Capítulo 12

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Alexia se apresuraba en ir en busca de Lucas. Debía encontrarlo cuanto antes para que así pudiese exponerle su idea de que fuese él quien se casase con la reina de Olaf. Sabía que era algo arriesgado y que quizá el rey no se tomase demasiado bien su propuesta, pero era la única opción para que ella se librase del enlace con el príncipe Máximo.

—Creo que debemos hablar de lo que ha ocurrido antes.

La voz de Máximo tras ella la detuvo. Se giró hacia él.

—No hay nada de qué hablar —respondió ella.

—¿Ah no? —preguntó confuso.

—No, porque no nos vamos a casar.

—¿Ah no? —insistió él sin dar crédito a lo que la chica le decía.

Al heredero al trono de Olaf le era extraño creerse que la princesa de Camelot hubiese convencido a su padre de romper el enlace.

—No.

La voz de la chica no era del todo segura y Máximo lo noto enseguida.

—Entended que yo tampoco quiero desposarme con vos, pero si debemos hacerlo creo que hay que tratar de que sea lo más cómodo para ambos, ¿no creéis? —dijo él.

—¿No queréis casaros conmigo? —preguntó sorprendida y aliviada a la vez.

Alexia había estado tan ensimismada en lo que ella sentía que en ningún momento se había puesto en el lugar del chico. No se le había pasado por la mente que, quizá, él tampoco quería desposarla.

—¿Creéis que sois la única atada por sus deberes con el reino?

Máximo pronunció esas palabras algo ofendido.

—¡Entonces ayudadme! —suplicó ella.

—No puedo hacer eso —confesó él desviando su mirada al suelo—. Mi reino necesita la alianza con el vuestro.

—¡Y puede tenerla sin que nos casemos! —interrumpió ella.

—¿Cómo? —preguntó curioso.

—Con el enlace de ambos monarcas —explicó ella—. ¿Qué mejor alianza que la de las personas que en verdad dirigen los reinos?

Silencio. Lexi esperó ansiosa una respuesta. No tenía muy claro si el joven la ayudaría o la acusaría de traición por confabular, pero sabía que sin su ayuda no lograría convencer a la reina de Olaf.

Máximo había enmudecido con la propuesta de la princesa. Sin duda ese enlace lo libraría del suyo y le permitiría seguir con su vida de una forma más tranquila. Alexia no era alguien a quien él buscaba para compartir el resto de su vida.

—Supongo que es una buena opción —dijo él aún meditando su posición.

Máximo sabía que su madre no estaría demasiado dispuesta a volver a desposarse, pero que lo haría por su pueblo. Además, esa era la forma perfecta para alejarla de León para siempre.

—Entonces, ¿me ayudaréis?

—Sin convencéis a vuestro padre, yo haré lo propio con mi madre —afirmó él y la chica echó a correr hacia Palacio sin despedirse del joven.

Ya estaba en uno de los pasillos de Palacio y debía encontrar a Lucas, pero entonces una mano sujetó su brazo y tiró de ella hacia el hueco debajo de las escaleras.

—Jer, no es un buen momento.

Sin embargo él no la soltó, sino que la atrajo más hacia si mismo.

—Escúchame. Conmigo no tienes que sonreír si no lo deseas, me encantan cada una de tus muecas de discrepancia y  siempre podrás expresar tus opiniones, aún cuando sean para decirme lo mucho que me equivoco —le dijo guiñándole un ojo—. Y, por supuesto, ya sabes que cuentas con mi respeto y que siempre me tendrás de tu lado.

Aún sin quererlo, esas palabras sacaron un pequeña sonrisa de la chica. Sin duda, Jerome sería un magnífico rey. No tenía nada que ver con su padre. Si Adam y Anya lo conociesen de verdad, si le diesen una oportunidad... Pero Alexia sabía que eso nunca ocurriría y ella debería traicionar a la persona que siempre había estado a su lado. A su confidente, su mejor amigo, su cómplice, su...

—Jer, sabes que Lucas te obligará a desposarte con alguna princesa cuyo reino sea interesante para forjar una alianza y, entonces, yo no tendré lugar en Palacio.

Él negó con la cabeza.

—No. Cuando reine, tú siempre serás mi reina, ¿está claro? No me importa si padre me casa con cualquier otra princesa. Tú siempre tendrás tu sitio para reinar a mi lado.

Sus palabras eran sinceras y estaban cargadas de amor, algo que destrozaba a Alexia.

—No podemos —susurró ella mientras sus labios casi se rozaban.

—¿Por qué? —preguntó él sin soltarla ni separarse ni un centímetro de ella.

Lexi cerró los ojos y notó como sus labios se rozaban levemente. Era como si buscasen fundirse, pero ella debía evitarlo. No podía caer otra vez.

Unos años atrás ambos habían tenido una especie de idilio a espaldas de todos. Bueno, de todos a excepción de Cassandra y Alejo que eran quienes los cubrían. Pero, de un día para otro Alexia había tomado distancia y le había dicho que olvidase lo sucedido.

Durante un tiempo él intentó respetar los deseos de Lexi y trató de fingir que no había ocurrido nada entre ellos, pero cada vez que la veía no podía evitar sentirse completamente enamorado de ella. Y no entendía por qué ella había finalizado todo sin darle ninguna explicación.

—Lucas jamás lo permitirá —mintió.

Era cierto que el rey de Camelot jamás permitiría esa relación, pero eso no era lo que más preocupaba a Alexia. La verdad era que, poco después de comenzar lo que fuese que mantenía con Jerome, la princesa había conocido a su hermana y había conocido toda la verdad. Se había posicionado a favor de Monmouth, a favor de la destrucción de Camelot, así que ¿cómo iba a estar con el heredero del trono mientras confabulaba su fin?, ¿cómo iba a permitirse estar locamente enamorada del que sería su enemigo? 

—No me importa mi padre. Lo convenceremos, y, si no, esperaremos a que yo sea el rey —aseguró mientras colocaba su mano en la cadera de la joven y la atraía los pocos centímetros que los separaban para provocar ese ansiado beso.


El reino del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora