VIENTOS DE CAMBIO

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Estaba completamente sentado, no, inclinado en el brazo del sillón para dos personas. El material se pegaba a su piel debido al sudor, mala idea tener una sala hecha de piel, pero eso a su acompañante lo tenía sin cuidado, no era él quien sufría de aquello. Podía tocar el piso con sus dedos, pues sólo la mitad de su cuerpo permanecía sobre el sillón, la otra mitad colgaba boca abajo, ni siquiera podía levantarse con propiedad; tampoco hacía el intento, su pierna no era lo suficientemente fuerte para apoyarse, por lo que todo su peso se balanceaba en su estómago. Decidió no tratar de moverse, su mirada fija en el piso sin levantar la cabeza, no podía ver nada más, su cabello ocultaba cualquier visión así como su rostro.

Sintió los dedos fríos de su acompañante recorriendo su espalda desnuda, el contacto era tanto exquisito como doloroso, su cuerpo ardía. Al final recorrió su espalda baja y llegó a su trasero con una lentitud casi enloquecedora.

—Quiero que cuentes hasta diez —le dijo retirando cualquier contacto.

—¿Qué? —no entendía que tenía que ver, pero no se atrevió a levantar la vista.

—¡Hazlo! —Le ordenó soltándole una fuerte nalgada—. Uno...

—Yuu... —trató de decir pero otra fuerte nalgada lo interrumpió, el ardor en su parte baja lo hizo sentir mareado.

—Cuenta carajo, ¿ya se te olvidó como hacerlo?

Negó, aunque dudaba que pudiera verlo—. Tres —dijo entendiendo el jueguito y sintió la nalgada en el mismo sitio. Dolía y al mismo tiempo sentía oleadas de placer dirigidas directo a su miembro, más que despierto.

Podía jurar que Yuu estaba sonriendo a medida que contaba cinco, seis y siete nalgadas; todas en el mismo lugar sin darle un descanso. Hasta que sintió un tacto amable después de la octava, lo acariciaba con una mano fría, un ligero alivio entre el ardor y el dolor; sin embargo no tuvo que decir nueve para recibir otra nalgada mas.

—No te escucho contar Kouyou, y si no lo haces tendré que empezar de nuevo —advirtió—. ¿Eso quieres? —se burló—. ¿Es lo que quiere mi putita, te gusta tanto el dolor que te provoco? No tienes que portarte mal para obtenerlo, sólo pídelo —le soltó la última nalgada—. Sólo ruégalo —Kouyou soltó un gemido más alto de lo que hubiera querido.

Yuu se subió al sillón detrás de él, pudo escuchar la tapa del lubricante pegar contra el piso y sintió dos dedos húmedos hacerse paso en su entrada, los dos al mismo tiempo. El dolor atravesó todo su cuerpo, quería aferrarse a algo pero no había nada, gimió o tal vez gritó, no supo. Los dedos se abrieron paso en su interior, cuidadosos de tocar su próstata, una tortura.

—Estás tan estrecho —sacaba y metía los dedos sin piedad, sin esperar a que Kouyou se acostumbrara a la intromisión—. Mi zorrita, me esperó todo este tiempo —lo dijo burlándose—. Así me gusta, nadie toca lo que es mío —añadió un tercer dedo—. Me pregunto que otras sorpresas me tendrás guardadas —sacó los dedos.

Kouyou escuchó a Yuu moverse detrás de él, el sonido del cierre bajar; no se desnudaría, el único que estaría en esas condiciones sería la mascota, no el amo. Sintió la punta del miembro de Yuu en su entrada.

—¿La quieres? —le preguntó con malicia pasando la punta sobre su trasero. Asintió, por lo que recibió otra nalgada—. Te pregunté algo maldita sea, contesta —le gritó enfadado.

—Sí —dijo con dificultad, estaba desesperado. Había pasado tanto tiempo desde que había sentido a Yuu dentro de él que simplemente no podía aguantarse ni un segundo más.

DeliriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora