Capítulo 24. [ÚLTIMOS 2 CAPÍTULOS].

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Viernes. 5 en punto am. Vuelvo a la misma rutina de siempre; levantarme temprano, higienizarme, vestirme y desayunar. Lo único diferente de todo esto es que lo hago con muletas, y es mucho más difícil, por eso me levanté muy temprano hoy.

Luego de que haya hecho todo eso, miro mi reloj de muñeca y veo que son las 6:15 am. ¡Tardé una hora y un cuarto en hacer todo eso! Antes solía tardar media hora... ya estoy comenzando a odiar mis muletas.

Mamá toca la bocina del auto para avisarme de que ella ya está lista y para que me apure. O sea, ¿no se da cuenta de que estoy con muletas? Pues ni modo, agarro mi mochila y me la pongo en la espalda. Me apoyo en las muletas y camino, lo más rápido que puedo, hasta el garaje. Cuando llegue hasta allá, ya habrá terminado la primera clase.

Ni bien llego al garaje, mamá continúa tocando bocina, diciéndome...

—¡Vamos, July! ¡Apúrate!

—¡Mamá, apenas puedo con las muletas y quieres que me apure! —dije mientras llegaba (por fin) hasta la puerta delantera del auto, al lado de mamá—.

—A ver, yo te ayudo... —decía mamá mientras abría la puerta—.

—Gracias —me metí al auto y, cuando estaba a punto de cerrar la puerta, me acuerdo de mis muletas—. Mamá, ¿dónde puedo poner estas odiosas muletas?

—A ver, yo las pondré detrás del auto.

Y así mamá se bajaba del auto, daba la vuelta por delante de él, se dirigía hasta donde estoy yo y agarraba las benditas muletas. Luego, abrió la puerta del asiento trasero, las coloca allí y da un portazo. Di un saltito en mi lugar luego de ese ruido.

Mamá vuelve hasta donde estaba, cierra la puerta y se pone seguro al auto. Enciende el vehículo y dio marcha atrás hasta salir por completo del garaje y conducir hasta la carretera. Calculemos que, a la velocidad en la que mamá conducía, llegué al bachiller en menos de diez minutos.

Cuando llegamos, mamá me dijo que espere, ya que ella va a bajar primero así me puede dar las muletas. Salió del auto, daba la vuelta por delante del mismo, se dirigía hasta el asiento trasero, abrió la puerta, sacó las muletas y dio un portazo. Esos portazos que ella da sin previo aviso me asustan un poco.

Mamá se dirigía hasta a mí, abrió la puerta y me ayudó a bajar el auto. Todos los que estaban pasando cerca nuestro y los que iban entrando al edificio nos miraban; me sonrojé. No he tenido tanta atención así desde que peleé con Sarah. Por Dios, qué vergüenza...

Me sostuve en el hombro de mamá, agarré las muletas y apoyé mis axilas en ellas. Estaba a punto de irme cuando me acuerdo de algo... ¡ay Dios, la mochila! ¡¿Esto es joda?!

—¡Hija, tu mochila! —decía mamá mientras volvía al auto y agarraba mi mochila—.

—¡Ay, esto debe ser una broma! —dije mientras volvía hasta donde estaba mamá, me agarraba de su hombro, me ponía la mochila y me apoyaba, devuelta, en las muletas—.

—Bueno hija... —ay no, va a comenzar con sus discursos de cinco minutos— espero que todo salga bien y q... —la interrumpí—.

—¡Mamá, por favor! Sé cómo lidiar en el bachiller —apoyé mi mano en su hombro—... estaré bien...

—Espero. Nos vemos, hija —me da un beso en la mejilla—.

—Adiós, mamá...

Y así ella se subió al auto y se fue, rápidamente, hasta su trabajo. La observé alejándose hasta que desapareció por completo. Solté un suspiro, me di la vuelta y me dirigí hasta la puerta de entrada. Por lo menos, me tarde un minuto... es un nuevo récord.

Mi admirador secreto. [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora