•INFIERNO•

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Quizás habría pasado demasiado tiempo, quizás fueron todas las cosas en un solo momento o tal vez nos ganó todo los que nos teníamos guardado.

Sin embargo, fuese lo que fuese, puedo jurar que subí al cielo por un instante.

Aquella tarde Ian se había quedado con la señora Carla, teníamos la excusa de terminar de solventar algunos detalles para la apertura del restaurante; aunque cuando terminamos decidimos que nos merecíamos un tiempo para los dos.

Y cuando entramos a aquel lugar que llamábamos nuestro, no hicieron falta palabras.

Solo fue necesario un simple gesto. Un beso robado.

Y un beso se convirtió en dos y en tres.

Me encargaba de que la luz de nuestra habitación siempre estuviera encendida y esa vez se convirtió en la excepción. Y fue la mejor excepción de todas.

Tu tacto sobre mi espalda era suave lo suficiente como para compararlo con el terciopelo, porque parecías estar pintando algo sin siquiera saberlo. Por otro lado quería ser capaz de estudiarte, lograr aprender y lograr memorizarte sin restricción alguna.

Allí no teníamos ataduras, ni disfraces ni restricciones; ahí no eramos capaces de esconder nada, sin secretos, eramos solamente nosotros y nuestros demonios.

Aquella noche juro y seguiré jurando que subí al cielo, así como que Dios estaba en cada movimiento, porque se sentía como si un coro de ángeles estuviera cantando. Era como si estuvieran cantando aleluya. Tal vez solo estoy exagerando o quizás ya perdí la cabeza.
Estaba totalmente en contra de volver a la tierra, aunque esa no era mi decisión.
Mas en el instante en que volví a la tierra, tu respiración estaba más tranquila que la mía. Te observé mientras reposaba tu cabeza sobre mi pecho, quizás escuchabas mi respiración o tal vez los latidos que comenzaban a desacelerarse.

Fue el momento en que me preguntaste por el nombre que había escogido para el restaurante, aquel conjunto de letras que lo identificaría a lo largo del tiempo.

Me preguntaste por el significado de Nova pues tú sabías que, no habría puesto un nombre sin saber lo que contenía en él.

Te dije que una nova es una explosión termonuclear originada por el desequilibro que existe entre la gravedad de una estrella y el hidrógeno que posee. Esto ocurre cuando la estrella agota el combustible nuclear que la mantiene estable y las capas más externas que la componen experimentan una implosión causada por la gravedad que ya no tiene contraparte en fuerza expansiva de la fusión, colapso que a su vez provoca una explosión de gran magnitud. Conocido así como la muerte de una estrella.

Desgraciadamente, lo que no te confesé ese día era que nova proviene del latín y en su traducción significa «nueva». En la antigüedad cuando los astrónomos veían la aparición de una nueva estrella en el cielo nocturno era una nova. Porque no solo es la muerte de una estrella sino que una nueva vuelva a surgir.

Nova, era para nosotros dos, porque nuestros pasados no eran los mejores y en ocasiones nos tocó arrastrarnos, nos tocó morir solo para conseguir algo mejor. Yo te encontré a ti.

El silencio tomó posesión de las cuatro paredes que nos encerraban y habló por los dos y por eso más profundo que conllevaba el nombre. Ese silencio duró más del tiempo que fue necesario; pero en realidad eso no importó.

Aquel silencio fue nuestro último silencio.

Silencio que tú rompiste de la manera más brusca y hermosa en que pudiste hacerlo.

Me preguntaste si podías adoptar a Ian, si podías ser su madre. Argumentastes que amabas a Ian, que pasara lo que pasara, fuera cual fuera la situación ibas a estar allí sin importar qué.

Te besé y te dije que si, que me encantaría, solo para que volvieras a posar tu cabeza sobre mi pecho mientras que yo jugaba con las hebras de tu cabello y el silencio volvía a tomar lugar.

Tampoco te dije que en realidad no necesitabas esos papeles porque para Ian habías sido su madre más que cualquier otra cosa, más que cualquier otra mujer.

Pero aquella noche en medio del silencio y el cielo, no sabía que sería la última.

Fue la última vez que recostarte tu cabeza sobre mi pecho.

La última que mis dedos jugaron con tu cabello y mis manos recorrieron tu espalda.

La última vez que el cielo llegó a la tierra y se fue tan rápido como llegó.

Si hubiera sabido que te irías, que esa sería nuestra última noche juntos, que ese iba a ser nuestro último silencio; hubiera hecho todo diferente.

Hubiera encendido la luz, el silencio ya no sería silencio, hubiera divagando hasta quedarnos dormidos, habría buscado las palabras solo para hacer que te quedaras.

Pero el hubiera solo es un tiempo en el castellano, un tiempo inexistente en nuestras vidas.

Aquella noche fue la última vez que fui al cielo y volví, quizás porque viviría en carne propia que mi vida se tornaría un infierno sin ti, y quizás tú seas la prueba viviente de ello.

Aunque solo es un quizás...

.O.

EL DÍA EN QUE TE VUELVA A VER Donde viven las historias. Descúbrelo ahora