Capítulo 24

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—¿Eh?

Él me miraba como si no entendiera nada.

—¡Que lo hemos hecho sin maldito condón, Jack!

Lo empujé de malas maneras y me lo quité de encima. Se quedó tumbado a mi lado un momento, mirando al cielo con el ceño fruncido. 

—Ah, eso. Ups.

—¡¿Ups?! ¡Si no me hubieras llevado por los caminos de la perversión, no estaríamos así!

—¿Caminos de la perversión? —repitió, entre perplejo y divertido—, ¡te recuerdo que has sido tú la que ha cerrado esa puerta!

—¡Y yo te recuerdo que he subido aquí porque tú eres un idiota!

Puso los ojos en blanco y yo me apresuré a incorporarme. Tenía la falda del vestido hecha un desastre. Solté una maldición mientras intentaba quitarle las arrugas, estresada, y él se abrochaba el cinturón con toda la tranquilidad del mundo.

Yo, al verlo tan calmado, me estresé aún más.

—¡¿Quieres darte prisa?!

—Relájate, pequeño saltamontes.

—¡No puedo relajarme porque, literalmente, acabamos de follar sin condón en una maldita tumbona!

Se detuvo y me miró, sorprendido.

—Nunca creí que algo tan sucio saldría de una boca tan bonita.

—¡No es el momento, Jack!

—Sabes que la ciencia ha avanzado, ¿no? —murmuró, incorporándose tranquilamente—. Hay unas pastillitas que sirven mucho en estos casos. Te las tomas después de follar sin condón en una tumbona y todo listo.

Me detuve un momento. Mi corazón seguía latiendo a toda velocidad.

—Ah... —murmuré, medio perdida.

—La de la farmacia va a flipar —él empezó a reírse—. El otro día con la prueba de embarazo y hoy con la píldora del día después. Vamos a terminar siendo sus clientes VIP.

Yo no estaba de humor para reírme. No en ese momento.

—Y puede que ni lo estés —añadió, deteniéndose delante de mí—. Es decir... ¿estás ovulando?

—Algunos novios preguntan a sus parejas cómo están, si han tenido un buen día, qué quieren para cenar... y tú me preguntas si estoy ovulando.

—¿Ya vuelves a llamarme no-romántico? —protestó.

—No sé si estoy ovulando —mascullé, recogiendo mi chaqueta del suelo y poniéndomela.

Me detuve antes de subir la cremallera cuando me di cuenta de que me estaba mirando fijamente.

—¿Qué? —enarqué una ceja a la defensiva.

Su semblante pensativo no me gustó demasiado.

—Nada —sonrió como un angelito.

—No, ¿qué?

—Solo pensaba... hay otras opciones.

Entrecerré los ojos.

—¿Qué opciones? —imité su voz en la última palabra.

—Bueno... también podríamos esperar un poco más y hacerte un test. Otro.

Durante unos segundos, solo le fruncí el ceño.

—¿Por qué esperar?

—Porque... podría salir que no.

—O podría salir que sí, ¿o esa parte se te ha olvidado?

Antes de diciembre / Después de diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora