XI.

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¿Algo malo estaba a punto de suceder?

Por suerte, la migraña había desaparecido en su totalidad, aunque la luz que entraba por aquel ventanal me estaba molestando en demasía. Un dolor al que no estaba acostumbrado, como una pequeña punzada en la cabeza que solo me decía en las malas condiciones que estaba hasta que, sin quererlo, las lágrimas comenzaron a resbalarse por mi rostro, importandome una mierda que Taehyung, quien estaba sentado justo a lado del ya mencionado vidrio, estuviera observandome.

No hice ruidos, ni jadeos, y mucho menos di a entender que estaba sollozando, no. Las lágrimas simplemente se escurrían con gracia por mis mejillas. No sabía la razón del por qué me sentía de aquella forma, porque sí, no la estaba pasando bien. Mi orgullo había sido herido en lo más profundo de mi alma, y aunque mi muy inusual llanto no pareciese desesperado, en el interior lo estaba.
Para hacerlo de ejemplo, me sentía encerrado, manipulado, envenenado por la palabra de alguien a quien apenas conocía, se había vuelto mi pesadilla. Y lo que más me dolía, es que yo me vi débil ante él y su secuaz del infierno -que por lo que me había dado cuenta, no se encontraba en la habitación junto a su amado-.

Dejé que las lágrimas siguieran su curso hasta mi mentón, donde se juntaban para proseguir su camino en mi cuello hasta llegar a mi pecho y, a partir de allí, desaparecían. Por más que me sorprendiera y me sacara de órbita, estaba vestido con un muy fino conjunto de invierno que constaba de un suéter grueso, de un color hueso muy opaco, y unos pantaloncillos de trotar negros que, aunque parecían delgados, no sentía la fría brisa que entraba por el único ventanal de aquella pequeña habitación.
En busca de explorar un poco más el lugar, con miedo y los labios temblandome, tomé asiento sobre el colchón, buscando la comodidad entre aquellas pesadas sábanas que solo me provocaban un cansancio del que nunca pensaba salir.

Era una habitación pequeña. La decoración era muy nula, y para mí gusto solo se encontraba una pintura muy vieja de Monet, colgando de la pared que estaba a unos pasos de la parte frontal de la cama. Lo que predominaba en el lugar, era aquel ventanal. Rusia era un lugar muy frío, y era peor cuando el invierno se encontraba en su pleno apogeo.
Podría decirse que, el ventanal, abarcaba la mayor parte de la pared al costado de mi cama. La nieve se veía blanca y algo espumosa, aunque en sí, aquel lugar parecía estar abandonado, desértico en su totalidad. La nieve se veía decorada por una pequeña casa muy lejos de la que nosotros ocupabamos en el momento.

Intenté moverme un poco más, aunque había resultado como una mala idea. De reojo pude observar una jarra de cristal, con algo de líquido que pude reconocer como agua, y aunque realmente no estaba seguro de ello, mi garganta se sintió repentinamente seca. Mi brazo intentó estirarse, pero eso solo me recordó todo lo que había sucedido la noche anterior, y no por voluntad, sino que la tela al rozar con mi piel, irritó las heridas de cortes en mis brazos. No me sorprendió que Taehyung voltease, algo asustado, al escuchar mi quejido.

—¿Estás bien?

Preguntó. Su voz sonaba calma, y algo ronca, lo que me indicó que probablemente ya llevaba mucho tiempo en aquel ventanal, por lo que el frío le había irritado un poco. Se mantenía observando a la nada, o al menos eso pensaba yo porque no tenía idea de lo que se encontrase frente al lugar donde era mi hospedaje. Parecía tener muchos secretos por lo cuáles pensar, y de lo cuales yo ya no quería enterarme, ni siquiera verme entrometido en ellos.

No contesté sino que, en cambió, asentí. Dudaba si mi voz podría no salir quebrada, y el que el castaño hubiese volteado hacia mi una vez más, me dijo que él también dudaba de aquello, y que por lo tanto no pensaba humillarme más de aquella manera. Tenía que aceptar que, en poco tiempo, Kim me conocía mejor de lo que yo podía conocerme a mí mismo.

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