PENSAR EN TI

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Seis meses después


—¡Sujk! —gritó Kouyou por tercera vez.

El pelinegro entró con cara de hastío, estaba cocinando el desayuno antes de que el ahora castaño oscuro comenzara a gritar como desquiciado. Ya estaba acostumbrado a los desplantes del escritor, llevaba medio año atendiéndolo y en ese tiempo, habían pasado demasiadas cosas juntos. La lenta recuperación de Kouyou había sido un factor clave en su relación, que si al principio había sido un poco áspera, ambos habían encontrado el perfecto equilibrio.

Sujk estuvo en momentos muy difíciles, desde las sesiones psicológicas, que aun seguían, hasta la rehabilitación de su pierna. Su intestino estaba completamente bien, aunque el médico le había recomendado tener cuidado con los esfuerzos y los golpes en la zona, fuera de eso estaba recuperado. Su pierna y su cara eran otro asunto, sin tomar en cuenta su estado anímico.

—Estoy listo —dijo cuando vio a su enfermero en la puerta con una mirada de muerte.

Sujk alzó la ceja sin entender, estaba recargado en el marco con los brazos cruzados. Seguía usando la misma ropa desarreglada de siempre, pantalones militares y playeras sin tirantes; además de sandalias que parecía tener por montones, a pesar de las insistencias del escritor porque se comprara uno par de tenis, mínimo—. ¿De qué hablas? —le preguntó finalmente.

Kouyou tenía una mirada seria y veía fijamente a Sujk esperando que este pudiera leerle la mente y no tener que decir las cosas en voz alta.

—Creo que ya puedo verme al espejo —dijo rápidamente apretando las cobijas que cubrían sus piernas, tan fuerte que los nudillos se volvieron blancos.

—Kou, ¿estás seguro? —Suspiró avanzando hacia el castaño—. La psicóloga dice que es lo mejor, pero nunca antes te había visto con ganas de hacerlo y no quiero que te fuerces —se sentó a la orilla de la cama olvidando su enojo. El castaño estaba sentado con miles de almohadas detrás de su espalda, le puso la mano sobre uno de sus puños cerrados—. Cálmate, nadie te está presionando —le dijo con suavidad.

El mencionado alzó la mirada—. La psicóloga dice que es para mi pronta recuperación y ya no quiero estar en esta cama. Se supone que suba mi autoestima si acepto como me veo y entonces tendré la suficiente fuerza para moverme, la voluntad para volver a caminar —se quedó sin aire—. Es sólo que odio esto, ya no quiero estar así, quiero volver a ser como era antes —dijo finalmente.

Sujk sonrió de lado y le acarició la cicatriz a la que ya estaba acostumbrado, era bastante grande pero no pensaba que Kouyou fuera menos hermoso por eso, al contrario, lo hacía lucir más grande e incluso más maduro pues la cara de niño había desaparecido gracias a esa cicatriz.

—Estará bien, haremos lo que tu quieras —colocó su palma en la mejilla del menor y este se recargó en ella.

—No sé que haría sin ti —dijo sonriendo levemente.

El enfermero despertó de la ensoñación y se levantó bruscamente aclarando su garganta sonoramente—. Vamos a desayunar —le quitó las cobijas de encima y colocó uno de sus brazos debajo de las rodillas del escritor y el otro debajo de sus brazos, lo cargó sin ningún esfuerzo, no sólo era delgado sino se había acostumbrado a cargarlo a todos lados, simplemente ya no le pesaba. Lo sentó en su silla de ruedas y lo condujo a la cocina.

Acababan de llegar cuando el celular de Sujk sonó dentro del bolsillo de su pantalón, colocó a Kouyou en su lugar en la mesa y sacó el aparatito, el nombre de su hermano se desplegaba en la pantalla, pero sabía perfectamente que no era Leda quien le escribía. Abrió la pantalla y desplegó el mensaje.

DeliriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora