—¡Suéltame!
El bajo de la falda de Pudding ondea por encima sus calcetines blancos cuando se retuerce en mitad de la calle. Sanji la tiene agarrada de la muñeca.
—Ya casi hemos llegado.
—¡Pero quiero dormir! —gimotea ella— ¿Adónde me llevas?
—A un restaurante.
—¡No tengo hambre! ¡Tengo sueño!
—Me da igual, ¿vale? ¡Me da igual! Y haz el favor de colaborar un poco —grita Sanji.
Sigue tirando de ella hasta que llegan al restaurante. Los insultos de Pudding hacia el rubio (¡tonto! ¡bruto! ¡caraculo!) alarman al jefe de cocina, que se queda de una pieza cuando ve a su nieto con una joven de la mano en la puerta de la entrada.
—Creía que te había dejado bien claro que no quería ver tu cara ni la del camarero ese por aquí. ¡Nunca más! —aulla Zeff.
—No es lo que parece.
—¡Largo!
Sanji suspira.
—Ella es Charlotte Pudding —el viejo quiere decir algo, pero Sanji se le adelanta—. Antes de que empieces a gruñir, escucha esto que te digo: ya sé que tengo prohibido estar por aquí. Vengo sólo para traértela. Charlotte Pudding quiere ser cocinera, ¿verdad que sí?
—¿Es eso cierto? —pregunta Zeff, cruzándose de brazos y mirando con flagrante dulzura la diadema de la joven.
Así que para eso me ha traído aquí, piensa Pudding, a la que se le han puesto las mejillas rojas como la grana.
—No... Bueno, sí —dice muy nerviosas—, ¡pero tampoco tengo mucha experiencia! Me gustaría aprender a cocinar. Aprendo rápido. He sido siempre muy resuelta, desde pequeña —Zeff arruga una ceja al escuchar esto, pues la chica ante sus ojos no debe tener más de quince años—. Mi madama está gordísima, anda todo el día con un hambre voraz, suele decir, sí, como es... ah, sí, que tiene un hambre que me come a Cristo por los pies. Ella come mucho, dulces sobretodo: barritas de almendra, escudos bañados en chocolate, cajas enteras de pastas de té, panettones, trufas de caramelo, tartas de músico, roscones de reyes, palmeras, tartaletas, pralines... Así que lo mas seguro es que se muera pronto, cuando el azúcar termine por taponar sus arterias.
Big Mom, sin embargo, seguía gozando de buena salud, pues a pesar de sus malos hábitos había ido sobreviviendo y ahora era más vieja que el catarro. Pudding se preguntaba cuánto más iría a vivir.
—¿Qué te parece? —pregunta Sanji.
—Pediré que le hagan un delantal a medida —responde el jefe simplemente.
De vuelta al cuartito, Pudding no deja de saltar y gritar, dando saltos de alegría.
—¡Un delantal a medida! ¡Para mí! ¿Sabes lo que significa, Sanji? ¿Sabes lo que eso significa? No más pintalabios ni corsés. Tendré un trabajo honrado, al calor de los fogones, y nadie tendrá por qué mirarme... ¡Qué felicidad! —con los ojos anegados en lágrimas de palo dulce, la joven se lanza melodramaticamente a los brazos de Sanji, que la atrapa en el aire por la cintura y la gira y gira y gira— ¡Mi príncipe! Me has salvado.
Sanji sonríe, porque en realidad ha sido al revés.
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copacabana | one piece | zosan
Fanfiction«Ya sé que lo nuestro fue un amor museal que duró un año nada más y que aunque tú ya no me soportes, casi podría decirse que desciendo de ti, como si tú fueras mi ancestro, y te necesito, te necesito porque eres lista y siempre sabes qué hay que hac...