Kuina,
La última noche del año mucha gente vino a cenar al restaurante, por lo que el cocinero y yo tuvimos que celebrar Nochevieja con nuestras familias cuando ya se hubo terminado el año. A mí todo eso de las celebraciones y la familia me daba un poco igual, así que no me importó quedarme con el cocinerucho cerrando. Yo, como un día normal, me puse a recoger las sillas y él a fregar los platos.
Solía escuchar partidos de fútbol en la radio cuando fregaba los platos y también se arremangaba la camisa hasta los codos para que no se le mojara. Así se le veían las muñecas, que de lo finas que eran daban un poco de repelús, porque sobresalían y daba la sensación de que iban a salirsele y sus manos se quedarían así, flojas y colgantes.
Cuando terminó de fregar los platos se secó las manos en los pantalones y salió a echarse un piti, de nuevo con sus quejas, sus cigarrillos y sus recitales. Su humo de tabaco. Su tos de fumador. Desde el día que le conocí tuve la sensación de que ese cocinero, con cada paso que daba, quería arrancarse el corazón y extirparse los pulmones.
Quería hablar con él para asegurarme de que las cosas seguían bien entre nosotros, porque unos días atrás le empujé por haber intentado bailar conmigo a pesar de que yo le hubiese dicho que no bailaba, porque no podía imaginarme haciéndolo con otra persona que no fueras tú vestida de lunares, y creo que lo entendió mal.
Así que le seguí fuera. Le dije que, en mi opinión, no debería fumar tanto, porque quedaba feo y encima era malo para la salud, y él me respondió, cabreado, que no podía hablar de salud si me negaba a tomar la pulpa del zumo. Le dije que el zumo me sabía mejor sin pulpa y él, dale que te pego, que la pulpa era la parte más importante de la fruta; que el valor nutricional estaba en la fibra; que era una creencia en la que él sí creía, como en Nuestra Señora de Lourdes, y que yo merecía ser sondado y no disfrutar de ningún sólido por el resto de mi vida.
—No lo pienso discutir más —sentenció, y lanzó la colilla lejos.
Y yo, sin darme cuenta, le busqué la boca; no en el sentido de provocarlo otra vez para seguir discutiendo, sino que le busqué la boca en serio, para besarlo. Le cogí del cuello de la camisa, tiré de ella y le planté un beso en la boca; era el primer día del año y me apeteció hacerlo. Luego él me besó a mí. Eso me gustó.
Tenía ojos de muñeca, lánguidos, con las pestañas blancas, y sus manos, que las había puesto en mi cara, esa textura rara que se te queda después de lavarlas con jabón. Manos como estrellas de mar, azules, bien cuidadas, guardadas sólo para cocinar. Por eso se hacía la manicura y no partía las nueces con el puño, sino que metía un cuchillo por el canto y giraba, para que no se le pusieran feas.
Ya ves, nuestro primer beso, y se lo di yo.
En todo momento fui el más valiente de los dos.
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copacabana | one piece | zosan
Fanfiction«Ya sé que lo nuestro fue un amor museal que duró un año nada más y que aunque tú ya no me soportes, casi podría decirse que desciendo de ti, como si tú fueras mi ancestro, y te necesito, te necesito porque eres lista y siempre sabes qué hay que hac...