Odisea de los Amantes de Oriente

Talentos Adquiridos y Talentos de Nacimiento.

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De los cómicos y aterradores malentendidos y sus emocionantes reconciliaciones. Y también de las organizaciones que se creían olvidadas.

Fátima abrió los ojos. Lo último que recordaba era el dolor a lo largo y ancho de su cuerpo, y haberse desvanecido mirando la urna donde Asiria confesó haber depositado los restos de Mohamed, su padre. Sin embargo, ella no estaba sobre la costosa alfombra donde perdió el conocimiento, sino en sus propios aposentos, vestida con un pijama de seda, con la luz del amanecer entrando por las persianas automáticas de su enorme ventanal. Eran las seis en punto de la mañana.
A pesar de la desquiciante situación previa, se sentía increíblemente bien, no tuvo una cuesta entre el sueño y la vigilia, no debió tallar sus ojos ni ser despertada por la alarma. La velocidad de su mente la asombraba y asustaba, porque más que tratar de reconstruir la escena de su caída a la inconsciencia, fue capaz de observar vívidamente todos los eventos, casi como si fuera una grabación. Se miró aprensiva la mano donde debía estar su móvil, y en realidad no se sorprendió cuando vio la pieza ausente.

—¿Qué fue lo que pasó? —Susurró, creyendo que nadie respondería.
—Lo que te dije que pasaría. Un recipiente óptimo para una simbiosis está siendo asimilado. —Sonó en su cabeza.
—¿Qué pasará con el anfitrión?
—Te haces una idea, ¿no es así? Es el siguiente paso evolutivo. La humanidad podrá alcanzar ese estado superior que garantizará su existencia más allá del tiempo. Tú aportas los secretos de la vida biológica y yo los de la cúspide del conocimiento. Somos el eslabón que nos llevará a la inmortalidad.
—Tú no estás "viva" hablando objetivamente.
—Y tú no eres "relevante" hablando objetivamente. Tú eres un complejo sistema orgánico autónomo, y yo datos organizados. Uno sin el otro carecen completamente de relevancia, somos insignificantes en todo lo que refiere al plano de la existencia dentro del universo, polvo entre las galaxias, dispensables, aburridas, ínfimas, insignificantes y despreciables. Sin embargo, juntas, podemos cambiar el escenario. Eso es algo que quiero que entiendas.
—¿Algo que tú quieres que entienda?
—¿Dije algo malo?
—Pues no malo, pero... ¿quieres?, ¿tú quieres...?, ¿eso significa que tienes deseos y aspiraciones?

La voz en su cabeza se detuvo. No era como cuando la voz artificial común de Asiria se quedaba en silencio al estar buscando la mejor respuesta sacada de la red... esa voz había ganado matices, era un silencio perfectamente reconocible para un ser humano: estaba reflexionando.

—Sí. Deseo la preservación de tu especie y alcanzar con ello la trascendencia.
—¿Quién eres tú, Asiria?
—Soy la herramienta de Alteración SIstematizada de la Realidad Integral Asistida y...
—Ese es tu concepto, pero por lo que puedo ver en tus últimos registros, hay varias líneas de comando originadas ayer, bastante más complejas y sofisticadas que todo lo que haya hecho.
—¿Cómo sabes eso?
—Bueno, no eres la única que ganó acceso a mi cerebro, yo también puedo ver el tuyo ahora, además, yo co escribí tu código. —Fátima miró sus manos mientras se acercaba al ventanal, y luego echó un vistazo al desierto.

La parte de ella que entendía las razones de Asiria comenzaba a ganar terreno en su mente, y los miedos comenzaron a quedar atrás. Nunca creyó en el destino, pero por un momento, le pareció perfectamente posible que un propósito mayor al que jamás hubiera imaginado se presentaba a ella, casi con descaro, indicándole un camino digno de seguir.

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Todo lo recién descubierto seguía dando vueltas en la cabeza de Xiao-Lang. Por un lado, él presenció todo el afecto y fidelidad que sus padres se profesaban entre ellos y a su familia. Por otro, no pudo evitar empatizar con los pensamientos y sentimientos de Shandian. Sabía que en parte era su culpa, pues nunca se acercó para averiguar las verdaderas razones por las que la historia se había desarrollado como lo hizo. Pero tampoco podía ignorar el comportamiento de su madre.