Crecí con el olor del cigarro, con el ambiente lleno de humo expulsado por la boca de las personas que no encontraba salida y los extractores no daban abasto. Quizás eran demasiados cigarros, quizás eran muy pocas salidas.
El cigarro es uno de las formas más populares y comunes para el consumo del tabaco. Envuelto en una hoja delgada de papel en forma de cilindro, con un filtro integrado con el fin de reducir los daños a la salud.
Se ha considerado una afición masculina a lo largo de la historia y existe evidencia científica que los hombres con altos niveles de testosterona son más propensos a fumar. Así como que estadísticamente el 80% de los fumadores viven en países de ingresos bajos o medios.
Mi madre era más que adicta a ellos, podría jurar que prefería comprar sus cigarros a un plato de comida. Quizás adicta al butano, metano, hidrazina, cadmio o amoníaco, tal vez prefería los materiales radiactivos y el polonio-210. O simplemente le gustaba el sabor a nicotina constantemente en su boca y aliento.
Ella jamás tomó en cuenta la mortalidad, lo que el monóxido de carbono, arsénico, amónico, alquitrán o las tres mil novecientas noventa y seis sustancias restantes podían hacerle a su cuerpo, ni como afectaba a sus pulmones o los riesgos cardiovasculares que podía tener. No tomaba encuentra que a largo plazo podía sufrir cáncer de pulmón, bucal, laringe o lengua; ni los enfisemas pulmonares o la osteoporosis.
Jamás tomó en cuenta que los cigarros causan una fuerte dependencia a la nicotina, terminando como un vicio mayor que la cocaína o la droga más fuerte. Porque aquí la frecuencia con que fumabas ya no era importante.
Ella me convirtió en un fumador pasivo, a cada lugar, en cada momento, en cada situación. Tal vez por esa causa comencé a fumar tranquilamente de grande, solo por costumbre a adicción a las 4 mil sustancias que poseen los cigarros o solo quizás a las aproximadamente 70 que son cancerígenas.
Y a pesar de todo el cigarro es un de las principales causas de muertes que es considerada como la causa más evitable del mundo. Pero aquello era lo de menos para ti
El tabaquismo fue condenado por Jacobo I de Inglaterra por ser repulsivo para el olfato, desagradable a la vista, peligroso para el cerebro y nocivo para los pulmones. Tampoco tomaste en cuenta la historia ni el momento en que la comenté.
Porque crecí con los cigarros a mi alrededor, reposando al lado del plato de mi madre mientras comíamos sobre la cama, porque cada vez que la miraba ella tenía un cigarro entre los dedos, y cuando me volví mayor noté que tenía una marca amarilla entre los dedos con los que siempre sostenía su cigarro.
Doce cigarros, una caja por día, siete cajas a la semana, treinta al mes, trescientas sesenta y cinco cajas al año. Eran cuatro mil trecientos ochenta cigarros al año en total. Si tal vez, solo un quizás, mi madre hubiera dejado sus cigarros todo hubiera sido diferente mejor y un niño que le encantaba contabilizar cosas hubiera tenido su plato de comida completo.
Desgraciadamente me quedaron muy pocas cosas de lo que mi madre fue, pero, cigarro fue el que se arraigó. Y sé quedó allí.
Y luego llegaste tú.
Odiabas el olor a cigarro en mi ropa, o en las sábanas. Odiabas llegar y encontrarme en el balcón con un cigarro entre los dedos. Odiabas que te besara sin haberme lavado los dientes cuando sabías que yo había estado fumando, decías que preferías fumarte uno de mis cigarros a eso.
Siempre lo tomaba como una broma y te ofrecía uno, siempre lo encendía frente a ti, siempre buscabas una excusa para irte al encenderlo. Porque en su momento no entendía y ahora me arrepiento de haberlo tomado como una broma.
Porque me gritaste arsénico, amoníaco, monóxido de carbono y la radiactividad del polonio-210, porque comenzaste a enumerar todas las enfermedades que podía causar si seguía fumando y te dije que iba a parar. Sin embargo, no lo hice y fumaba cuando no estabas o salía.
Porque me recordabas al niño que contabilizaba los cigarros de su madre aunque jamás contabilizó los que él mismo consumía. Y siempre sumaba uno más y te restaba uno a ti.
Porque aunque te dijera que no fumaba tú sabías que lo hacía, por el olor que seguía presente, porque sé que te restaba cada vez más y te dividí cuando me viste con un cigarro nuevamente entre los dedos.
Quizás veías lo que yo miraba cuando no me había acostumbrado al olor y al humo, porque aunque me dijiste que odiabas esa parte mí sé que intentaban buscar lo mejor.
Porque te costaba dormir a mi lado las noches que decidía ir a fumar al balcón y el humo se quedaba encerrado en el departamento. Quizás eran demasiados cigarros, quizás las salidas jamás serían suficientes.
Mas, para el día en que te vuelva a ver el humo de los cigarros ya no será un problema, ya no dañara las vías respiratorias y te dejará dormir por las noches.
Para el día en que te vuelva a ver, espero que estés allí, para poder decirte que el humo solo formará parte de las masas de aire y que el aire que salga de mi boca en forma de un te amo, en algún punto formará parte de esa masa de aire y humo.
.A.
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EL DÍA EN QUE TE VUELVA A VER
RomanceLos recuerdos y la memoria nos mantienen vivos diariamente, con ella aprendemos la rutina, la memorizamos y la recordamos todos los días, y si es necesario cambiarla lo hacemos sin problema. Mantienen vivos a los que de una u otra forma ya no están...