Enfermedad y Miedo

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Llevaban corriendo varios, la gravilla se mezclaba con el agua y la tierra de hojas tomando la forma de una densa capaz barrosa que cubría las ropas. Los rayos del sol se extendían por la foresta dando tonalidades verdes, rojas y amarillas a las plantas que se encontraban a lo largo del pedestre camino. "Hasta cuando seguirá esto." "Preferiría estar muerto." Se dijo. Para eso momento la paciencia, las fuerzas, la voluntad habían desaparecido. No tenía nada más que un profundo deseo de morir.

-No puedo continuar- dijo a la vez que dejaba que su cuerpo se desplomara en el suelo.

Marcelo se le acercó, hablaba con verdad. Sus ojos alicaídos, su frente caliente, el rostro entumecido. Se encontraba muy mal.

-Parece que estas deshidratado y debes descansar- indicó.

Ambos miraran a la inmensidad del bosque. No había nada más que un frondoso verde que se extendía sin fin hasta más allá de donde alcanzaba su mirada. Sabían que no podían detener en ese lugar, de hacerlo era muy posible que Gonzalo muriera a causa de la potente fiebre que comenzaba a aparecer.

-Tenemos que llegar a un lugar seguro- dijo Marcelo.

-No hay lugares seguros - comentó-. Ya nos atraparon una vez, lo volverán a hacer.

-Si tienes fe como un grano de mostaza hasta los montes de moverán- respondió a la vez que tomaba a Gonzalo haciendo que se apoyara en su hombro.

-Conozco ese versículo - respondió a la vez que esbozaba una sonrisa- Lo escuchaba cuando iba a la escuela dominical de niño...

-La fe ha estado más cerca de tu vida de lo que piensas.

-Puede ser, pero dime de qué me ha servido... - apretó los dientes-. Mi vida se ha destruido, soy un prófugo y ni siquiera he cometido un crimen, me perdido a mi familia, mi amada, de seguro mi trabajo... mi fama, una carrera exitosa...

-No sabes lo que significa perder a alguien, hablas desde la ignorancia... - hasta ese momento no había expresado ni ira ni ira ni rabia ni emoción alguna que evidenciara que Marcelo se hubiera molestado. Sin embargo, algo en su voz, cambio, como si las constantes quejas lo hubieran sobrepasado o algo más.

-Perdí a mi madre, mi familia, no me digas que no sé lo que significa... - su ceño fruncido, su mirada entre agotada y furibunda-. Desde niño estoy solo...

Al instante cerro los ojos, tomo aire y agregó-. Perdón... no quise ofenderte es verdad, tienes razón no se de tu vida, lo que has vivido... - escogió sus palabras con cuidado-. Pero te aconsejo que no te des por vencido, mientras haya aliento en su cuerpo tienes una oportunidad.

Percibió algo, un leve gesto, una sutil expresión, un ápice de dolor, mucho más profundo de lo que podía imaginar. Marcelo había vivido una experiencia que lo había marcado.

-Disculpa, no debí haberme quejado... no nos sirve de nada, en especial en este momento.

Marcelo asintió. Acto seguido alzo su diestra e indico una choza. En realidad, era poco más que una media agua. Un techo de latas la cubría, un par de tablas cruzadas cumplían la labor de una puerta y unas bolsas plásticas reemplazaban lo que debieron ser ventanas. No era un gran refugio, en realidad a penas cumplía con lo necesario para protegerlos, pero era mejor que nada. Los cielos comenzaron a dejar caer una sutil pero constante lluvia. En cosa de horas se volvería una tormenta, una para la que deberían prepararse, de esas que caen sobre el sur de Chile sin miramientos, ni misericordia sobre los que por esos lares habitan.

- ¿De dónde apareció? - pregunto Gonzalo. Su rostro evidencio una mezcla de sorpresa y decepción. No era lo que hubiera deseado, pero en esas circunstancias no podía darse el lujo de pedir más, en especial cuando se encontraban en un bosque en medio de la nada.

Chile en llamasWhere stories live. Discover now