¿Alguna vez has sentido el dolor de un disparo? Un dolor lacerante que te perfora, mientras deshace todo lo que encuentra a su paso, una bala en el cuerpo que invade tu organismo, que arde, duele y quema en menos de una milésima de segundo. Kouyou no tuvo mucho tiempo para pensar en aquel dolor cuando la bala entró por su muslo derecho desde atrás.
Takanori y él estaban discutiendo. ¿Por qué el menor no entendía que no pretendía quedarse con él ni siquiera con sus amenazas? Tomó el picaporte dispuesto a marcharse pero el dolor punzante del disparo lo detuvo. Sintió un intenso mareo, tal vez la adrenalina hizo que no se cayera o algo parecido, pues se giró bruscamente a su pareja, quien temblaba con la mano alzada y el arma recién disparada.
—Te dije que lo haría, no te atrevas a irte —dijo con la voz entrecortada.
El castaño lo miró con los ojos entrecerrados, sin poder creer realmente lo que acababa de suceder, giró la vista hacia el piso que para ese momento ya tenía varias manchas de sangre que seguía corriendo por su pierna. Sentía el pantalón mojarse rápidamente a la misma velocidad que se tenía de rojo. Se llevó la mano a la herida, sin atreverse a tocarla por completo, sus dedos manchados de sangre y el olor del hierro inundaba la habitación.
—Te volviste completamente loco, tendrías que matarme primero —dijo con dificultad, el dolor hizo que sintiera un zumbido en la cabeza, se vio imposibilitado a recargar la pierna, pero saldría de ahí así fuera arrastrándose.
Alzó una ceja—. ¿Qué tiene ese tal Shiroyama que en tan poco tiempo logró destrozar todo lo que teníamos? —de verdad lucía triste.
Kouyou se olvidó del disparo y el dolor, por un momento pudo ver cuanto había lastimado a Takanori.
—Lo siento —fue lo único que pudo pronunciar—. Yuu, él...él es...—¿Cómo describirlo? Ni siquiera hallaba las palabras correctas, pues ni él mismo tenía esa respuesta. Además el dolor de la pierna no lo dejaba pensar muy bien—. Lo conozco desde hace bastante tiempo, mucho antes de conocerte a ti —se atrevió a confesar.
—¿O sea que estabas conmigo y con él? —preguntó sin entender.
Kouyou negó—. No, lo volví a ver hasta hace poco —se recargó con su mano izquierda sobre la pared y con la derecha sostenía su pierna. No sabía por qué pero estaba exhausto de pronto, tenía ganas de dormir, luchó contra esa sensación luchando con todas sus fuerzas para no cerrar los ojos.
Takanori se sorprendió—. Shiroyama fue quien te escribió la ridícula nota que siempre llevas en la cartera —dijo casi sin aliento y el mas alto asintió. El editor se acercó sin soltar el arma, levantó a Kouyou por los hombros pues este se encontraba agachado para soportar un poco mas el dolor—. No puedo competir con eso, siempre lo dejaste claro —se resignó poniéndole el arma sobre el estómago—. Pero tampoco dejaré que seas de ese bastardo —y así, a quemarropa volvió a disparar.
El castaño cayó de rodillas, sintió como le robaban el aliento y por un momento su visión se nubló por completo, regresando en segundos que parecieron horas. La cabeza le zumbaba pero permaneció consciente y alzó la vista para ver como su pareja tenía una extraña mueca dibujada en el cara.
—Y sólo para mi deleite personal —Takanori volvió a alzar el arma apuntándole directo a los ojos y ladeándola un poco hacia su mejilla. Volvió a disparar, esta vez el castaño no sintió absolutamente nada, únicamente el impacto hizo que se doblara hacia atrás cayendo irremediablemente al piso.
No supo cuanto tiempo pasó desde que Takanori se fue hasta que logró, por convicción pura, levantarse y tomar el teléfono, no se iba a permitir morir, no aún. Pensó en todas las cosas que aun debía hacer y sobretodo pensó en que no moriría sin ver a Yuu al menos una vez mas, sin haberse vengado de su padre y sin publicar un libro mas. Llamó a una ambulancia, pero cayó inconsciente mucho antes de que llegaran por él, temiendo que tal vez no podría despedirse de nadie.
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Delirium
FanfictionEl problema era que a Kouyou Takashima nadie le decía qué hacer, hasta que Yuu Shiroyama le dio una orden por primera vez. Una obsesión que no sólo los llevó al borde la pasión, los llevó casi al desastre.