El día estaba tranquilo, demasiado para Alexia. Necesitaba cabalgar, correr, chillar. En definitiva, descargar adrenalina. Pasarse el día entero en Palacio era algo que poco a poco le iba minando su existencia.
Hacía mucho tiempo que no se tomaba un respiro de ser la protegida del rey. Sabía que, tal y como estaban las cosas, era peligroso escaparse, pero, si se quedaba un solo instante más en esa habitación sabía que acabaría perdiendo la cordura.
Abrió su armario y se vistió con un sencillo vestido azul, que caía de forma lisa sobre sus pronunciadas curvas y por encima se colocó una capa negra con una amplia capucha.
Normalmente, esas labores las hubiese realizado Cassie o cualquier otra de sus otras sirvientas, pero Alexia no podía arriesgar la vida de nadie obligándoles a que le encubriesen en su secreta escapada.
Se cepilló el pelo sin excesivo empeño y lo ocultó bajo la capucha de su capa. Una vez lista se escabulló de Palacio sin demasiadas dificultades. Era algo que llevaba haciendo desde niña, así que había aprendido mejor que nadie cuáles eran los puntos débiles de la seguridad de Camelot. Y, para desgracia del rey, había bastantes que ella conocía.
Hacía ya más de un mes que la joven de cabellera morena no iba a Monmouth, un reino rebelde escondido entre los bosques cuyos habitantes eran hechiceros, druidas y demás criaturas mágicas.
Alexia consideraba ese lugar su verdadero hogar, pero le era imposible quedarse allí de manera permanente a sabiendas de que si ella desaparecía el rey removería cielo y tierra hasta dar con su paradero. Los habitantes de Monmouth tenían bastantes problemas como para que ella se sumase y los pusiese en peligro por su propio egoísmo.
Cada vez que la joven escuchaba que el rey había cogido a un nuevo hechicero para ahorcarlo, decapitarlo, matarlo o cualquier otra idea que se le ocurriese a Lucas en ese momento, el corazón de Lexi daba un vuelco pensando que podía ser cualquiera de ellos.
Una vez fuera de las murallas comenzó a correr por el bosque sin rumbo fijo. No le importaba a dónde ir, solo quería un momento para ella. En un inicio, había pensado en ir a Monmouth, pero era demasiado arriesgado, por lo que lo dejaría para más adelante.
De pronto, escuchó unos ruidos de pisadas y murmullos. Se quedó en silencio tratando de escuchar las voces para ver si podía reconocerlas. Por mucho que se esforzó, no consiguió nada. El grupo de hombres avanzaba de la forma más sigilosa posible para no espantar a su presa. Seguramente se tratase de una partida de caza y sabía lo que eso significaba...
Echó a correr tratando de no hacer nada que pudiese llamar la atención sobre ella, pero al mirar hacia atrás, para asegurarse de que no la seguían, no vio una enorme y vieja raíz que salía del suelo y que provocó que tropezase y cayese a la tierra estrepitosamente. Alexia lo sabía, la partida de caza no tardaría en dar con ella.
Se puso de pie, pero a duras penas conseguía dar paso tras paso. Se había torcido el tobillo izquierdo.
Se apoyó sobre un árbol para coger aire y descansar. Con algo de suerte, no darían con ella.
Respiró de forma entrecortada y se tomó un par de minutos para recuperarse, pero ya era tarde. Un grupo de hombres la miraban desde sus caballos.
Por suerte, con la capucha puesta era imposible reconocerla, así que apretó el puño y se dispuso a lanzar un hechizo para lanzar a esos caballeros lo más lejos que pudiese, eso sí tratando de que no sufriesen mayor daño que alguna que otra contusión y un orgullo herido de haber sido derrotados por una joven mujer.
A Lexi no le gustaba utilizar su magia para dañar a los demás, aunque fuesen solo un par de moratones, pero en esa ocasión eran ellos o ella.
—Descubriros —dijo una voz grave y con tono serio.
No hizo falta más para que Alexia olvidase por completo su idea de dañar a esos hombres. Sabía perfectamente quienes eran y por quién iban dirigidos. Se había metido en un buen lío, pero no le haría daño.
Dio un paso hacia donde estaba el grupo de hombres y se quitó la capucha de forma lenta y suave sin dejar de mirar al joven de ojos claros y mirada entre seria y curiosa que estaba al frente de todos.
Su pelo rubio apenas se movía con el viento y su rostro despierto y atento mostraba un semblante severo que infundía respeto.
Cuando Alexia terminó de quitarse la capucha el joven saltó de forma atlética del caballo y se acercó con su marcado y flexible cuerpo hasta colocarse frente a ella.
—¿Qué haces aquí?
El tono del chico quería sonar enfadado, pero en realidad se notaba su preocupación a kilómetros.
—Yo... —Trató de explicarse ella, sin saber muy bien qué decir.
Pero entonces él le cogió el brazo derecho y le miró serio.
—Estás herida.
No era una pregunta. Era una afirmación y, sin embargo, ella no se había percatado del pequeño corte que se mostraba en su brazo.
—No es nada —respondió ella mirando la rasurada y bien calculada barba de tres o cuatro días que llevaba el joven.
A Alexia siempre le había gustado que este la llevase, lo hacía más juvenil, más cercano y menos como su padre.
—Jerome, padre no puede...
No terminó la frase.
—Tranquila, ven —respondió el príncipe abrazándola y llevándola hasta su caballo.
Todos los caballeros miraron atentos la escena, pero ninguno abrió la boca para comentar algo.
—Juan, llévala hasta Palacio —Hizo una pausa—, y hazlo sin llamar la atención —pidió a un hombre de piel bronceaba cuyo cuerpo se escondía detrás de una plateada armadura.
Este fue a ayudarla a subir a su caballo, pero antes de que pudiese hacerlo ella se negó.
—Jer, por favor, ven conmigo —pidió ella sin dejar de mirarle a sus azules ojos.
El joven príncipe sabía que no era una buena idea, pero jamás había sido capaz de negarle nada a ella. Siempre había sido su debilidad, así que se montó en el caballo junto a ella y toda la partida regresó a Palacio con las manos vacías.
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El reino del pasado
FantasyHace cientos de años una guerra sumió Camelot en el más profundo caos. La gloriosa ciudad y su querido rey cayeron. Ni siquiera el más grande de los magos fue capaz de conseguir que la profecía no se cumpliese. El amor, las traiciones, la avaricia y...