Capítulo 12

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La puerta del ascensor se abre y lo primero que mis ojos observan es a Ana sobre la barra de la cocina llevando solo una camiseta blanca y un tazón de fruta.

Miro hacia el pasillo de servicio solo para ver a Taylor ahí de pie, con su misma jodida cara inexpresiva de siempre.

— ¿Él ha estado aquí todo este tiempo? — Chilla Ana desde la cocina.

Le hago una seña a Jason para que regrese por dónde vino, lanzo el maletín en el sofá y voy directo a la chica castaña.

— ¿Es todo lo que llevas puesto? — Tiro de su camiseta para comprobar que no lleva sostén.

— No sabía que había alguien más aquí — Se excusa tratando de bajar más la camiseta por sus muslos.

— ¿Por lo menos llevas bragas?

Gruño irritado cuando ella no contesta, solo lanza otro trozo de fresa a su boca. Sus labios rojos brillan cuando la jugosa fruta los humedece.

— Te hice una pregunta, Ana.

— Si, si las llevo — Pone los ojos en blanco.

— ¿Crees que es una broma? ¿Qué estoy jugando?

Quito el tazón de sus manos para dejarlo sobre la encimera y la sostengo de la cintura para bajarla. Luego señalo el piso frente a mi.

— De rodillas.

— No voy a pedir perdón — Cruza los brazos sobre su pecho.

— Oh, créeme que no es perdón lo que quiero.

Sus cejas se arquean cuando la comprensión la alcanza, hace una mueca de sorpresa y mira en todas direcciones como si buscara cámaras de video.

— Ana, cuando digo de rodillas, te pones de rodillas al instante.

— ¿Tu empleado está por aquí? ¿Puede escucharnos?

— Más le vale no hacerlo — Gruño molesto solo de pensarlo — Ponte de rodillas de una jodida vez.

Señalo el suelo de nuevo, pero ella vacila tanto que comienzo a desesperarme. Tomo su mano y le llevo por el pasillo hacia mi estudio.

Cierro la puerta con un gesto exagerado para que lo vea y me recargo sobre el borde de mi escritorio.

— Odio repetir las malditas cosas. De rodillas, ahora.

Esta vez ella obedece al instante, sus pequeñas manos sobre el cinturón y el cierre de mis pantalones. La veo meter la mano dentro del pantalón para tomar mi miembro.

Desliza su mano arriba y abajo con suavidad, sus ojos azules fijos en los míos pero no logro concentrarme ni un maldito segundo. No puedo más.

— ¿Por qué mierdas usas esa camiseta enorme? ¿De quién era?

La dureza de mi voz la sobresalta, por un momento duda hasta que baja las manos a su regazo antes de contestar.

— Es un recuerdo.

— ¿Recuerdo? ¿De quién? ¿El imbécil de tu ex?

Ella jadea con el ceño fruncido y caigo en cuenta que el enojo me hace abrir la boca de más.

— ¿Qué sabes tú de mi ex?

— Lo suficiente. Quítate la maldita camiseta ahora.

— No — Cruza los brazos sobre su pecho.

— Ana, no me hagas arrancarte la prenda de un tirón.

— Espera... — Su semblante cambia — No es de mi ex.

— ¿De quién es, entonces?

— Era de mi padre.

— ¿Y la llevas sin sostén? — Arqueo la ceja divertido — Es la cosa más extraña que he escuchado.

El extraño ardor en mi pecho desaparece pero toda la situación sigue sin gustarme.

— Durante este fin de semana te debes a mí y solo a mi, así que quítate esa cosa ahora.

No estoy bromeando sobre este asunto. Ella se sonroja pero sigue la indicación y saca la camiseta por arriba de su cabeza.

— Ahora si vuelve a lo que te pedí.

Señalo de nuevo mi miembro por fuera de mi pantalón para que lo tome y haga lo que estoy pidiendo. Si ha sido una buena alumna podría incluso premiarla.

Ella utiliza sus manos y su cálida boca para estimularme, tal y como lo hizo el día anterior con bastante entusiasmo. Empiezo a creer que esto del sexo oral le gusta tanto como a mí.

Gruño un poco cuando siento la calidez acumularse en la parte baja de mi vientre, así que la tomo del brazo para que se ponga de pie y la lanzo sobre mi escritorio.

Deslizo la única prenda que lleva por sus piernas y estiro sus brazos hacia su espalda para inmovilizarla, no quiero que vuela a tocarme ni por error.

Ni siquiera tengo que estar completamente desnudo para tomarla, solo lo hago rápidamente y Ana comienza a gemir.

— Eres demasiado ruidosa — Le gruño sin dejar de mover mi cadera contra ella.

Intenta decir algo, pero sigue chillando con cada embestida, lo cual me parece ligeramente extraño. Camille siempre es tan silenciosa que la única forma de escucharla chillar es con el uso de mi fusta.

— No sé qué haces, pero se siente bien — Jadea con la voz entrecortada.

Unos cuantos movimientos más y mi liberación llega primero, así que tengo que estimularla un poco para que consiga la suya. Me cuesta creer que no sabe cómo darse un buen orgasmo a si misma.

— Ve a asearte.

Le digo cuando hemos acabado. Ella toma del suelo su ropa pero no se la pone, solo gira la perilla de la puerta y sale de mi estudio.

— Mierda, eso fue bueno.

Me dejo caer en mi silla para recuperarme, pero apenas cierro los ojos, una imagen de Ana subiendo las escaleras desnuda bajo la atenta mirada de Taylor me sobresalta.

— Jodido Jason — Salgo de mi oficina a toda prisa — ¡Ana, espera!

Detiene sus pasos a la mitad de la escalera y se gira para mirarme. Le hago una seña para que baje de nuevo.

— Preferiría que uses un camisón de seda en todo momento, o una bata y bragas.

— ¿De seda? No tengo nada de eso.

Bueno, estoy seguro que en la habitación de Camille hay un par de cosas que podrían servir para Ana, aunque la contextura de ambas es ligeramente diferente.

Camille es alta y delgada, con piernas largas y torneadas. Y Ana es un poco más baja y con curvas en los lugares correctos. Sus pechos no son prominentes, pero su cadera y su trasero lucirán fantásticos con lo que sea.

Me tomo un momento para pensarlo mejor. Si le doy a Ana una prenda de Camille, ella sabrá que hay otra mujer aquí y no estoy seguro de querer ser cuestionado.

— Entonces será mejor que hagamos algunas compras.

Oscuro (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora