Antonio

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Las luces de colores iluminaban toda la pista en donde se encontraban bailando los stripers, todos estos haciéndo movimientos bastante eroticos y provocativos con sus perfectos cuerpos, y seduciendo al público hasta con la mirada.

El erotico show era presenciado únicamente por personas con cargos importantes y adineradas, ya que no cualquiera podía ingresar a tan prestigioso club, sólo estos tenían consedido el pase.

Algunos sentados en su mesa mientras observaban a los bailarines y otros pidiendo alcohol frente a la barra, el ambiente no era desastroso ni mucho menos corriente, después de todo sabían mantener su faceta de hombres educados y maduros, aunque claro, si les provocaba tener un momento caliente con alguno de los sexis bailarines los obtenían sin ningún problema.

La música se detuvo y los stripers dejaron de bailar, dando por finalizado su número, estos regresaron a sus camerinos atravesando al delgada tela detrás de ellos.

En el momento que todos los bailares entraron a sus respectivos cuartos, uno de ellos se quedó varios segundos afuera y observo de reojo las demás puertas de sus compañeros, después se adentro a la habitación.

Las habitaciones eran elegantes y el delicioso aroma a rosas del perfume se esparcia en el aire dando un ambiente mucho más relajante. La cama era grande, de hecho demasiado para una sola persona, así que era claro que los stripers recibirían visita en cualquier momento.

Pero ese no era el caso del castaño, quien ahora se veía detenidamente en el espejo con una expresión seria. Las fracciones del bailarín eran hermosas, su cabello un poco largo con un largo fleco que tapaba su ojo y el traje revelador que llevaba puesto, lo hacían verse simplemente irresistible.

Segundos después alguien abre la puerta de su habitación y este se voltea a ver, un hombre alto pelinegro y con barba cerraba la puerta tras de él y le sonreía con lujuria, sus ojos también mostraban deseo.

-Precioso... -dijo el hombre acercándose a él.

-Señor Andrew.

-No es necesario que me digas señor, ¿ya te lo había dicho antes recuerdas?

-... Si, Disculpa.

-No te preocupes... Es imposible que me enoje contigo - sonrio este, dirigiendo sus manos hasta la cintura del castaño y atrayendolo más a su cuerpo.

Esa acción hizo que el joven bajara su mirada y respirara un poco hondo.

-Enserio amo tu olor... - comentó olfateando su cuello.

Al castaño se le puso la piel de gallina y sintió asco, asi que cuando el hombre busco lamerlo se alejo rápidamente de él, sentándose en una silla frente al espejo y disimulando que se quitaba su maquillaje.

El mayor resoplo algo aburrido, pero luego sonrio con coquetería.

-Ya llevas más de una semana trabajando en mi club, Antonio... Y sabes que te deseo con todas mis fuerzas. Bailas de maravilla y tu cuerpo es... Simplemente maravilloso... - observo con deseo.

-Gracias - sonrio antonio con una sonrisita juguetona, luego vio el rostro de su jefe en el espejo y noto su expresión más sería.

-Eres muy diferente a mis demás empleados... Desde el primer momento lo supe.

-...

-... Es únicamente por esa razón que no te he forzado a hacer nada que no quieras, aunque te quiera en mi cama en este justo momento.

-No... Yo sólo bailo, y eso era lo único que pedías según el anuncio que vi. Bailarines stripers... No prostitutos... - comentó el castaño sin temor alguno.

Corazón de hierro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora