Era capaz de escucharte a la distancia casi como si le hubieras bajado el volumen a tu voz aunque diera la sensación de que estaba gritando. Yo estaba seguro de ello.
Todo era negro, recubierto de más oscuridad y las sensaciones no parecían existir; pero aunque fuera dolor rogaba por ellas. Rogaba por gritar, por abrir los ojos y ver que tú estabas bien.
Mis recuerdos son vagos después del momento en que tu voz se apagó.
Recuerdo un rojo y azul desteñido, con un montón de caras difusas sobre mí en donde si estuvistes no llegué a reconocerte.
Porque luego de un tiempo de sueños extraños y complejos, de hablar con un cigarro y conversar de forma amena con un reloj volví a oír tu voz. Sonaba triste, y casi en un susurro como si quisieras llorar y lo hiciste después de un tiempo.
Así como también recuerdo el roce de tus labios sobre los míos y cuando no te vi sentada a mi lado.
Por si lees esto algún día, el culpable fue el otro conductor, no tú.
He preguntado por ti muchas veces desde que volví a casa, casi tantas como lo hace Ian. Solemos discutir y él jura que volverás aunque yo sé no es así.
Erica fue tu cómplice y hasta el día de hoy lo es; sin embargo tu recepcionista no. Me dijo que seguías visitando aquel lugar, así como yo también lo hago.
Me tomo el tiempo de traerte las cartas que escribo así como con el corazón el la garganta las leo luego de tocar la puerta, con la esperanza de que después que termine la abras. No obstante, eso nunca pasa y termino deslizando el papel debajo de la puerta.
Tal vez todo esto esté mal, tal vez yo no debería seguir viniendo y dejarte en paz, tal vez así como tú me lo pediste, debería olvidarte.
Debería olvidarme de tu nombre y apellido, de tu sonrisa o tus ojos, de los momentos en los que estuvimos juntos, de ti, de todo. Pero rendirse a veces suena fácil sin dolor y luego llega el arrepentimiento con todo lo que dejamos atrás con lo que quisimos evitar.
Porque me gusta recordarte sentada en la mesa del restaurante, mientras conversábamos sin rumbo fijo y con una sonrisa en la cara.
Me gusta soñar que vuelvo a estar en ese auto observandote de reojo mientras cantabas las canciones de la radio. Soñar con que volviste y te dio por colocar música mientras hacías la cama. Me gusta pensar que un existe la posibilidad de que leas estas cartas otra vez y seas tú la que toque la puerta.
A veces anhelo el día en que regreses y el último beso pierda su título. Y otra veces deseo escuchar tu risa en alguna esquina devolviéndole vida a las calles.
Aunque esas son cosas que pasarán si y solamente si tú regresas. Solo si no decides olvidarme.
Tal vez sea yo o simplemente sea el agua que cada se siente más fría, más ruego por abrazarte y que ese abrazo no deje que me termine de hundir.
Porque mi apellido significa y proviene de la palabra valiente y así como el tuyo significa amor. Y fuiste lo suficientemente valiente como para tirar todos esos muros que había puesto. Fuiste lo suficientemente fuerte como para amarme y quedarte allí.
Y si los años pasan y tú no vuelves, tampoco sería capaz de olvidarte.
Porque sé que los años van a pasar y el reloj no se detendrán con el tiempo, las constelaciones cambiarán y las estrellas van a morir para formar nuevas. Sé que dejaran de ser 7, 55 miles de millones de personas y pasaran a ser 10 mil millones de personas.
Sé que envejecemos como lo hará el sol e iremos perdiendo energía hasta marchitarnos como los claveles azules, que el polonio-210 junto al alcohol y consumirán mi cerebro, y terminaré por olvidarte.
Sin embargo, hasta que eso pase y el polonio haga de las suyas y juegue con mis recuerdos, dejando lacónicos recuerdos divagantes; hasta que el sol se convierta en una súpernova e ilumine la galaxia completa, cuando las pecas de tu espalda se transformen en una pintura de Van Gogh o quizás se conviertan en Andrómeda me olvidaré de ti y de todo sentimiento existente.
Me olvidaré de tu risa, de las constelaciones que pude formar, del olor a tierra mojada junto a tu perfume, de la hora exacta en que te fuiste y dejaste marcada en el reloj. Terminaré por olvidarte, olvidar el nosotros.
Pero, quizás para el día en que eso suceda, tú y yo ni siquiera estemos aquí.
Y si algún día llega el día en que te vuelva a ver espero que no te hayas olvidado de mí, de nosotros y de que te amaré hasta que el tiempo deje de existir y el universo detenga su expansión.
Hasta entonces te amo de aquí hasta Andrómeda pasando por cada estrella de la galaxia.
C.A.M.I.L.LO
ESTÁS LEYENDO
EL DÍA EN QUE TE VUELVA A VER
RomanceLos recuerdos y la memoria nos mantienen vivos diariamente, con ella aprendemos la rutina, la memorizamos y la recordamos todos los días, y si es necesario cambiarla lo hacemos sin problema. Mantienen vivos a los que de una u otra forma ya no están...