|10| Confesiones

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Las confesiones son bombas que te destruyen mediante palabras

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Las confesiones son bombas que te destruyen mediante palabras...

IAN
—En un momento pensé que seguías siendo el mismo Ian que había conocido...— habíamos llegado hace 5 minutos del viaje y ahora estaba sentado en el sillón, escuchando los regaños de Adara, —Un chico honesto y sincero, que hacía las cosas porque realmente las sentía— su labio inferior temblaba en cada pausa que hacía para hablar, era cosa de minutos para que rompiera en llanto.

—Yo...— no pude terminar de hablar cuando me volvió a interrumpir.

—Me vas a decir ahora mismo, que fue lo del sótano, ¿porqué me besaste?— excelente, trágame tierra. No sabía cómo explicarle lo que sentía menos aún las consecuencias que eso traía.

—Porque necesitaba distraerte...— el sonido que hacía su nariz sorbiendo era desesperante, más aún saber que estaba llorando por mi culpa.

—Distracción... —asintió apretando sus puños, sabía que estaba llenando su cabeza de ideas locas y malas suposiciones para fortalecerse, —claro, distraigámonos todos, besándonos unos a otros— estaba creando de nuevo ese caparazón que tenía contra el mundo, lleno de sarcasmo e ironía del que solo yo estaba absento y al que ahora me comenzaba a integrar.

—Pequeña...

—Cierra la boca— la frialdad en su voz me toma por sorpresa, la miro intentando descifrarla como siempre lo había hecho, pero esos ojos ya no brillaban para mi, no me dejaba saber que sentía y eso me estaba matando.

Fijo la mirada en el piso y me dedico a observar las figuras que este hacía, movía las manos en silencio a la espera de que siguiera matándome con su frialdad.

Sábado 01:00 a.m
El cuerpo relajado de Adara descansaba a mi lado, sonreí acariciando su cabello mientras intentaba lo más posible cubrirla con mi cuerpo, no quería que agarrara una gripe por estar casi desnuda en un lugar donde llegaba todo el frío del exterior.

Deslicé las yemas de mis dedos por su espalda desnuda, deleitándome con la suavidad de su piel sintiendo sus escalofríos. —¿Qué me estás haciendo?— le pregunté en un susurro sin quitar la mirada de su rostro dormido, sus ojos cerrados en un sueño profundo que me permitía admirar su belleza. Sus rasgos suaves, pestañas largas, labios medianamente gruesos, nariz levemente respingada... era la mezcla perfecta entre sus padres.

El frío de afuera se volvía cada vez más intenso al interior del sótano, se me estaba haciendo imposible calentar a Adara y la única opción que tenía era llevarla a su habitación a pesar de lo tarde que era. Me separo despacio de su cuerpo mientras la cubro con la manta sin dejar que le llegara el frío y la levanto en brazos, como si fuera un príncipe que cargaba a su princesa felizmente enamorado.

¡Hey, Chica invisible! [ #1 ] (REESCRIBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora