Veintiuno

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  Justo en esa semana, Peter fue picado por una araña radioactiva.

  Había estado husmeando en el laboratorio de su papá, pese a que éste le había pedido específicamente que no lo hiciera; cuando un frasco con una de las múltiples arañas que estaba investigando, cayó al suelo y se rompió. Peter quiso arreglar su desastre, pero la araña no estaba de buen humor, y le picó la mano.

  Al principio tuvo miedo, una picadura de araña no era algo para tomar a la ligera, mucho menos si ésta podía tener algún químico tóxico que le daría algún tipo de coronavirus. Decidió no alarmarse, juntó a la araña (ahora más tranquila), la puso en otro frasco y tiró los restos.

  Después, se pasó el sábado cansado y con picazón en la mano, pero se hizo creer que estaría bien. No iba a contarles a sus papás lo que había pasado porque le gritarían, lo llevarían al hospital y lo matarían, aunque no estaba seguro de en que orden.

  Por la noche, sintió que sus miembros se desprendían de su cuerpo, y que estaba ardiendo de pies a cabeza, pese a que era fines de octubre. Se obligó a mantenerse calmado, para no despertar a sus padres. En algún punto de la noche, el dolor pasó, dejó de transpirar y se durmió antes de pensarlo.

  Cuando despertó en la mañana, se sentía bien, fresco y no parecía tener secuelas del doloroso día anterior. Eso era positivo, pero no eran los únicos cambios que había tenido de la noche a la mañana: había crecido, y mucho. Nunca había sido un chico muy alto, hasta Tony lo pasaba por casi una cabeza, pero al calcular, sintió que superaba el metro 70 y eso era demasiado. Sumado a que sus brazos estaban más fuertes, su estómago más plano, sus ojos menos miopes y sus pechos más grandes.

  Ésto último no fue de su agrado, pero tampoco eran tanta la diferencia, su faja las seguía escondiendo y tenía millones de sweateres para usar en el invierno.

  Pero lo más raro de todo eso fue que podía trepar las paredes. Durante el día, notó como todo objeto que tocaba se pegaba a sus manos, por lo que tuvo que intentar subirse a las paredes, cosa que logró con poco esfuerzo; sus manos se pegaban perfectamente y podía sostener su propio peso sin problema.

  Estaba fascinado, era como ser un mutante, un superhéroe. Una sonrisa enorme se dibujó en su cara, feliz por sus poderes y suponiendo que era gracias a la araña falopera que lo había picado. Pero no podía decirles a sus padres.

  Perfecto, más secretos.

  Si les decía, seguramente se asustarían, querrían sacarle sus poderes de alguna forma, lo obligarían a no usarlos y él no quería eso. Se decidió a quedarse callado, y se durmió pensando en lo que le diría a sus amigos al siguiente día.

  —¿Cómo que te picó una araña radioactiva y ahora tenés poderes? ¿Eso no debería darte cáncer o alguna enfermedad mortal?— preguntó Pietro, extrañado.

  —Eso creí yo, pero acá estoy, vivito, coleante y con músculos— explicó Peter, el lunes por la mañana, con un libro pegado en la palma de la mano.

  —¿También sos más fuerte?— cuestionó Wanda.

  —Ehhh... Puedo levantar mi propio peso sin problema.

  —¡Te reto a levantar a un Pietro!— grito éste mismo, tirándose en los brazos de su amigo, que cumplió su pedido sin problema.

  —¡Y a una Wanda!— apoyó Harry, empujando a su amiga. Peter intentó sostenerlos a los dos, y aunque era difícil por el equilibrio, lo logró.

  —¡Te reto a levantar un escritorio!— propuso Ned, emocionado.

  Bajando a sus amigos, Peter caminó hacia donde se encontraba el escritorio. Por suerte el aula estaba completamente vacía, ya que le hubiera dado mucha vergüenza hacerlo con otras personas presentes.

Peter es un Niño de Verdad [Trans!Peter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora