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—¿Mami? —me llama Grant, mi hijo, mientras preparo su merienda de la mañana—. ¿Cuándo podemos ir al cine a ver la nueva de Frozen?
—Cuando termines de hacer tus tareas —respondo, picando la sandía—. ¿Ya las terminaste?
—Voy por la mitad... Tío Steve me dijo que él me podía llevar al cine si tú no podías.
Frunzo el ceño y me giro para ver al niño de ojos azules, una copia exacta a los de su padre. —¿Y tú cuándo hablaste con Steven?
—Cuando te estabas bañando temprano. Me dijo que él me llevará y me comprará todas las golosinas que quiera.
—No vas a comer tanto dulce, el dentista se molestará si te dejo hacerlo.
—El dentista me cae bien.
Asiento. —Obviamente te caerá bien, es tu primo.
Grant se ríe y sigue trabajando en su tarea. A pesar de estar en el principio del verano, el pequeño saltamontes no deja de estudiar para, y cito, "ser tan listo como Shuri y poder hablar con ella sobre ciencia y África". Lo cual, debo admitir, no es imposible porque Grant es un pequeño genio.
Bucky estaría muy orgulloso de su hijo.
El podcast sobre la historia nórdica suena por toda la cocina, siendo parte de la rutina veraniega. Yo preparo su merienda, él trabaja en lo que le llame la atención, y el podcast del tema que ambos escogemos suena de fondo.
Ha sido así desde que Grant empezó a hablar a los tres años.
El teléfono empieza a sonar, por lo que dejo el cuchillo en la tabla de picar, limpio mis manos, y tomo el aparato. Grant pausa el podcast y sigue pintando.
—¿Hola? —contesto.
Grant repite el saludo en alemán, inglés, francés, ruso, coreano y los idiomas que está dominando a la perfección gracias a las clases que ha recibido de parte de Natasha, varios agentes internacionales, y un par de wakandianas.
—¿Pilar? —pregunta la voz familiar de Shuri—. ¿Cómo estás?
—Hola, Shuri —saludo. Mi hijo se endereza y su rostro se ilumina ante la mención de su modelo a seguir, la reina de Wakanda—. ¿Cómo va todo?
—Bastante bien. Muy bien, de hecho. ¿Hay alguna posibilidad de que puedas venir a Wakanda? Aquí hay alguien que... quiere verte.
Confundida, lanzo una mirada al reloj en la pared. Son las diez de la mañana, por lo que en Wakanda son las seis de la tarde del mismo día.
—Uh... no sé si pueda.
—Ya envié un jet a tu locación. ¿Sigues en el mismo lugar?
