Un sueño y algo más

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El rojo sangre en el horizonte se extendía mezclándose con el calor que emanaba de la tierra, mientras el humo teñido de gris subía cual danzantes gestos deformando la escena, a la vez que impedía respirar. Tosió un par de veces cubriendo su boca con el borde del brazo, lo que disminuía ligeramente la quemante sensación que entraba por sus pulmones. Rascó sus ojos tratando de disminuir el ardor, pero el humo era intenso, apenas lograba ver, las lágrimas bajaban por su rostro evaporándose al instante sin dar tiempo siquiera de sentir el salado sabor que las caracteriza. Los gritos y gemidos resonaban extendiéndose cual agonizantes clamores en medio de la desolación que el fuego iba dejando a su paso. Peticiones de ayuda, llantos, clamor como nunca antes había escuchado, todos cargados de un profundo dolor, una angustia que hacía eco en su mente y continuaría en su memoria durante largo tiempo. Debía correr, tenía que huir, iban tras él, si lo atrapaban no tendría oportunidad de salir con vida. Miro sobre su hombro, a sus espaldas una figura lo observaba, no podía ver su rostro, pero sabía que era maligna, que deseaba su vida. Un crujido irrumpió en la escena llamando su atención. Alzó la vista encontrándose con un árbol en llamas cual violento gigante que se dejaba caer. Elevo un grito mientras trataba de cubrirse cruzando los brazos sobre el rostro, más por reflejo que por decisión propia. Gonzalo Castillo se levantó de un salto, estaba en su cama, el sudor empapaba su cuerpo mojando incluso las sabanas. Junto a él se encontraba Fernanda, su "polola", al menos eso le había dicho que eran, la verdad era que él mismo no tenía lo claro. Aquella era su relación más larga y en la que había invertido más fuerzas, llevaba más tiempo, casi ya un año ininterrumpido de estar juntos. Claro que se debía más a la voluntad de ella, su paciencia y perseverancia que a un trabajo mancomunado y un esfuerzo en conjunto. "Hago lo que puedo." Se repetía cada vez podía. La verdad era que a Gonzalo le agradaba que fuera así, lo hacía sentirse seguro, amado, especial. Sin embargo, esa mañana todo aquello había desaparecido, una sensación de angustia lo embargaba. No lograba sacarse de la mente el sueño reciente. Lo vívido de la onírica experiencia era impresionante. Aún podía sentir en su cuerpo aquel calor quemante, casi como si estuviera tomando un fierro caliente, el humo entrando por sus narices, los gritos. Todo parecía demasiado real para su gusto. Movió la cabeza, "No juntes sexo con sushi en la noche." Se dijo, a la vez que se ponía de pie. Contemplo una vez más el cuerpo de Fernanda, su cabellera castaño claro, su piel blanca, con un ligero toque asiático, sus ojos almendrados, aquellas extremidades largas y delicadas. Le gustaba verla, en especial cuando dormía y apreciar ese toque exótico que tan bien la definía. Miro la hora en su celular, un IPhone XV, le gustaba estar a la moda, tener lo más caro, lo mejor que el dinero o el crédito de una tarjeta le pudiera dar; era esa política lo que lo había llevado a estar bastante endeudado, sabía ocultar bien su por decirlo menos compleja situación económica. Eso lo había llevado a tomar más trabajo del que podía soportar. Si bien era sábado debía ir a trabajar. "Periodista que se duerme no es periodista." Repitió, aquella frase la había aprendido en la Universidad; de un profesor que impartía la cátedra de "Periodismo investigativo", Luis Acuña era su nombre, el mejor docente que jamás tuvo. No muy querido por sus colegas, pero respetado y admirado por sus alumnos. De porte no muy alto, cuerpo regordete, uno que otro diente gastado seguramente por el evidente bruxismo que sufría, una barba mal afeitada, pero con una elocuencia vista en pocos reporteros. Según decían no había llegado al mundo de la televisión debido a que no se sometía a ninguna línea editorial, siempre prefería dar su opinión, aun cuando eso le costara reputación, trabajo o incluso una que otra demanda. Ese era un error que Gonzalo había aprendido que no debía cometer, prefería ser estratégico en sus relaciones. "Buenas relaciones son las puertas de buenos trabajos y buenos trabajos son el camino para el éxito." Se decía cada vez que la moral trataba de aparecer en sus decisiones. Se dio un baño rápido, habría preferido tomarse el tiempo de sentir el calor en su cuerpo y relajar sus músculos, como era su costumbre, pero no podía, al menos no esa mañana. Se colocó sus jeans, una camisa blanca, la muda estándar que tenía de reserva para cuando iba a pasar la noche al departamento de Fernanda. Solo cuando ya estaba listo ella se despertó. Su mirada aún algo perdida le daba un toque entre inocente y gracioso, cosa que le encantaba.

Chile en llamasWhere stories live. Discover now