•SATURNO•

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La vida era complicada, sobre todo con la constante carrera y sin posibilidad de poder detener el reloj aunque fuera solo un segundo más.

Y entonces estaba el amor, un sentimiento lo suficientemente inexplicable que se interpreta de muchísimas maneras distintas y que se encuentra en más formas de las que se pueden explicar.

Porque el amor quizás a veces llega a ser más complicado que la vida en sí misma.

Tal vez somos nosotros los que lo complicamos hasta el punto de no entenderlo.

Las personas describen el amor como un sentimiento fuerte y totalmente universal. Y califican los tipos de amor que existen en el mundo, porque puede sentirse mucho más fuerte y muy distinto entre persona y persona.

Es cuando aparece el amor a primera vista.

Lo definen como el amor instantáneo, que solo es suficiente con ver por primera vez a ese ser es lo suficientemente fuerte como para provocar sentimientos.

La primera vez que vi a Ian, me enamoré, me enamoré la primera vez que lo tomé entre mis brazos. Me enamoré la primera vez que nos miramos uno al otro.

Por el contrario, no me enamoré de ti primera vista. En realidad la primera vez que te vi, estaba por tomar tu orden y recordé que eras la chica a la que le había tirado el café. La vergüenza no tuvo compasión y traspasó a tus ojos y fue mucho más que evidente.

Porque cuando volví y no estabas y el único rastro que quedó fue un número de teléfono al que marcar.

No creo que en ese insignificante momento en que nos vimos te hayas enamorado o siquiera haber sentido aprecio o cariño.

Tampoco me enamoré de ti ni la siguiente vez, ni la siguiente a esa y sucesivamente. Tal vez me enamoré entre todas esas veces juntas siempre un poquito más.

El día en que decidí que te diría que te amaba estaba nervioso, realmente nervioso; quizás más de lo necesario.

Lo único de primera vez que tuvo ese día era que estaba en tu casa, en una cita que no tenia en lo absoluto con trabajo. He de confesar que no eras la única persona incómoda en aquel lugar y sé que la imprudencia de un niño no ayudaba al momento; perdón pero mi niñera había renunciado una semana antes.

Cuando el sueño le ganó a Ian y el lugar quedó en silencio comencé hablar sin un rumbo fijo con la esperanza de reunir suficiente valor mientras te hablaba.

Tampoco era la primera vez que intentaba decirte que me había enamorado de ti. Lo había intentado una semana atrás cuando las palabras se quedaron atoradas en mi garganta volviéndose un nudo mientras más pensaba en lo que te diría.

En el momento que noté que la conversación se había convertido en sin soliloquio y ya comenzaba a divagar, en el momento que me quité el reloj y tomé tu mano para que me miraras.

Porque sin ataduras te dije que estaba enamorado, que no sabía cómo sucedió y que fue de repente y sin darme cuenta.

Estábamos lo suficientemente cerca como para ver las pequeñas manchas que aspiraban a ser pecas sobre tu rostro, lo suficientemente cerca para besarte.

Mis manos hasta ese momento no habían temblado tanto.

Porque te besé, te besé jurando que no habría un nosotros.

Porque luego de que me alejé, tomaste el cuello de mi camisa y te subiste a mi regazo. Porque me besaste.

Porque ahora no estás y lo único que queda de que día es un recuerdo y una dirección escrita en un pedazo de factura arrugado que yace pegado en la nevera.

A veces quisiera que aquello no hubiera pasado, que sin más me hubiera ido con Ian en brazos quedándome con el nudo en la garganta. No obstante, ese hubiera no existe así como el nudo contenido en mi garganta aquella noche.

Sé que amabas a Ian y sé que él a ti, porque no importaba la situación allí estabas con él.

No importaba la situación, allí estabas, conmigo diciéndome que se podía con un poco más de esfuerzo. Pero ya no estás, y parece que no existe un rumbo y me siento perdido.

El día en que te confesé mi amor, tú me confesaste el tuyo después de besarme, después de creer que mi beso sería un último y solo querías un segundo más. Me dijiste que decidiste renunciar porque lo nada serio que teníamos se había convertido en un todo hacía tiempo y que ya no podías más.

Quizás nos enamoramos demasiado lento o tal vez fue muy rápido.

Tal vez no nos conocimos lo suficiente o solo fue demasiado. Porque habían días parecía que te conocía desde hacía veinte años y otros que solo te conocía hacia veinte segundos.

Quizás los te amo fueron demasiado, quizás jamás fueron suficientes para los dos. A lo mejor nunca fueron lo que debían ser y se perdieron en el viento.

Tal vez nuestro amor fue demasiado ambicioso y comenzó a hacerse pedazo sin darnos cuenta.

Pero has estado tanto tiempo fuera que me pregunto si te has olvidado de nosotros, de las estrellas o del tiempo.

Quizás te olvidaste de nuestro amor y yo aún sigo enamorado. Quizás ya nuestro amor ni siquiera existía para ti y yo aún sigo esperando verte a mi lado cuando despierto.

El amor es raro, soberbio, arrogante, astuto, efímero e inefable, capaz de perderse en el tiempo y borrarse sin dejar rastro si así gusta. Sin embargo, prefiere quedarse pegado en algún rinconcito guardado, prefiere enseñarnos para que aprendamos de los errores.

A veces siento que nos enamoramos tan rápido, casi como el pasar de una estrella fugaz por el firmamento y todo se tornó tan grande como un océano.

Por otro lado voy a guardar este amor, por si llega el día en que te vuelva a ver y tú ya no me amas, lo guardaré en el fondo del mar junto a los barcos que se hundieron, los tesoros y sirenas; lo guardaré en Saturno encerrado por sus anillos y vigilado por los satélites, mientras que tu voz y la mía gritan por lo que nunca fueron y ahora no pueden ser.

EL DÍA EN QUE TE VUELVA A VER Donde viven las historias. Descúbrelo ahora