Oculto y confianza

1 1 0
                                    


¿En qué momento había dado un vuelco tan grande su vida? ¿Cómo había pasado de ser un periodista que se habría camino para una carrera en televisión a estar huyendo de un asesino empeñado en acabar con él? Nada parecía tener sentido, incluso la Fernanda, estaba en peligro de perder a un hijo que no deseaba, pero que por alguna extraña razón comenzaba a querer sujetar entre sus brazos. Tal vez era el miedo a morir, querer ver a un retoño antes de que su vida acabara por el frío deseo de un psicópata. La verdad era que para esas alturas ya no tenía control ni siquiera de lo que sentía, mucho menos de lo que le pudiera suceder.

-Don Reinaldo está muerto- dijo Marcelo a modo de afirmación más que de pregunta.

-No lo sé- respondió.

-Escuche los balazos, está muerto- volvió a decir.

-No lo sé- repitió.

-Yo sí lo sé- indicó.

-No es mi culpa - agregó- Ese hombre, ese hombre fue... él le disparó....

-Esta tras suyo ahora, debemos llevarlo lo más lejos que pueda o va a terminar como... - guardo silencio.

-Esto no puede estar pasando... - dijo- la gente no se mata, así como así y menos en un hospital...

-Estas cosas pasan y mucho más frecuente de lo que usted imagina y mucho más de lo que uno deseara- trago saliva, apretó el volante y aceleró.

- ¿A dónde vamos? - su voz evidenciaba el terror que lo invadía y que comenzaba a dominarlo con cada segundo que pasaba.

-Vamos a un lugar donde estará seguro... no lo podrá encontrar.

Gonzalo asintió. No sabía la razón por la que lo ayudaba, ni tampoco a donde se dirigían, pero no le quedaban muchas opciones. Tendrían que ocultarse y confiar hasta comprender en qué se había metido. Un silencio inundó el vehículo. Al instante el paramédico apretó un botón en la radio y una canción comenzó a sonar. Para Gonzalo no era desconocida, la había escuchado cuando niño. La melodía era solemne y mezclaba con exquisito equilibrio alegría y nostalgia, esperanza y tristeza.

Sublime gracia del Señor

Que, a mí, pecador salvó

Fui ciego mas hoy veo yo

Perdido y Él me halló

Su gracia me enseñó a temer

Mis dudas ahuyentó

¡Oh cuán precioso fue a mi ser

¡Cuando Él me transformó!

Mientras escuchaba la canción escenas del pasado, cuando iba con su madre a los cultos de una pequeña iglesia comenzaron a invadir su mente. Recuerdos que aparecían uno tras otro sin control, como si hubieran estado reprimidos durante años y ahora que ya no tenía ni ego, ni distracciones, comenzaban a aparecer.

En peligros o aflicción

Que yo he tenido aquí

Su gracia siempre me libró

Y me guiará feliz.

Y cuando en Sion por siglos mil

Brillando este cual sol

Yo cantare por siempre allí

Su amor que me salvó.

Si bien una cuota de nostalgia lo invadía, una que le evocaba momentos felices de su infancia, a la vez una sensación de desagrado, casi repulsión se manifestaba en su interior. Como si una parte de su ser deseara huir de aquella canción, prefiriendo incluso caer en manos de su perseguidor.

Chile en llamasWhere stories live. Discover now