A donde la Odisea nos trajo.

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De lo obtenido desde lo perdido, las recompensas y los castigos.

El gran y lujoso despacho dejaba entrar la luz, a través de sus amplísimos ventanales esa mañana de enero. Flotaba en el aire el aroma a té recién hecho, y Harry era el único que se había atrevido a tomar una de las exquisitas galletas de la porcelana que yacía en el escritorio.

Eran tres los que comparecían esa mañana con una pila de documentos y reportes llevados en montones de pergaminos. Hermione la primera, con Harry a su derecha y Diana a su izquierda.

—Este es el reporte financiero —indicaba Diana con un papel repleto de garabatos diminutos, y fotografías que mostraban con todo lujo de movimiento a varios magos a los pies de Burj Khalifa, reconstruyendo ventanales y muros a paso de varita—. Por fortuna, la Comunidad Mágica de Naciones Árabes, en agradecimiento por nuestra intervención, se comprometió a absorber los gastos por los daños, aunque muchos magos nuestros se quedaron a reparar por métodos mágicos lo que fue posible durante el primero y el dos de enero.
—¿Qué hay de Alruwh? —preguntó la anciana frente a ellos, con un gesto de sosegada intriga.
—El consejo de accionistas fue convocado e informado de lo que sucedió —comenzó a relatar Hermione—. El fallecido Mohamed Alruwh, y sus hijos fueron presentados ante ellos como extremistas. Se les dio toda la información sobre lo que hicieron en los últimos meses y como sus acciones los llevaron hasta encontrar su muerte esa noche. Su aliado principal, un empresario chino llamado Shandian Li falleció ese mismo día, y trabajaban para ellos un par de mercenarios muy peligrosos, la ciberterrorista conocida como "S", que al parecer logró escapar; y el asesino a sueldo Erron Black, que fue herido de muerte, pero las autoridades de Hong Kong no han podido encontrar su cadáver. —Puso un gesto reflexivo luego de tomar aire—. Los representantes de Alruwh realmente no parecían sorprendidos, en especial de Súliman, que parecía tener verdaderos nexos con yihadistas. Se les ofreció el indulto póstumo a cambio de la disolución de Alruwh y no hacer más investigaciones sobre asuntos mágicos. Accedieron sin problemas. La empresa por sí misma anunció el retiro de Asiria del mercado y reembolsó a los que acudieron a la preventa de Symbio.
—Asiria... la IA, ¿no?
—Sí. Flowright se encargó de borrar todo vestigio de su existencia, los datos que no fueron destruidos digitalmente lo fueron físicamente.
—¿Qué pasó con él?
—Para destruir a Asiria era necesario borrar todas las versiones anteriores —explicó Hermione—. Él le tenía particular aprecio a una de esas versiones que fue igualmente destruida esa noche. Lo rescatamos en medio de un ataque de ansiedad y ahora atraviesa una profunda depresión. Sin embargo, aún tiene una deuda con la justicia, mientras hablamos está siendo confinado nuevamente en Azkaban, tendrá sentencia reducida y en unos años podrá recuperar su libertad, pero no podrá volver a practicar magia.
—¿En qué condiciones quedó su fuerza, jefe Potter?
—Vamos a estar bien —respondió, dando un nuevo mordisco a la golosina, un tanto despreocupado de la etiqueta, haciendo que Hermione se revolviera incómoda en su asiento—. Perdimos aurores en el proceso, por fallecimiento o por incapacidad permanente, pero fue un número despreciable considerando el riesgo enfrentado. Todo afectado de nuestra oficina obtuvo el reconocimiento e indemnización pertinentes, y ahora nos concentramos en reconstruir nuestro estilo de vida.
—Los refugiados regresan de Hogwarts a sus casas, y pronosticamos que en un par de semanas, las escuelas puedan abrir sus puertas para reanudar los cursos con normalidad —intervino nuevamente Hermione.
—Y ahora mismo estamos agilizando todos los procesos para repatriar a los magos que se quedaron en territorios del Imperio en el transcurso de la crisis, tanto a través del Ministerio de Magia, como de las embajadas muggles. Todo mundo está ansioso por volver a casa, así que esperamos que el proceso sea rápido —cerró Diana.
—¿Eso incluye a la jovencita de la que me hablaron?
—La joven Sakura, la hechicera de proyección. Sí —contestó la ministra.
—¿Hicieron alguna de las gestiones que les recomendé?
—Por la edad de Sakura no sería prudente —continuó—, pero quizás en un par de años podríamos ofrecerle la nacionalidad inglesa.
—Excelente. —La soberana mostró particular interés, aunque lo disimuló en una sonrisa sosegada—. Traten de no perderla de vista, la Corona siempre puede necesitar ciudadanos poderosos. ¿Pudo confirmar sus teorías sobre ella, ministra?

Odisea de los Amantes de OrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora