CAMINOS QUE SE CRUZAN

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Un año después

—¿Tenemos que grabar esto? —Kouyou se revolvió incómodo en el asiento.

—Hemos grabado todas las sesiones anteriores, no hay nada de que avergonzarse —contestó su terapeuta—. Es la primera vez que quieres hablar de esto, tal vez es lo que necesitas para dar ese ultimo paso que te falta y comenzar a caminar por completo. Los dos sabemos que tu recuperación es mas psicológica que física —era una mujer un poco más grande en edad que él, tenía el cabello pelirrojo y poseía una insolencia muy parecida a la que Kouyou tuvo alguna vez.

—De todas maneras usaré bastón para caminar, aun si logro deshacerme de la silla —estaba un poco amargado, llevaba seis meses en recuperación y a pesar de que ya podía moverse y hacer varias cosas por si solo aun le costaba trabajo caminar sin ayuda.

En cuanto a las sesiones psicológicas, tenía sus momentos buenos y sus momentos malos. Ya podía verse en el espejo, eso era un avance; aunque no era capaz de hacerlo sin reprochárselo, y sentirse mal consigo mismo. La lástima había quedado atrás pero odiaba su apariencia, estaba en el proceso de aceptación, sí claro, como si alguien pudiera aceptar que se había convertido en un monstruo.

—Kouyou —Sayuri, la terapeuta, lo sacó de sus ensoñaciones—. En una semana se cumple un año del ataque, ¿quieres decirme como te sientes con eso? —tenía su característica libreta sobre las piernas.

El castaño oscuro hizo una mueca—. No sé —lo que en realidad cruzó por su cabeza fue: un año sin ver a Yuu.

—Entonces, ¿quieres hablar de lo que dijiste que ibas a hablar la sesión pasada? —volvió a insistir.

Kouyou suspiró—. Tiene que ver con lo mismo —se mordió el labio.

—¿Dónde lo conociste? —fue la única pregunta que hizo.

—En el instituto.

—Eran compañeros de clase.

Negó—. Él iba en último, yo en primero. Lo conocí por casualidad, choqué contra él en el pasillo y terminamos los dos en la dirección. Por estúpido que suene, el director lo hizo mi asesor. En esa época yo era muy mal estudiante —sonrió ante el recuerdo—. Yo sabía quién era, tenía fama en todo el instituto pero jamás le había hablado...

La grabadora seguía corriendo, sabía que todo lo que dijera permanecería en la cinta, no habría vuelta atrás. Pensó en cuánto lo necesitaba, necesitaba descargarse de una vez por todas de todos esos pensamientos que lo estaban torturando desde hacía un año.

—¿Sabías de tus preferencias sexuales en ese momento?

Miró a Sayuri, cuyo semblante no había cambiado—. Sí, ya sabía que me gustaban los hombres pero nunca había tenido experiencias más allá de un beso —contestó.

—¿Puedes decirme su nombre?

—No —se alarmó un poco—, sería peligroso. Aoi, llámalo Aoi —se acomodó de nuevo.

—De acuerdo. Aoi, fue tu primera experiencia sexual —continuó como si estuviera hablando de papas.

Volvió a negar—. No exactamente, nunca llegó más allá del... —se mordió el labio— ...sexo oral y no fue exactamente romántico —se sintió terriblemente incómodo—. Es más complicado de lo que parece. Aoi ejercía un poder sobre mí que no soy capaz de describir, nunca dejé que nadie me dijera qué hacer, cómo debía actuar o pensar. Cuando Aoi me dice lo que haga, piense o diga, simplemente lo hago, sin objeciones sin reclamos. Nunca entendí el por que —sacó un cigarro. Aunque Sayuri siempre le decía que no fumara en su consultorio, lo dejaba de todas formas.

DeliriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora