POR FIN

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Se hizo a un lado y el otro pasó sin decir nada, sin siquiera saludarse. Ninguno de los dos entendía la situación, ¿qué debían de hacer? ¿Cuáles eran los pasos a seguir? Incluso Yuu se preguntó si debía ofrecerle café. ¿Café? ¿Qué carajo tenía en la mente?

Antes siquiera de que Kouyou se sentara, Yuu lo tomó con fuerza de la muñeca y lo arrastró por el pasillo. Abrió con fuerza la puerta de su habitación y sin delicadeza aventó al castaño hacia la cama.

El otro sonreía, mientras Yuu se quitaba la camisa—. Deberías hacer lo mismo —dijo el pelinegro lamiéndose el labio inferior.

Kouyou se quitó la playera en ese instante, pero cuando desabrochó el pantalón, Yuu se le fue encima, besándolo como si la vida se le fuera en ello; necesitaba saciar esa necesidad de una maldita vez. Tenía que satisfacerse, no importaba cuanto tiempo tuvieran, lo necesitaba y lo necesitaba: YA. Sin separarse del beso le quitó el pantalón al castaño, seguido de inmediato por el bóxer.

Sin decir una palabra colocó dos dedos en la boca del castaño, metiéndolos aun si todavía no le otorgaban el permiso. Sonrió casi malévolamente al ver aquella escena, Kouyou lamiendo sus dedos.

—¿Cuántas veces has sido el pasivo? —preguntó mientras llevaba los dedos a la entrada del mas joven.

—Ninguna —dijo sonriendo debajo de él.

—Carajo —sintió una punzada en su miembro, estaba mas allá de la excitación.

Volvió a besar Kouyou metiendo dos dedos sin ningún tipo de consideración, era una persona consciente, tampoco se lo iba a coger sin preparación, el punto era que ambos lo disfrutaran. Porque sí, se moría de ganas de escuchar a Kouyou gemir como perra hasta el orgasmo, y eso solo lo iba a lograr con un poco de paciencia.

Y como si el otro hubiera leído su mente, el primer gemido salió de la boca del castaño al comenzar a masajear el punto exacto. Sin poder evitarlo Yuu marcó con fuerza su cuello, mordiendo y absorbiendo la mayor cantidad piel que tenía a su paso. Sin recordar que alguien podría ver esas marcas. Sólo tenía que saciar las ganas que tenía y morderlo era un alivio, que no duraría mucho pero lo ayudaría soportar mientras el otro estaba listo.

Movió los dedos dentro de él para ajustar su entrada, ahora tenía experiencia con hombres, sabía que no era fácil y que podía ser doloroso, sobretodo con el tamaño de su extensión. Kouyou se removía debajo de él, gimiendo sin vergüenza, dejando escapar esos sonidos que antes no había podido disfrutar. Cada uno de ellos haciendo estremecer de ansiedad y deseo.

—Hazlo —fue lo único que pudo pronunciar, los dedos de Yuu preparándolo, lo estaban haciendo olvidar hasta su nombre. El pelinegro sacó el dichoso lubricante del cajón a lado de su cama. Quitándose las prendas que aun vestía en el proceso.

Se colocó en la entrada, ambos se miraron con complicidad y sin discutir, sin decir mas, entró de lleno en Kouyou. Miles de sensaciones, desde satisfacción hasta alivio lo recorrieron de una forma mágica. Por fin estaba haciendo aquello con lo que había fantaseado por una década, no esperó a que Kouyou se acostumbrara, simplemente comenzó a moverse como su mismo deseo se lo dictaba. El castaño parecía estar en una situación parecida pues no se quejó, ni pareció dolerle.

Sentirlo dentro era una sensación indescriptible, era delicioso y lo llenaba por completo, pues Yuu no era precisamente pequeño, la manera en que ambos rozaban y encajaban lo estaban haciendo sentir como jamás lo había hecho. Disfrutaba el sexo, sí, jamás se había sentido así. Se aferró al otro con las uñas, tratando de aliviar las sensaciones, sensaciones que se esfumaron cuando Yuu salió de él bruscamente, lo miró sin entender, pero el pelinegro volvió a entrar, arrebatándole un grito cargado de placer.

DeliriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora