grace. Una enorme casa junto al estrecho de Puget para poder amarrar mi hermoso catamarán... Si aún lo tuviera.

Estaciono por fuera del enrejado y tecleo en la vieja pantalla el código de seguridad para que la oxidada puerta abra. Si estaré en este lugar un tiempo, voy a necesitar algunas mejoras y comodidades, como un jodido portón que no chille.

Taylor aparece 8 minutos más tarde con las llaves de la casa, le hago una seña para que se apresure a abrir mientras voy por el paquete del auto.

La tomo con cuidado en mis brazos, teniendo especial vigilancia en su cabeza. Cuando doy la vuelta para cerrar la puerta, Taylor aparece detrás de mí y la sorpresa inunda su expresión al notar a la mujer en mis brazos.

Ana Steele.

Carraspea un poco pero no dice nada ni intenta tomarla en sus brazos, solo me sigue por el pasillo y hacia las escaleras que llevan al piso de arriba.

— Tráeme a alguien en este jodido instante que ponga barrotes a esa ventana — Señalo el balcón de la habitación principal.

— ¿Señor? — Duda por un instante, pero la mirada de furia que le lanzo por cuestionarme le hace cerrar la jodida boca.

Sale de la habitación y escucho sus pisadas mientras coloco a Ana sobre la cama. Tengo que reconocer que la casa está bastante habitable porque viene una persona a hacer la limpieza una vez a la semana por indicación de Taylor.

Traigo la cobija de lana del closet y la lanzo sobre su vestido negro. No podía dejar de pensar en ella, provocándome con fulanos al azar en su intento por alejarme. ¿Qué pensaba hacer después? ¿Coger con ellos frente a mi?

¡Una mierda si la dejo hacerlo!

Por eso vigilé su departamento desde mis cámaras y esperé al martes que saliera por algunas compras para hacer mi movimiento. La idea inicial era hablar con ella, pero su molestia y mi frustración son una mala combinación que terminaron en esto... Un secuestro.

Porque eso es lo que hice. Estaba tan asustada por mi actitud que se desmayó en mis brazos, y en lugar de llevarla de nuevo a su departamento, la subí a mi auto dispuesto a no dejarla ir hasta que podamos hablar.

En mi defensa, no pretendo hacerle daño. Solo quiero tener el momento para plantear mis argumentos, aunque mi método probablemente no fue el correcto. La cacé como a una deliciosa presa que no puedo esperar por degustar.

Es mía.

Y cuando ella lo entienda, será más fácil para ambos. Solo yo puedo tocarla y tenerla, y no permitiré que ningún otro jodido bastardo toque lo que es mío.

Ahora solo queda esperar a que despierte y se pase el berrinche que va a montar por estar aquí. Cuando muestre mejor disposición podríamos cenar o hablar de sus opciones.

Me aseguro que la puerta corrediza de cristal esté cerrada con llave antes de salir de la habitación. Es un lugar bastante amplio y confortable, pero depende enteramente de ella cuánto tiempo está dispuesta a pasar ahí.

Voy hasta la sala para encender la chimenea y tratar de pensar en un plan. En este punto, cuántas menos personas sepan, mejor será para mí. Tengo que analizar cada una de las opciones que tengo si no quiero ser acusado de secuestro.

— ¿Y si no cambia de opinión pronto? José va a sospechar e irá a buscarla al departamento. Y luego el chiquillo estúpido me vió y podría dar mi descripción.

Mierda.

Necesito una coartada. ¿Que podría haber hecho este martes que pueda ser comprobado por tarjeta de crédito o cámaras de vigilancia? ¿Un evento público? ¿Ser visto con alguien más?

Saco el móvil de mi bolsillo para marcar el número de Elena, las ganas de verla no son demasiadas, pero tengo que ser visto en algún punto así que la llamo.

— ¡Christian, cariño! ¿Cómo estás?

— Bien, Elena. Escucha, necesito un favor de ti y necesito que lo lleves a cabo en este instante.

— Cariño, ¿Qué es? ¿Estás bien?

— Solo confía en mí y encuéntrate conmigo en mi restaurant en 30 minutos.

— Claro, pero...

— Con una mierda, solo hazlo.

No escucho su réplica porque termino la llamada, no tengo tiempo para sus jodidas estupideces. Tan pronto como Jason aparece por la reja, salgo hasta el R8 para ir a la cena con Elena.

— Quédate y avísame cuando despierte.

Manejo a exceso de velocidad para llegar hasta el centro de Seattle, entrego las llaves al valet parking para subir a toda prisa hasta mi piso. No tardo mucho en encontrar a Elena en nuestra mesa de siempre.

— ¡Cariño! ¿Qué ocurre? — Besa mis mejillas.

— Necesito que me cubras. Si alguien pregunta, he estado contigo desde esta tarde atendiendo asuntos de los salones.

— ¿Problemas con Grace? ¿O el trabajo?

— Algo así — Carraspeo cuando hago una seña hacia el mesero — Ahora disfrutemos de la cena.

Oscuro (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora