cuentos pequeños

VIDA

En una gran ciudad, donde reinaba la tecnología, vivía un anciano, el cual tenía como única entretención cuidar su jardín lleno de hermosas plantas que inundaban la cuadra con sus perfumes. En medio de ese jardín existía una pequeña planta a la cual el resto dirigían sus más malintencionados comentarios, diciéndole que no debería siquiera recibir una mirada del anciano cuando, en cambio, él la cuidaba con el mayor esmero posible, dándole abono y vitaminas constantemente. La aludida no entendía la razón del trato especial e incluso pensaba que no lo merecía debido a su deslucida apariencia, siendo que las demás daban flores hermosas en gran cantidad.

Avanzado el verano llego una de las hijas del viejo junto a sus nietas a su casa, pero no en son de alegría, si no qué todo lo contrario, la menor de las niñas se encontraba muy enferma y no encontraban remedio que pudiera aliviarla. El abuelo aseguró poder aliviar a la niña pero su hija no tenía mayor esperanza, en cambio, su nieta tenía un brillo en los ojos que lo impulsó a salir rapidísimo a buscar lo necesario, se dirigió al lugar donde estaban las plantas y empezó a tomar varias hojas de la deslucida planta mientras repetía en voz alta la receta para no olvidar nada, luego corrió a la casa para mezclarlas con los demás ingredientes, mientras tanto las flores afuera se reían de la podada efectuada a su fea compañera.

Pasaron los días y el anciano siguió sacando hojas para su nieta, quien al cabo de una semana mostraba una gran mejoría y, siendo ese el caso, debió partir con su familia de vuelta a su hogar, pero no sin antes tomar un codito de la milagrosa planta que la había salvado, hecho esto dio su palabra de volver de visita en cuanto pudiera para pasar más tiempo con su abuelo.

La planta en cuestión, siendo que acabó siendo la heroína de la historia, nunca les explicó a las demás lo que había hecho, siendo que ellas siguieron con sus burlas, sobre todo porque ahora no tenia casi ninguna hoja, pero no le importó, ella sabía la verdad y la atesoraría por siempre, no necesitaba demostrarles su valor a las demás, ella sabía lo que valía y no tenía mejor forma de recordarlo que al saber que pudo salvar la vida de una pequeña niña.