playa

314 59 6
                                    

El Día de Acción de Gracias Luffy y Kuina se pasan la mañana entera horneando pan de maíz y tarta de calabaza. Ella pone en el gramófono música de cabaret, la canción de Las Gaviotas, y dados de la mano, cantan juntos la letra entera, bailando descalzos sobre el suelo de la cocina.

Luego, sofocados, se sientan en la encimera, entre el rayo y el océano, a fumarse unos liados.

—Te está quedando muy bien —observa Kuina dando una calada—. Tu cuadro me recuerda a demasiadas cosas, y sin embargo es algo que nunca he visto antes. ¿Como es eso posible?

Luffy se encoge de hombros.

—Ya casi está terminado. Unos detalles más en las olas, un poco de barniz y listo.

—¿Qué pintarás después?

—Ni idea —responde Luffy—. Hay muchos paisajes que me gustaría dibujar. La playa, pero de noche; la playa, pero vacía; la playa, pero con nubes de tormenta a cierta distancia; la playa, pero por la tarde, cuando el mar está tranquilo y el cielo se vuelve extraño...

—Necesitarías muchos colores para eso.

—Lo sé.

—¿Qué nombre le vas a poner?

—Al principio quería ponerle algo bonito, ya sabes, algo poético... Pero creo que al final voy a llamarlo Playa Princesita del Mar, que es así como se llama la playa.

Kuina sonríe, recogiéndose en pelo en una coleta.

—Queda bien. A mí me hace pensar en una sirena infanta, con la piel vacía y el pelo rosa.

—Pues a mí me recuerda a una hawaiana.

Se quedan un rato en silencio, cada uno a su cigarro, mirando el cuadro con atención. Kuina baja un brazo, con un hilo de humo saliendo entre sus dedos, y lanza un suspiro contra el techo.

—Tendríamos que haber ido a la misa a dar las gracias por las cosechas —piensa lánguidamente—. Vergüenza debería darnos.

—Gracias al cielo —comenta Luffy—. Y al sol y a la lluvia, por su esfuerzo y colaboración.

—No hay de qué —dice Kuina—, en el nombre del tiempo.

Siguiendo el juego, Luffy se pone en pie de un salto.

—Y gracias a las olas del mar por traer tesoros y escoria y por romper las rocas hasta hacerlas arena; gracias, porque ahora tenemos playas.

—¡No hay de qué! —exclama Kuina sonriente, saltando a sus brazos— En el nombre de las olas.

Ver aquella arena del cuadro le recordaba al alba desde la ventana de la buhardilla, a la piel de esa modelos rusas, como noches blancas, o a cuando bajaba a jugar a la nieve a la plaza en la que le cortaron la cabeza a María Antonieta, pálida y fatigada. Qué bonito.

Sin pensárselo dos veces, Kuina agarra a Luffy de la cara y lo besa. Tras el beso, rápido, torpe, el chico abre los ojos lentamente y la mira como si acabara de despertar de un sueño.

No hay de qué, en el nombre de la playa.

copacabana | one piece | zosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora