Capítulo 24

501 46 3
                                    


Hola, ¿cómo estáis? Antes que nada muchísimas gracias a todos los que estáis leyendo esta historia, dejando vuestros votos y comentarios. Esta historia es muy especial para mí porque, en cierto sentido, me plasma muy bien. he volcado todo lo que soy aquí, así que espero que la estéis disfrutando tanto como yo.

También quería aprovechar para dejaros este precioso dibujo de Alexia que ha hecho @firehaired ¿Qué os parece? Creo que esa porte y ese vestido muestran perfectamente su fuerza y seguridad. pero a la vez su rostro muestra perfectamente ese conflicto, esa tristeza de vivir atrapada. Esa duda que le corroe sobre su futuro. Creo que la ha plasmado perfectamente esa simbiosis entre su vida en palacio y su vida como hechicera :D

—————————————————————————————————————


—En serio, ¿qué príncipe no sabe usar la espada? —preguntó Alexia entre divertida y exasperada. 

—Shhh —pidió Máximo.

Le había confesado a la protegida del rey de Camelot su secreto, pero tampoco era que quisiese que lo fuese gritando a los cuatro vientos.

Lexi rodó los ojos.

—Venga, vamos a por tu espada.

Máximo la agarró del brazo.

—No la he traído.

—¿¡En serio!?

Era surrealista. ¿Dónde se había visto?

—Está bien, te dejaré la mía —Cogió aire—. Al fin y al cabo a mí no dejan participar —añadió resignada.

Máximo la miró con cierta pena. Era injusto que a él que no le gustaban las armas tuviese que pelear en ese torneo y que Alexia, que estaba claramente interesada en ello, no pudiese. Pero las cosas eran así. Justas o no, no había otra opción. Al menos por ahora.

Juntos caminaron hasta la alcoba de esta. Él esperó fuera hasta que ella salió cargando una la espada recta, de doble filo , de perfil lenticular achatado y con acanaladuras en ambos lados para aligerarla sin restarle resistencia.

La longitud de la hoja era de unos 75 centímetros con una poderosa punta al final.

—Sujeta —pidió mientras volvía a entrar en la habitación.

Máximo cogió con facilidad el arma con una mano. Pesaba poco más de un kilogramo. Era agradable al tacto y fácil de manejar.

La empuñadura estaba cuidada al detalle. En uno de los lados se podía ver el escudo de la familia con un dragón elegante tallado a mano.

Al poco volvió a salir Alexia. Estaba vez portaba una espada muy diferente. Y lo hacía sosteniéndola con ambas manos.

—También tengo esta. Prueba ambas y vemos cuál te va mejor.

El príncipe observó el otro arma. Se trataba de una espada cuyo uso precisaba de las dos manos para ser blandida. 

Su largura era bastante mayor que la que él sostenía y  tenía una empuñadura de gran longitud. Al menos un cuarto del total del arma. 

Se acercó un poco a ella y comprobó que estaba afilada por las dos vertientes de la hoja. Sin duda se trataba de un arma más mortífera. 

Tragó saliva. No quería ni pensar en lo que se le venía encima.

—Venga, vamos a la armería a que nos vistan —insistió Lexi cargando con la pesada espada.

Juntos caminaron en silencio hasta la armería, donde también estaba Jerome vistiéndose junto a Alejo.

Jer al vernos no pudo evitar soltar una carcajada.

—¿En serio?

Sin duda, la imagen era algo rara. Mientras que la princesa cargaba con una fuerte y pesada espada, Máximo llevaba la ligera.

Alexia le lanzó una mirada de advertencia.

—¿No tienes tu propia espada?

—¿Y tú no tienes asuntos propios que atender? —espetó ella defendiendo al joven.

Esa respuesta descolocó a Jerome. No entendía el por qué había comenzado a defenderlo y a tratarlo como a uno más, y eso provocaba que cada vez odiase más a ese dichoso muchacho.

—Emm, yo —intentó justificarse el príncipe de Olaf.

—No tienes que darle ningún tipo de explicación —intervino Lexi dejando la espada en el suelo y pidiendo que les colocasen la armadura.

Se notaba el dolor que escondían sus palabras. Estaba rota por la distancia que Jerome le había pedido. Ahora era ella quien debía alejarlo lo más posible y seguir con el que era su destino.

—¿En serio vas a pelear con esa espada? —preguntó él entre risas.

—Lo estamos barajando —respondió Alexia—. Ambas tienen sus virtudes.

—No para un combate de exhibición y lo sabes.

Alexia sabía que Jerome tenía razón. La empuñadura de la espada que tenía ella permitía al guerrero sustentarla sin necesidad de forzar las maniobras, ni de asirla por la base de la hoja. También permitía asestar golpes más fuertes y, por su largura, el caballero que la portaba estaba más protegido de los ataques del contrario. No necesitaba exponerse tanto. Pero también se trataba de una espada muy pesada que necesitaba ambas manos para manejarla. Si Máximo jamás la había usado, sería muy complicado que en estos días aprendiese como para manejarla con soltura en un combate. En cambio la otra era más ligera y más fácil de usar. Eso sí, el guerrero se arriesgaba en cada movimiento... Debían meditarlo bien.

—¿Por qué tanto interés?, ¿tenéis miedo de perder vuestro título de imbatible? —preguntó Lexi tratando de desviar el tema.

Jerome resopló.

—Si vamos a ser familia no quiero que nos deje en ridículo —respondió con indiferencia.

Máximo se quedó en silencio. Sabía que el joven tenía razón. Iba a quedar en ridículo. Él no sabía pelear y dudaba mucho que la joven le pudiese ayudar.

—Te estás pasando —dijo Alexia algo decepcionada.

Después, una vez listos le indicó a Máximo que le acompañase al campo de entrenamiento.

—¿No te ibas a olvidar de ella? —preguntó Alejo algo aburrido.

Había estado observando la escena en silencio. Contemplando como el príncipe se comportaba como un niño celoso y orgulloso.

—¡Cállate! —espetó el heredero al trono de Camelot.

Sabía que era él quien había querido alejarse. Que la había apartado de él y que era lo mejor para su trono. Que tenía responsabilidades que cumplir que con ella cerca era imposible, pero aún así no podía cumplir su palabra. No podía alejarse de ella. No podía ni quería perderla.


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 17, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El reino del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora