Camino y temores

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-Habla no más perro, - indicó Gonzalo - estoy con el manos libres- Sabía bien lo peligroso que era conversar por celular, cuando manejaba, en especial de noche y por la ruta 5 Sur. Los choques que se producían en ella eran famosos, conocidos por todos, en especial en esa época del año. Pero según lo que decía su IPhone llegaría en unas 10 horas aproximadamente, él quería llegar en menos. Para eso necesitaba que alguien le hablara o por lo menos lo mantuviera despierto.

-Te sigo contando entonces... - Gonzalo tuvo la impresión que Jorge se preparaba para escupir todo el barrullo ocurrido una vez que se fue de la oficina - La Andrea se puso como loca, estuvo reclamando toda la mañana, decía que era una estupidez citarlos tan temprano un día domingo, solo para que les dijeran que tú ibas a ir a cubrir lo que era a su juicio una noticia que necesitaba de alguien profesional, analítico y por sobre todo con ética... - se detuvo.

-No creo que usara esas palabras... - comento a la vez que esbozaba una sonrisa que casi se podía sentir al otro lado del celular.

-Perro, usted conoce bien a la gente, digamos que uso varios epítetos que no me siento en la facultad de repetir... - ambos rompieron en carcajadas, que mezclaban algo de burla con una cuota de aquella infantil actitud que tienen los hombres cuando saben que una mujer se ha enojado con ellos, en especial cuando justo es eso lo que ellos deseaban.

-Va a tener que aprender a cuidar mejor esa boquita suya.

-Tuvo que... mi tío le paró los carros de una, le dijo que no podía ser que cuestionara sus decisiones, que si era tan mal director podía presentar su carta de renuncia al instante.

- ¿Qué dijo ella? - no podía aguantar la alegría. Habría dado lo que fuera por haber visto esa escena.

-Bajó la cabeza, pidió disculpas y se fue a su escritorio... - tomó aire y agregó- creo que te has ganado una enemiga.

-Esa enemiga la tengo de hace harto tiempo, desde que llegué y comenzó a dar sus comentarios mordaces acerca de que había que reportear la verdad y no sólo lo que vende.

-En todo caso, ¿qué se cree esa mina? - asintió Jorge- El periodismo es una empresa y tenemos que vender las noticias, eso es lo que importa.

-Correcto perro, por eso usted es mi jefe directo- agregó Gonzalo.

Un bostezo de parte de Jorge se escuchó, luego un profundo silencio.

-Perrito, perrito... - dijo- ¿Se está quedando dormido?

-Si compadre, ya es tarde... sé que quieres llegar lo más pronto posible, pero tú también deberías dormir, es de noche y con sueño te puede pasar algo... - un nuevo bostezo irrumpió en la conversación.

-Okey, vaya a dormir, voy a manejar un poco más y luego veo donde me detengo. A todo esto... - su voz cambio de ese habitual tono a broma que mantenía cada vez que hablaba con Jorge a uno que evidenciaba un problema real, uno que lo superaba- tengo que contarte algo...

- ¿Qué cosaaaaa? - una vez más bostezo.

-Pero mejor mañana te lo digo- indico.

-Por fa, me cuentas cuando me des el reporte del día... no te olvides que me debes informar diariamente sobre los avances, el viejo está expectante y no le puedes fallar, sino cagamos los dos...

-Okey perro, corte no más- Gonzalo cortó el celular.

La ruta se había vuelto oscura, mucho más de lo que podía imaginar, asemejando a una gran boca de lobo que se extendía kilómetros a los costados. De cuando en cuando figuras, algunas señaléticas propias del camino, pero también una que otra forma extraña, lóbrega que no alcanzaba a distinguir con claridad. Por un instante vio a un hombre una capucha le cubría el rostro, sus ropas luminosas, seguramente reflectantes en exceso le hizo una señal de que se detuviera, parpadeo y al instante ya había desaparecido. Debía avanzar lo más posible, tenía que aprovechar el tiempo, obtener nuevas noticias, mucho estaba en juego, "Esta es la oportunidad para ganar más plata y pagar mis deudas" se dijo. Su estilo de vida, carente de privaciones se había traducido en una serie de tarjetas sin cupo, cartas de notificación de cobros, repactaciones a 24 e incluso 36 meses. Nadie lo sabía, ni Jorge, menos Fernanda, ellos lo veían como un hombre exitoso, como alguien que había logrado superar dificultades y adversidades, un profesional que solo tenía que dar un pequeño salto para obtener el éxito, en otras palabras, tener una buena pega y harta plata. Cuando eso sucediera sus miedos, sus preocupaciones, las noches de sueños saltados por fin iban a desaparecer. Una camioneta Chevrolet apache paso junto a él, tan rápido que le dio la impresión que no le importaba chocarlo, Gonzalo a duras penas logro mantener el control de la fiorino y pasar a la pista lenta, miro al imprudente conductor, no tres hombres iban en el vehículo, dos de ellos cabros jóvenes no habrían tenido más de 25 años, morenos, con mirada entre perdida y excitada, un tercero ya mayor tal vez de cuarenta años. De tez morena, ojos penetrantes, mirada aguda, casi indolente, una cicatriz en su costado derecho. La escena fue fugaz, demasiado rápida, casi imperceptible, pero para él todo ocurrió con suma lentitud, casi en cámara lenta, más extraño aún fue que el rostro del hombre mayor se gravo en su memoria, cosa extraña, para decir casi inexplicable, no era buen fisonomista, pero algo había en él que le hizo sentir como un frio gélido subía por su espalda. Su cuerpo se tensó, los músculos se volvieron rígidos, por un instante tuvo miedo, uno real, demasiado real para su gusto. Trago saliva, apretó el volante, movió su cabeza tratando de sacar esa extraña sensación. Prendió la radio, puso algo de música de los ochenta, "Los enanitos verdes", "Los prisioneros" y algo de "Silvio Rodríguez", eso ayudo a que se calmara.

Chile en llamasWhere stories live. Discover now