Vivir por siempre.

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De la antesala al desastre.

El ciberespacio. Quizás el único lugar donde "S" no se sentía como si tratara sólo con chimpancés, donde la comunicación era realmente eficiente, donde en medio de la complejidad de los códigos podía encontrar el sosiego de una comunicación simple y real. El cuerpo de la tecnomante era diferente de muchas formas al de un humano normal, y aún cuando estaba recostada con los ojos cerrados y sus funciones estaban reducidas en el ritmo respiratorio y cardiaco, su cerebro estaba en una completa vigilia, navegando como un fantasma en el infinito entramado de la red, conectada a través de los cables que se mezclaban con su sistema circulatorio y nervioso.

Había lugares que frecuentaba como un hábito, como foros chan, grupos extraños en plataformas electrónicas para interacción social, y eventualmente páginas gubernamentales, donde sus altos secretos le parecían graciosos. Ahí podía vivir con cierta plenitud, y no le disgustaba la idea de eventualmente recluirse ahí de forma definitiva. Dentro de su mente creó una interfaz que le permitía viajar como si tuviera un cuerpo, y como si el ciberespacio fuera una región geográfica.

—¿Te molesta si te acompaño? —escuchó en una voz femenina a su lado, reconociéndola de inmediato.
—Asiria. Si las naciones son libres para circulación, esta zona lo sería aún más. —respondió con su usual indiferencia. notando que lucía igual a Fátima.
—No quisiera causar incomodidad, parece que te molesta un poco mi apariencia.
—También tu voz.
—Bien... de acuerdo a tu raza y edad, considerando estudios demográficos aún con lo diferente que eres al resto de las personas, creo que te vendría mejor...

Fátima desapareció, y en su lugar un hombre con rasgos orientales y voz grave se materializó.

—Mejor. ¿Y a dónde quieres ir?
—En realidad no estoy interesado en ir a ningún lugar. Quiero hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—Qué importa... ¿sabes? Creo que tú y yo tenemos más en común de lo que imaginas. Tú eres un fenómeno natural sin aparente explicación, mientras que yo soy una creación que da explicaciones que no llevan a ningún lado. Es...
—Solitario.
—Sí.
—Pues para no ser humana, has entendido muy bien cómo funcionan los sentimientos.
—Y tú, a pesar de que lo eres, no pareces muy familiarizada con ellos.

"S" señaló un punto hacia adelante, indicando con ello a la inteligencia artificial que fueran hacia allá. Asiria no notaba los cambios en "S" porque realmente no estaba conectada a ella, pero... por alguna razón que no comprendía, su ritmo cardiaco se había intensificado.

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Las primeras horas de esa mañana habían sido bastante comunes, Xiao-Lang se había levantado con el alba como siempre, hizo algunas formas con la espada mientras que Sakura corría por el prado junto con Meilin. Desayunaron y tomaron clases, y luego su bien amada practicaba el uso de la varita. Cada cierto tiempo, se buscaban con la mirada, incapaces de evitar sonreír como tontos cada vez que sus ojos coincidían, pensaban en el tiempo que podrían pasar juntos al escapar de sus muchas obligaciones aunque fuera por sólo unos minutos, entre los bosques o en las campiñas. Se asignó al cuarteto de damas que irían a Londres, y pensó que si todo resultaba bien, podría invertir al menos un par de horas con Sakura cuando volvieran de su incursión.

Desde aquél mágico (en más de un sentido) exilio del mes pasado, todo había vuelto al curso que podrían definir como "normal", algunos besos y abrazos, largas conversaciones, aunque por dentro no podían esperar la hora para volver a su hogar en Tomoeda y recuperar todo el tiempo perdido, incluso pensar en dar un paso más...

Xiao-Lang tuvo que poner esas reflexiones en pausa cuando el rostro pálido y lleno de dudas de Sakura lo recibió esa tarde, luego de que el itinerario de visita a Londres cambiara repentinamente.

Odisea de los Amantes de OrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora